miércoles, 22 de marzo de 2017

¿Y si en las raíz de todos los trastornos está la falta de autoestima?


La autoestima es esa parte de nuestro autoconcepto que hace más o menos resistente a nuestra piel emocional. Querernos sin condiciones es indudablemente la piedra angular del bienestar psicológico, pues aunque el concepto de amor propio pueda parecer a priori simple, en realidad es más importante de lo que imaginamos en lo que a felicidad se refiere.

Es imposible ser feliz si uno no se quiere a sí mismo. Amarse, aceptarse, aprobarse y estimarse pase lo que pase, digan lo que digan, fallemos lo que fallemos, es el cimiento para construir una vida plagada de satisfacciones, disfrute y plenitud.


Ejercer la aprobación incondicional de uno mismo es una labor tan difícil que, valga la redundancia, también es difícil encontrar personas que se amen de verdad y sin meras máscaras.


No sabemos exactamente por qué el ser humano, por norma general, se quiere tan poco a sí mismo. Parece ser que tiene que ver con el ego y con las ansias de sobresalir del resto de mortales. Cuando uno quiere ser especial o mejor que los otros, acaba amargándose; pues finalmente descubre que también tiene carencias y limitaciones y que no es tan singular como pretendía serlo.

Esto hace que el pensamiento polarizado -o blanco o negro- trabaje en nuestra mente y acabe creando en nosotros un diálogo interior del tipo: “Si no destaco, entonces no valgo absolutamente nada”

La clave, por lo tanto, para tener una sana autoestima es no pretender nunca darnos demasiado valor, si no un valor único, común a todos los seres humanos.



 La falta de autoestima y su relación con algunos trastornos




Si observamos algunos trastornos psicológicos clásicos, nos percataremos en seguida de que su origen está en gran medida influenciada por la falta de amor hacia uno mismo. Esta falta de estima se proyectará posteriormente en creencias disfuncionales, emociones negativas y conductas contraproducentes que sumergen a a la persona en un círculo cerrado.

Para verlo mejor, analicemos algunos ejemplos:

Trastorno de ansiedad

El cuerpo emocional o astral


Vamos a cambiar de tercio y empezar a tratar en las siguientes semanas varios temas relacionados con la estructura energética del ser humano, para que podamos entender mejor cómo estamos hechos, cosa que, por otro lado, nunca ha sido tema de enseñanza en la educación del sistema bajo el que vivimos, pues no es de interés general que cada uno conozca los componentes que forman su configuración y composición, ya que, conociendo cómo funcionamos y estamos constituidos, podemos tomar el mando de nuestros vehículos evolutivos, y ser más dueños y soberanos de nosotros mismos.

No hablaremos de chakras ni de auras, tenéis bastante información (y desinformación) en la red, pero al menos son partes conocidas por todos, y con un poco de paciencia, y constancia, es posible entender esa primera parte del cuerpo etérico, que es el que alberga todas las estructuras que ya conocemos y de las que hay mucha más literatura.

Ahora vamos a trabajar el resto de cuerpos, empezando por el cuerpo emocional, que tiene un papel tremendamente importante a la hora de hacernos ver el mundo como lo vemos cada día, pues es el cristal que tinta parte de lo que decodificamos de la realidad exterior, y que nos proporciona material para que nuestro programa ego y los componentes de la psique puedan hacer sus decodificaciones mentales sobre lo que se percibe o no se percibe de ahí fuera. Como apunte, el cuerpo emocional es menos denso que el etérico, y este es menos denso que el físico, y así como el etérico interpenetra al físico, el cuerpo astral o emocional interpenetra a estos dos últimos.


Conexiones emocionales en nuestra estructura energética

Hemos de señalar que el cuerpo emocional está relacionado con la segunda y cuarta del campo electromagnético que llamamos aura, pero estas capas y este campo pertenecen al cuerpo etérico, por lo que, a pesar de que la capa emocional del aura del cuerpo etérico tiene mucha importancia a la hora de tintar también nuestras emociones del día a día, es el cuerpo emocional (también llamado astral) el que lleva el peso de este componente del ser humano que nos hace distinto a los tipo Dr. Spock, o a otras razas qué, al no poseer un cuerpo emocional, carecen de las facultades y habilidades básicas para, por ejemplo, sentir empatía por otros, o para ser capaces de percibir e interactuar “anímicamente” con el resto de la vida consciente que pulula por doquier.

