miércoles, 9 de noviembre de 2016

Entrégale tus deseos a tu doble cuántico


Muchas personas no ven realizados sus deseos porque han desconectado la comunicación entre su alma y su mente. Si hay una desconexión entre tu alma y tu mente, nunca se manifestará lo que realmente deseas. 

Todo el mundo entiende que su alma tiene una misión o una especie de plan divino, y se relajan cuando les digo que la no alineación entre su alma y su mente puede ser el motivo por el que sus sueños no se manifiestan. 

La siguiente pregunta que me hacen es, ¿y cómo sé cuál es el deseo de mi alma? ¿cómo sé cuál es mi anhelo espiritual? Es muy fácil. El problema no está en lo que deseas, el problema está en que en tu subconsciente obstaculizas lo que deseas. 

Se nos ha dicho durante mucho tiempo que los deseos son malos, hasta pecaminosos, también se nos ha dicho que era difícil conseguirlos, y otra gran mentira durante siglos espléndidamente contada ha sido que, la felicidad plena no existe, y que si por un lado se cumple lo que deseas, por otro lado algo perderás.

Pues bien, yo te digo, que tus deseos no son mundanos, ni difíciles, ni egoístas. Tus deseos vienen directamente de tu parte espiritual, no nacen en ti, se manifiestan a través de ti, pero ni siquiera eres tú el que los pones en tu mente. 

Los deseos vienen del Todo, de la Fuente, del Éter y son impregnados en las personas que por su tipo de energía tienen el poder de manifestarlos en la vida física. Por eso siempre digo, que todo deseo lleva implícito su cumplimiento. No se ponen deseos en personas que no son capaces de llevarlos a cabo. 

El universo es muy ahorrativo, no le gusta derrochar energía, así que nunca pondría un deseo en quien no puede cumplirlo.

Tus deseos no son mundanos ni egoístas, nacen de tu espíritu

La nueva humanidad


Colaboración de David Topí en el programa DDLA TV, primero de la cuarta temporada, hablando sobre el ser humano, la "nueva humanidad" en la que nos estamos transformando.


martes, 8 de noviembre de 2016

“Estados de conciencia más elevados”


“Los pensamientos y los sentimientos son corrientes de fuerzas.

Por ello debéis estar siempre atentos a la calidad de cada pensamiento, de cada sentimiento que aceptéis alimentar en vosotros. 

Esto debe ser incluso una de vuestras principales preocupaciones. 

Cada día, procurad consagrar al menos unos minutos a una actividad que conecte vuestro intelecto y vuestro corazón con las regiones del alma y del espíritu. 

Escoged una actividad que os obligue a atraer y a conservar en vosotros las imágenes más luminosas, los estados de conciencia más elevados; consideradla como el momento más importante de vuestra jornada, pensad que de este momento dependen vuestro futuro, vuestra salvación. 

Al principio, quizá no veáis todas las consecuencias benéficas. 

Pero continuad:

Aprende a obsequiar tu silencio a quien no ha pedido tu palabra


La mayoría de las personas padecemos de la necesidad imperiosa de manifestar verbalmente aquello que sentimos, de comunicar nuestra opinión, de aconsejar, de advertir, de consolar y muchísimas veces nuestras palabras serán bien recibidas.

Sin embargo, en muchas ocasiones debemos sencillamente guardar silencio, reservarnos nuestra opinión, evidentemente excluyendo los casos en los cuales nuestra palabra sea determinante para preservar la integridad de alguien o situaciones extremas en las que una injusticia es manifiesta, podamos evitar un mal o cualquier caso que requiera nuestra oportuna participación.

Afortunadamente en la mayoría de los casos en los cuales tenemos la posibilidad de manifestarnos, no llevan consigo altos riesgos y podemos prudentemente limitarnos a no decir nada al respecto.
Hay quienes solo buscan ser escuchados, que no quieren una opinión, consejo, juicio, solamente nos utilizan para desahogarse en un momento determinado y no quieren, más que requerir, escuchar nada al respecto, y esto debemos respetarlo.

Otro grupo de personas no actúa queriendo recibir feedback alguno, quieren llevar su proceso de crecimiento sin intervención de terceras personas, sin escuchar otros puntos de vista.
Definitivamente algunas veces resulta enriquecedor poder escuchar otras opiniones diferentes a la nuestra en relación a un tema o situación particular, pero lo cierto es que nadie puede forzar a otro a que lo escuche, nadie debe someter a otro a algo que no se quiere recibir, aun cuando esto sea palabras cargadas con la mejor intención.

