Contrariamente a la situación casi caótica en que ya se encuentra la Tierra, al entrar en contacto con Aurora se puede percibir la existencia de un centro de cura en diferentes planos: desde el físico denso hasta el interno, invisible, suprafísico y eterno. Usamos la palabra eterno porque Aurora, como otros centros de vida intraterrena del planeta, existe desde los orígenes de la Tierra, a pesar de manifestarse sólo ahora. Esos centros pasan por períodos de mayor o de menor actividad según distintos ciclos y el desarrollo del planeta en el que están. Pueden cambiar de función, o entrar en un estado especial y vigilante, de profundo recogimiento.
En el presente ciclo, tres centros intraterrenos, Aurora, Erks y Miz Tli Tlan, tienen una función específica: manifestar la polaridad femenina del planeta Tierra, después del largo período de expresión de la masculina. Esta última fue representada por Oriente, por Shamballa y por la ciencia cósmica que incluía la elevación de la energía kundalini a través de los chakras y diversas reglas de disciplina practicadas en las diferentes escuelas de yoga. La presentación, al hombre de hoy, de Aurora, de Erks y de Miz Tli Tlan, anuncia una nueva fase de la Tierra.
En otras épocas, tales como la lemuriana y la atlante, esos tres centros ya existían y estaban activos, pero tenían otras funciones. Después de haberlas cumplido y de haber pasado por el necesario período de “contemplación”, vuelven a la actividad. Se dan a conocer a los que internamente se dispusieron al servicio de estimular la evolución planetaria y que continuamente se actualizan con respecto a las metas de la evolución.
Le pregunté al guardián de Aurora cuáles serían ahora los requisitos para que un individuo sea elevado a niveles de conciencia superiores y, por lo tanto, pase por una cura. “Así como la madre de Jesús fue transportada, muchos ya no sufrirán el proceso de la muerte. Serán trasladados físicamente en el momento de la purificación del planeta Tierra”, me respondió.
Entonces, pregunté si un autoconvocado para ese rescate planetario ya estaría con su salvación garantizada o si todavía podía recaer y no ser retirado. La respuesta fue cautelosa: “Tenemos que cuidarnos. Tenemos que estar siempre listos. No sirve para nada ser bueno porque se está siendo presionado o amenazado. Un hombre es bueno porque es bueno, y no porque se esfuerce para ello”.
El desequilibrio sólo puede ser saneado por el bien. Esto es simple, pero las personas divagan y comienzan a pensar que el mal no existe. Dejan de reconocer su propio punto evolutivo. Se consideran a salvo, y así se transforman en instrumentos de fuerzas negativas sin darse cuenta.
Las energías suprafísicas pueden trabajar a la vista de los que realmente deseen contactarlas. El rescate es para los que están en ese camino.
La Luz proviene del Espíritu, y éste no falla.
Hoy en día, insistir en antiguas técnicas espirituales demuestra que la persona no comprendió el proceso de evolución de las energías. La elevación del ser humano ya no exige rigurosas disciplinas ascéticas externas, y puede suceder a cualquier hora, espacio o trabajo que se realice. Basta mantener la intención firme y la conciencia identificada con el único creador de todas las esencias y de todas las formas. Esa devoción permanente disuelve todo obstáculo para la unión con lo que está en lo Alto.
Es mediante la fuerza de esa devoción pura e inquebrantable (actitud interna que no necesita rituales, magias ni ninguna especie de demostración física o emocional) que hoy se ingresa en estados de conciencia sutiles. Esa es la enseñanza que continuamente han dado los Instructores y Guias de la raza humana. La belleza de esa ascensión del hombre se encuentra en la fusión de su conciencia externa en una conciencia superior y más profunda que también forma parte de él, y no en la forma del proceso.
La señal de que se está produciendo esa fusión se ve porque el individuo se responsabiliza por algún servicio útil a la humanidad. Para ello, pasa por entrenamientos y pruebas que ponen en conflicto su mente analítica, que debe por fin aprender a callarse – pero sin perder el discernimiento y las cualidades que desarrolló a través de los siglos.
El orden, la armonía y el silencio se consolidan, y así se revela la Ley Superior, cósmica, que comienza a pautar la vida de la persona. Antes de alcanzar la devoción exclusiva por el Altísimo, la persona seguia las leyes personales, psicológicas y materiales del mundo tridimensional. En esa fase personalista, no sabía por dónde andaba ni a dónde llegaría con su esfuerzo. Y cuando alcanza la etapa de esa devoción interior y secreta, percibe que forma parte de una totalidad y que todo en su vida sucede para el bien.
Es necesario tener en cuenta que la esencia interna jamás trae desánimo. Lo que afecta la salud y el equilibrio del hombre de superficie son los pensamientos errantes, las circunstancias externas, las preocupaciones por los aspectos formales de la vida y la identificación con lo mutable. Pero, en la era que ahora se inicia, notará la importancia de concentrar el pensamiento en la meta espiritual y de canalizar las energías para el servicio al Plan evolutivo. Ya es tiempo de reconocer que las enfermedades también se generan por la dispersión del pensamiento y por la concentración de la mente exclusivamente en lo material. Es hora de saber que basta un pensamiento dirigido a la Ley Suprema para que el camino se abra. Es importante que no se piense en enfermedades y que se busque únicamente la unión con lo Alto, con lo Más Alto.
La espera serena y la atención estable vuelven la mente del hombre receptiva a la intuición. Es justamente el lenguaje de la intuición el que usan los mundos superiores para contactarlo, siempre que esté listo para la purificación y el progreso.