El cuerpo emocional, como tal, es un vehículo que permite a los componentes superiores del ser humano, el alma, el espíritu, el Yo Superior, la mónada y demás, poder experimentar una serie de patrones energéticos que conocemos como emociones. En nuestro cuerpo, si habéis visto la conferencia “Humanidad y Salto Evolutivo”, las emociones se procesan por el sistema límbico, mientras que los pensamientos se procesan por el neocórtex. Así, básicamente, todo el cuerpo emocional está conectado y sintonizado tanto con el sistema límbico como con los componentes del cuerpo etérico, que también traducen y llevan el peso del filtrado de estos procesos emocionales para poder procesarlos y manifestarlos en el plano sólido.


Haciendo de puente y mediador

La función del cuerpo astral es hacer de puente entre los procesos de planos superiores, como el plano mental (el cual gestionamos gracias a nuestro cuerpo mental) y los planos etéricos y físicos, que son el resultado de las experiencias de estos otros niveles. El cuerpo emocional como tal proporciona una riqueza y una vivez a las octavas y procesos que vienen en forma puramente geométrica y estructurada de los planos superiores, del mundo de las ideas, dándole el tinte que necesita para que esa idea esté viva, y esté revestida de color y del componente que, al ser humano, le proporciona la sensación de “calidez”, de emoción, de expresión de la vida.

Esto es difícil ponerlo en palabras, ya que no hay demasiados adjetivos para describirlo, pero el concepto a transmitir es que lo que llega desde niveles muy altos en frecuencia y contenido para nosotros, y a veces de forma muy abstracta y confusa, si conseguimos sintonizarlos y percibirlos con los otros sentidos que poseemos, han de ser revestidos de unos procesos especiales y capas que, de una barra de acero idéntica para todos, hagan una nube de algodón maleable individualmente, es decir, que de algo que viene geométricamente, numéricamente, vibracionalmente con patrones exactos, precisos y conectados, tengan un componente maleable, efímero, cambiable, adaptable y transmutable para que pueda ser adecuado a las miles de formas de manifestar esos patrones y conceptos rígidos, en formas experimentales diferentes para millones de personas.

Si no fuera así, la vida tendría para todos el mismo color, o un color muy parecido, pues no habría forma ni manera humana de adaptar los conceptos y arquetipos de los planos mentales, causales, búdicos, etc., a diferentes tipos de experiencias terrenales personalizadas para cada uno. Es por ello que cuando hablamos del cuerpo emocional, no solo estamos hablando de que es el repositorio de miedos y de angustias, de sueños y de alegrías, de rabias y de perdones, todo ello formas emocionales que nos dotan del mecanismo adecuado para darle un toque de viveza a la realidad, sino que, además, es el cuerpo que envuelve y recubre todo aquello que viene desde otros niveles más altos de la Creación, y nos permite con sus formas cambiantes y manipulables, adaptarlas a las experiencias particulares de cada uno.


Sanado el cuerpo emocional

Entonces, ¿es bueno tener un cuerpo emocional lleno de sentimientos y formas emocionales de todo tipo?

martes, 21 de marzo de 2017

Tu Presencia Ilimitada


Ni la cabeza ni el corazón pueden entender lo que realmente somos. La verdad nunca se puede encontrar dentro de un marco, ya sea físico, intelectual o emocional. Ni tampoco puede la verdad ser descubierta en las ideas sobre lo informe, ya que (las ideas) son meras formas más sutiles.

El cuerpo, que en realidad es una percepción, es sin duda una aparición efímera.

Cuando estamos observando o experimentando el cuerpo, es el concepto que tenemos de él lo que en realidad estamos experimentando. Ese concepto está tratando de decirnos que tenemos 25, 50 ó 75 años de edad. 

El cuerpo no es un concepto en ese sentido; es una impresión instantánea de la facultad de percibir en la que, a través de un truco de la memoria, agregamos una imagen ya hecha.

