CAPÍTULO 6
TRES GRANDES MITOS: AMOR, VERDAD Y PODER
Una de las limitaciones causadas por negar su parte espiritual, es que pierden los beneficios del punto de vista más amplio, de esa parte. Como resultado, se les encaraman muchas distorsiones respecto a las cosas cotidianas. Así ha sido por miles de años y, como consecuencia, están prontos a mal interpretar algunos aspectos claves, de sus vidas. El vivir en la ignorancia ha sido algo apropiado para el pasado porque si hubieran sabido más, hubieran malogrado el juego, e invalidado esa parte del experimento que ustedes se propusieron lograr en este planeta. Pero ya llegó el momento de destapar la olla y les propongo que resolvamos tres grandes mitos: el amor, la verdad y el poder.
EL MITO DEL AMOR
El gran mito del amor consiste en que ustedes creen poder amar a alguien, a algo o, por lo menos, a ustedes mismos. ¡Nadie puede amar a otro! ¡Ustedes no pueden amarse a sí mismos ni amar a otros! ¿Por qué? Porque el amor no es un "hacer" sino un "permitir ser".
La mismísima energía, a partir de la cual este universo está construido, posee en sí misma una cualidad: una dicha de ser, una aceptación del derecho de todas las cosas para que sean y un deleite en la expresión de todas las cosas, a medida que ellas disfrutan su derecho de ser. Todos los seres provienen de la Fuente y tienen el derecho divino a experimentar y expresar su divinidad; y todos los seres tienen el derecho a disfrutar las expresiones de los demás; porque ellos en realidad no son más que uno sólo, aunque ingeniosamente disfrazados para aparentar estar separados.
El aceptar esta dicha y deleite de expresarse a ustedes mismos y a los demás, es una experiencia maravillosa y constituye lo que yo denomino "amor". Sin embargo, no pueden ustedes hacer dicha ni deleite. Sólo pueden permitirles ser, dejar que los barra, de cabo a rabo, como cualquier otra emoción. Y esta emoción no está condicionada, en realidad, a lo que cualquier otro ser esté haciendo; se basa en conocer y experimentar la divinidad que hay en él. Si alguien que conoces, está de malas pulgas, por ejemplo, aún así, está expresando su divinidad, aun cuando esa expresión no te entusiasme.
Así pues, el amor no es algo que hacer. Es la respuesta, desde adentro de ustedes, a una frecuencia particular de energía que fluye no sólo hacia adentro, sino también a través y alrededor de ustedes, de manera constante. Muchas cosas pueden hacer que ustedes se marchiten ante la energía relativamente sutil del amor. El miedo, por supuesto, les impedirá sentirlo y distorsionará el poco que sientan. El miedo no es el opuesto del amor. Es el guardián que custodia el portón y, sencillamente, no les permitirá sentir las altas frecuencias, en sus campos. El miedo se encuentra enraizado en sus sistemas de creencias o en sus opiniones acerca de la realidad, sin que tenga nada que ver con la realidad en sí misma.
El amor consiste en permitirse sentir esta energía respecto a ustedes mismos, respecto a los demás y respecto al universo en general. Comienza con la aceptación del derecho de ser de ustedes y el derecho de ser de los demás. Esta aceptación crece hasta convertirse en un aprecio por ustedes mismos y por los demás, de sus cualidades, dones y bondad básica. Y continua creciendo hasta volverse un deleite y una fascinación respecto a ustedes mismos y a los demás.
Así pues, ¿cómo dejar que esto les suceda?