Cada uno tiene su verdad, su consciencia, su experiencia y debemos respetar cuando a cada quien le basta con su visión, o prefiere otras visiones diferentes a la nuestra, sin que esto represente para nosotros un problema o nos genere incomodidad.

En el caso de los sentimientos y su expresión, aunque resulte sano aflorarlos, manifestarlos, debemos entender que no siempre serán bien recibidos. Lamentablemente solo lo sabremos cuando los manifestemos, aunque siempre habrán señales que nos ayuden a preservar nuestra integridad y nos evite exponernos a incómodas situaciones.

Evidentemente no podemos tomar esta visión como la bandera para actuar de ahora en adelante, guardando silencio, reservándonos nuestra opinión, ocultando sentimientos.

TÚ INFLUYES A TODO EL UNIVERSO (¿ESTÁS LISTO PARA ACEPTAR ESA RESPONSABILIDAD?)


Intención, meditación, y colectividad

Hace poco postulamos la intención como uno de los ingredientes primordiales de la magia. Cualquier acto de 'manipulación' de fuerzas intangibles para consumar un cierto efecto en un plano palpable, implica el canalizar con claridad una intención. Cuando un individuo fija su energía en lograr un algo específico parece que pueden ocurrir milagros –lo cual hemos visto acontecer en distintos contextos, desde hazañas deportivas hasta épicas historias de vida–. Sin embargo, y a pesar de que el poder de la intención es predicado con bastante popularidad, lo cierto es que este fascinante fenómeno ha sido pocas veces comprobado desde una perspectiva científica.

Por otro lado sabemos que la meditación es una de las tecnologías más eficaces que tenemos a nuestro alcance para destilar nuestra atención y, en caso de que así lo deseemos, fijar nuestra intención. Entre otras múltiples bondades, el meditar nos permite allanar los conductos de nuestra mente y en consecuencia proyectarnos hacia un punto con mucho mayor contundencia. En pocas palabras, la intención y la meditación son dos recursos que al aliarse mantienen una simbiótica dinámica que puede arrojar resultados asombrosos.

También hemos constatado que la voluntad colectiva potencia la ya de por sí contundente naturaleza de este ‘fenómeno’ de la mente (¿o el espíritu?) humano, tal como mencionamos al hablar del proyecto MeditatioSonus el cual organiza meditaciones colectivas guiadas por sonido:

 "A lo largo de la historia humana se ha probado que la colectividad, dentro de casi cualquier contexto, potencializa la intención. Al momento en que voluntades diversas son sincronizadas con un fin específico sucede algo casi mágico que nos recuerda al recurrido adagio matemático “el todo es mayor que la suma de sus partes” o, en un plano poético, podríamos referirnos a este fenómeno como la tajante magia implícita en el acto de unificar."

La colectividad de algún modo alude a la naturaleza unitaria y a la hiperconectividad que rige la existencia compartida de todo ser (fenómeno que de acuerdo con Rupert Sheldrake, se intensifica entre miembros de una misma especie, y que nos permite compartir enormes cantidades de data relevante en un proceso que no depende de la cercanía geográfica y que trasciende generaciones). Creo que al emprender algo en forma colectiva no solo estamos reconociendo que este modelo potencia la individualidad (dos personas pueden lograr mas que una persona en el doble de tiempo), sino que incluso es una forma de rendirle tributo a la noción de que todo, todos, estamos unidos en un cierto plano (y por cierto ese plano pudiera ser el más relevante de nuestra existencia).

De acuerdo a lo anterior, podemos hablar de un singular trinomio compuesto por intención, meditación y colectividad. Y precisamente estos son los ingredientes que involucra un ensayo realizado por John Hagelin, titulado ‘The Power of The Collective’. Doctor en física por la Universidad de Harvard, Hagelin ha participado como investigador en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), así como en el Stanford Linear Accelerator Center (SLAC). Actualmente preside la Fundación David Lynch y es una de las figuras más prominentes en torno a la meditación trascendental.




El Poder de la Colectividad

El ensayo parte de dos premisa especificas. Una se refiere a que los índices de criminalidad están directamente relacionados al volumen de estrés social que se registra al interior de una ciudad. La otra asume, de acuerdo a múltiples estudios relacionados, que la meditación es una óptima herramienta para reducir el nivel de estrés que experimenta un individuo, y que cuando este proceso se experimenta de manera colectiva, los beneficios terminan impactando no solo a cada uno de los involucrados en la práctica, sino que incluso se derraman, de forma medible, en una cierta área alrededor del grupo de practicantes.