Por lo general, nuestra experiencia se refiere tan sólo a una pequeña parte del cuerpo: los pies en el suelo o un picazón en la cabeza. Y cuando estamos enfermos la atención nos lleva a donde percibimos el dolor y el malestar. A pesar de que llamamos a estas impresiones "yo" y "mi cuerpo" son en realidad percepciones instantáneas de sensaciones más o menos intensas.

En otras palabras, son sensaciones de algo que aparece en la conciencia. Lo que aparece en la conciencia es un objeto o un concepto. El cuerpo se percibe como un "algo", ya se trate de un sentimiento, una imagen o un pensamiento. Todo es producido por la memoria.

Lo mismo puede decirse acerca de las percepciones sensoriales; son también formas mentales, y la historia que creamos como resultado de estas percepciones —también basadas en la memoria— es lo que llamamos "el mundo".

Cada pensamiento, incluyendo las facultades de percepción que proyectamos unos sobre otros y que posteriormente llamamos "el mundo" —yo, mío, una persona, tú, un árbol o lo que sea— es limitado.

Cuanto más diligentemente observas, más limitaciones se descubrirán. Una sola observación dura quizás una milésima de segundo.

Percibimos conceptos, nunca un mundo.

Dar, Recibir y Compartir


Existe algo Mágico, Trascendental, en el Dar, Recibir y Compartir. Es un triángulo virtuoso que, generado desde la Consciencia, nos expande y nos llena de Amor.

Cuando damos desde el Corazón, encendemos una antorcha de Luz cuya llama incandescente va prendiendo en los demás y La Vida nos devela lo que realmente Es: Amor Compartido. Este Amor es Incondicional. Y está dentro de ti, sí, ¡dentro de ti! ¡Sácalo! Déjalo que aflore, deja que este Amor te encienda y te ilumine. Recíbelo. 

Porque es tu regalo Divino para así poder darlo y que se comparta desde el Corazón de los demás, haciendo crecer un cono invertido en forma de espiral infinita que nos eleva hacia la Realidad del Ser, lo Real.

El Momento es Ahora, estás aquí por (y con) un propósito. Desplegarte desde el Ser. ¡Eso es Vivir! Eres una parte importante y fundamental de la Creación porque eres La Creación misma. Eres un fractal, donde la Parte es el Todo. 

Entiende que eres Multidimensional, esta es la Perspectiva que hoy debes tener para así comprender que no estás aquí por casualidad. Nada en el Universo es casual. Todo es Ley Divina y eso eres tú. Hermosas y enriquecedoras experiencias completaron lo que actualmente eres. Agradece todo desde el Corazón y aprovecha esa información para Compartirte. 

Así verás la Abundancia que te rodea y para esto Trasciende las formas, no reniegues de ellas. Experimenta las formas sin apegarte a ellas. Siente la información que te transmite, la Belleza que hay en ella. Para eso elegiste estar aquí. Recuerda. Respira y mantente Presente. Atento.

Con esta Consciencia expandida:

lunes, 20 de marzo de 2017

Te quiero más allá del apego, la costumbre y el miedo a la soledad


Querer de forma consciente es amarse primero a uno mismo para desinfectar apegos enfermos o gélidos vacíos que otros están obligados a calmar. Amar de forma madura es entregarse libremente al otro en un acto de autenticidad, pero nunca para apagar soledades y jamás para perder la propia dignidad.

El propio Einstein dijo una vez que el amor nunca podría explicarse bajo la óptica de la ciencia, porque ese acto biológico, químico y fascinante jamás podría ser cuantificado u observado bajo un microscopio. Sin embargo, el padre de la teoría de la relatividad se equivocaba. Porque si hay algo que ha podido demostrar la neurología a día de hoy es que el amor es adictivo.


“Amar no es solamente querer, también es comprender”
-Françoise Sagan-


Los avances en el campo de la neurociencia apagan muchas veces nuestro sentido del romanticismo y ese halo poético con el cual revestimos en ocasiones nuestras relaciones, cual caramelos algo envenenados. El amor está impregnado de dopaminas, y ello hace que muchas veces caigamos casi como narcotizados ante un vínculo del que nos cuesta mucho escapar o más aún: ver el daño que nos causa.

