Es imposible ofrecer a los demás lo que a nosotros nos falta. Piensa que si no somos capaces de sentir amor por nosotros mismos, será difícil que podamos tener una relación sana con los demás. Quererse a uno mismo es el primer paso para desarrollar una base de confianza y estabilidad con otra persona.
Quererse a uno mismo significa darse la oportunidad de descubrir el gran potencial y la grandeza que lleva dentro. Significa ser sincero con uno mismo, comprometerse con su bienestar. Además, quererse a uno mismo también implica estar atento a las necesidades vitales propias y aceptarnos, respetarnos y amarnos por ser quien somos.
Cuando dejamos de juzgarnos, de criticarnos, de compararnos con los demás, de exigirnos ser diferentes de quienes somos, rompemos con la idea preconcebida que tenemos respecto a nosotros. Esa idea que condiciona nuestra vida y nos lleva a vivir desconociendo una parte importante y valiosa de nuestro ser.
“El hombre que no se valora a sí mismo, no puede valorar cualquier cosa o cualquier persona”
-Ayn Rand-
Aprender a quererse a uno mismo
Para estar en paz con nosotros mismos tenemos que dejar de exigirnos más de lo que realmente somos. Aspirar a mejorar en la vida y como personas es un proyecto indiscutible que todos tenemos que realizar, pero no puede instalarnos en un estado de ansiedad constante en el que lleguemos a despreciar nuestra esencia.
Es positivo que aprendamos a romper con las falsas creencias que condicionan nuestro presente. Solo en el presente podemos actuar y vivir plenamente, y aunque no tengamos todo con lo que soñamos tenemos el poder de cambiarlo actuando acorde con quienes somos. Fantasear con lo que fue el pasado o podrá ser nuestro futuro solo nos aleja de nuestra realidad. Una realidad que nunca será igual que la que soñamos, pero al menos es real.
Aprender a quererse a uno mismo es un viaje sin final que se nos presentará de muchas formas. Pero autovalorarse de forma sana es el primer paso hacia el autoconocimiento. Tenemos que aprender a pensar de una manera más ajustada, dejando de lado la excesiva crítica y la perfección imposible de alcanzar.
Las atribuciones que realizamos sobre nosotros mismos condicionan nuestra autoestima. Si todos los logros que hemos alcanzado en nuestra vida los achacamos a factores externos, como la suerte o la casualidad, y los fracasos lo atribuimos a nuestras características internas, nuestra autoestima se resentirá. Debido a este tipo de atribuciones injustas con nosotros mismos, hacemos que sea más difícil querernos.
“Me llevó mucho tiempo no juzgarme a mí mismo a través de los ojos de otro”
-Sally Field-
Como querer bien a los demás