Tomando en cuenta ambas premisas, Hagelin y su equipo decidieron implementar un experimento en Washington DC. La capital estadounidense es no solo famosa por ser una de las ciudades con mayor número de crímenes en el país, también es sede de un particular fenómeno que se repite periódicamente: durante la temporada de calor, es decir entre primavera y verano, los índices de criminalidad aumentan (patrón que se debe a múltiples causas aún no determinadas con exactitud). Y precisamente durante este periodo de decidió congregar a un grupo de 2,500 personas con experiencia en meditación profunda (número que por cierto terminó elevándose a 4,000 individuos ya que muchas personas decidieron sumarse al grupo y aprender a meditar). La hipótesis que originaba el estudio es que el número de crímenes registrados en la ciudad se reduciría significativamente como respuesta a estas masivas sesiones de meditación –ello a pesar de que en los seis meses anteriores la tendencia había marcado un aumento en el índice de delitos–.

Colaborando con autoridades locales, el FBI, así como con expertos criminalistas provenientes de reconocidas instituciones, entre ellas las universidades de Maryland, Texas, y Temple, se llevó a cabo el experimento. Para sorpresa de todos los involucrados y en contra de todo pronóstico ‘tradicional’, los índices de criminalidad se redujeron en un 25% (superando incluso las optimistas expectativas de Hagelin y su equipo, quienes habían contemplado un 20%). El éxito fue tal que el Departamento de Policía de Washington solicitó firmar el estudio como uno de los autores.[1]

Ya digerida la sorpresa inicial ante el fenómeno constatado en dicho estudio, algo que resulta en un complemento fascinante es la relación entre el número de personas que participaron en dichas meditaciones y el número de habitantes que residían en Washington DC. Es decir, la atención/intención orquestadas de solo 4,500 personas repercutieron en la dinámica social de millones de personas. Lo anterior nos sugiere el enorme potencial de este recurso no solo para combatir índices de criminalidad, también conflictos de aún mayor escala, por ejemplo entornos bélicos. De hecho en su ensayo Hagelin cita una serie de estudios realizados en los 80’s, que confirmaron que durante los días en los que había mayor número de meditadores en el medio oriente, las consecuencias del penoso conflicto entre israelíes y palestinos disminuían notablemente. El primero de estos estudios fue publicado por la Universidad de Yale[2], y se convocó a realizar investigaciones en torno al mismo fenómeno, lo cual motivó que otros siete estudios similares se llevarán a cabo, todos arrojando resultados en la misma dirección.

Por si el fenómeno no fuese suficientemente estimulante y, por qué no, esperanzador, en estos estudios posteriores no solo se evidenció una disminución en los niveles de violencia, sino que se redujeron los niveles de cortisol en la población (hormona que liberamos en respuesta al estrés), aumentaron los niveles de producción de serotonina, y se registraron positivas variaciones bioquímicas y neurofisiológicas entre la población, como si de algún modo los beneficios concretos del meditar envolvieran a toda la población y no solo a aquellos que la estaban practicando.


La interferencia constructiva

Este principio fundamental de la física se refiere a lo que sucede cuando un grupo de emisores se unen mediante una misma frecuencia. Por ejemplo, si hay una bocina emitiendo una cierta onda de sonido y eventualmente se le unen un par de bocinas más, entonces la emisión de las tres se multiplicará de manera proporcional, al cuadrado, en una misma onda. Por lo tanto, en este hipotético caso donde tenemos tres bocinas emitiendo una misma onda, el resultado que obtendremos es la potencia equivalente a nueve altoparlantes individuales. Este mismo fenómeno, la interferencia constructiva, se replica en los demás ámbitos, ya sea que el rol de emisores esté representado por bocinas, antenas o personas meditando.  





La conciencia universal

lunes, 7 de noviembre de 2016

“Entidades celestiales”


“Al despertaros por la mañana, antes de cualquier preocupación, pensad en armonizaros con las entidades celestiales, decidles que queréis entrar en su armonía.

Llamad a estas criaturas luminosas que pueblan el espacio, concentraos en ellas, imaginaos cuán bellas son, cuán puras y llenas de amor. 

Si vuestro deseo es sincero, entraréis en contacto con ellas gracias a la ley de afinidad. 

Algo sucederá entonces dentro de vosotros: 

vuestro corazón, vuestro intelecto, vuestra alma y vuestro espíritu vibrarán al unísono con el mundo divino. 

Todo vuestro ser se convertirá en un instrumento bien afinado y la armonía que habréis conseguido crear, marcará con su sello la jornada que empieza.

¡Hay tantos encuentros, tantos acontecimientos en la vida que pueden perturbaros, haceros perder vuestro gozo y vuestra paz! 

Nada que pretender, nada que demostrar…..Unicamente SER


No hay momento más liberador que aquel en el que nos damos cuenta de que no vale la pena vivir de pretensiones, de posturas o poses y menos aún vivir para demostrar nuestra valía ante los demás.

Somos todos seres únicos, con cualidades particulares, con propósitos diferentes, pero dentro de esos propósitos no existe la posibilidad de basar nuestras vivencias en el qué dirán, en imposiciones ajenas y menos en darle prioridad a las opiniones y preferencias de los demás para tomar decisiones trascendentales que solo nos competen a nosotros.

Sentirnos plenos y dedicarnos a vivir es uno de los mayores retos, olvidarnos de estereotipos, dejar de lado las pretensiones, el querer aparentar, es el camino más corto para estar a gusto con nuestras vidas.

Seamos humildes y dejemos el ego a un lado, ése que se encarga de decirnos al oído que vinimos a demostrar quienes somos a los demás, que si no llegamos a cubrir las expectativas ajenas, podemos fingir lo que no tenemos, actuar o utilizar cualquier recurso que nos asegure la aceptación de quienes nos importan o bien de quienes tienen algún tipo de influencia en nuestras vidas.

Sentirnos más o menos que otra persona es una demostración de que no entendemos nuestra  esencia, que no entendemos que somos uno con el resto, que nuestros roles en este plano no son más que eso, interpretaciones que nos permiten evolucionar, pero que a fin de cuentas todos somos iguales y más complejo aún, todos somos uno.

No tiene sentido distraernos con cosas efímeras, vale la pena darle la justa prioridad a las cosas, entender que no somos nuestra profesión, que no somos nuestra posición social y que la vida no se basa en acumular cosas, sino momentos, sentimientos, afectos y todo lo que nos engrandece el espíritu.


Permítete ser en toda su expresión, permítete sentir, aflorar tus emociones, equivocarte y rectificar, permítete caer y levantarte, permítete nutrirte con cada experiencia. Entiende las dinámicas de la vida y para qué estás aquí. El propósito de cada uno de nosotros es sencillamente ser feliz. 

Nos complicamos la vida por estar todo el tiempo inconformes con lo que somos, por no aceptarnos o no aceptar la circunstancia que vivimos, siempre buscando algo, queriendo alcanzar algo que no tenemos o recuperar lo que perdimos, desaprovechando esta bella oportunidad.

Todo lo que buscamos fuera, lo llevamos dentro, solo hay que saber mirar…

La casualidad no existe, existe la sincronicidad (o causalidad)


A todos nos ha pasado en alguna ocasión una coincidencia que parecía tan improbable que nos resulta mágica y epifánica, como si existieran conexiones entre sucesos, personas o información a través de hilos invisibles que tan sólo podemos vislumbrar por momentos.

Seguro que alguna vez te ha pasado que un libro o un anuncio publicitario te han dado la respuesta a esa duda que continuamente te estabas planteando, que ibas a llamar por teléfono a una persona y en ese mismo instante, es ella la que te llama, que has tenido un encuentro inesperado en un lugar inesperado o que has encontrado a la persona exacta cuando la necesitabas apareciendo de la nada… Esto no es casualidad, sino sincronicidad, uno de los aspectos más enigmáticos y sorprendentes de este universo.

¿Qué es la sincronicidad?

El psicólogo Carl G. Jung fue quien acuñó el término de sincronicidad, refiriéndose a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal”, como la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene cierto sentido para la persona que lo observa.

Jung llegó a la conclusión de que hay una íntima conexión entre el individuo y su entorno, que en determinados momentos ejerce una atracción que acaba creando circunstancias coincidentes, teniendo un valor específico para las personas que la viven, un significado simbólico. Son este tipo de eventos los que solemos achacar a la casualidad, la suerte o incluso a la magia, según las perspectivas que tenemos.

La sincronicidad nos representaría en el plano físico por ejemplo, la idea o solución que se esconde en nuestra mente, maquillada de sorpresa y coincidencia, siendo de esta manera mucho más fácil alcanzar.



Una experiencia sincrónica suele venir a nuestras vidas cuando menos nos lo esperamos, pero en el momento exacto, cambiando en ocasiones la dirección de nuestras vidas e influyendo en nuestros pensamientos. Pero para ello, tenemos que estar receptivos y atentos al mundo que nos rodea, creando la apertura a esa posibilidad de sincronicidad.

Cuanto más alertas estemos con respecto a nuestro entorno, más probabilidades habrá de que ocurra la sincronicidad a nuestro alrededor o al menos, que le prestemos atención… desde pequeñas conversaciones, canciones de la radio o mensajes publicitarios, por ejemplo, hasta encuentros aparentemente “fortuitos”.