El amor es ciego, lo sabemos, y todos podemos caer en una de esas relaciones basadas en un apego insano, asfixiante e intenso a la vez. Sin embargo, es responsabilidad nuestra abrir los ojos para vernos primero a nosotros mismos. La relación que nos despersonaliza, que nos extrae esas entrañas privadas donde reside la autoestima y el autoconcepto no es saludable. Es como inmolarse en las hogueras de una inmerecida infelicidad.

Te proponemos reflexionar sobre ello.



El amor basado en el apego es pura adicción

Algo que resulta curioso dentro del plano científico o clínico es que se ha estudiado más la depresión asociada al desamor que el amor asociado a la manía, a la adicción. Esto es así por una razón muy sencilla: histórica y culturalmente se ha tenido una imagen de ese amor desmedido, apasionado, dominante y ciego como algo admirable, positivo y hasta inspirador.


Admitámoslo… A todos nos han vendido la idea de que los mejores amores son esos del todo o nada. Esos donde fundir las mitades de nuestro corazón hasta crear uno solo, esos donde dar el aliento para que el otro respire y ser rescatados de todos nuestros miedos, sanados de cada una de nuestras soledades. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado con todas estas imágenes, porque todas ellas esconden algo de tragicómico, pinceladas agridulces y el implacable veneno de las decepciones.

Hay que tenerlo claro, las relaciones basadas en el apego afectivo son insanas porque tienen en su mano esa goma de borrar que hace desaparecer todos los “autos” de nuestra personalidad, a saber: la autoestima, el autoconcepto, el autorrespeto… Además, cuando quedamos subordinados a este tipo de amores dependientes, por curioso que parezca, no es nada fácil ver lo que nos ocurre con claridad. No importa que otros nos avisen, de nada sirve que nos digan que “nosotros no somos así”.

El amor basado en el apego es obstinado y ciego y no tiene pies ni cabeza, pero sí un corazón grande y herido que necesita su droga afectiva, ese cuyo efecto secundario resulta implacable.



Te quiero por encima de los miedos, las soledades y la costumbre

TODO EL UNIVERSO EN UN SOLO ÁTOMO


PARALELOS ENTRE LA VISIÓN HOLOGRÁFICA DE LA COSMOLOGÍA MODERNA Y LA COSMOLOGÍA BUDISTA DEL SUTRA DE LA GUIRNALDA


En cada partícula de polvo hay tantos budas como hay partículas de polvo en todos los mundos. Cada buda en su lugar rodeado de varias asambleas cuales océanos de bodhisattvas.  

Avatamasaka Sutra



El Dalái Lama llamó al libro en el que establece un diálogo entre la ciencia y la espiritualidad budista El universo en un solo átomo. El título es significativo ya que este concepto --de la totalidad en la parte-- se encuentra tanto en la ciencia moderna como en el budismo.

El físico David Bohm, quien en gran medida fue el maestro de ciencia del Dalái Lama, desarrolló una interpretación de la mecánica cuántica en la que sugiere que la totalidad de la información del universo yace codificada en cada región del tiempo-espacio. Bohm fue quien primero introdujo la metáfora de un holograma para explicar la naturaleza del cosmos; en su teoría, el universo es como una imagen holográfica que, no importa cuántas veces sea dividida, mantiene la totalidad de la información de la misma (la noción de un universo holográfico es usada de manera distinta por los físicos actualmente: se dice que nuestro universo es la proyección tridimensional de una espacio base bidimensional). Bohm llamó a esta propiedad fundamental "holomovimiento" y con ella quiso explicar las extrañas propiedades de la física cuántica.

El holomovimiento es el flujo de la totalidad implicada; las cosas son vistas como constantemente emergiendo y disolviéndose en un océano indiferenciado de materia y conciencia. Las cosas que surgen, sin embargo, no existen de manera independiente o permanente sino que son imágenes de la totalidad indivisible; no pueden concebirse como entidades cerradas sino solamente como procesos, manifestaciones de un perpetuo devenir de infinito potencial. El lector notará evidentemente los paralelos con la filosofía de Whitehead y sobre todo con varias corrientes de filosofía oriental. La idea del universo como un proceso infinito que no puede ser delimitado o fijado en entidades individuales es central al budismo. En el libro mencionado el Dalái Lama da la visión cosmológica del Abidharma y del Kalachakra:

En el corazón de la cosmología budista yace no sólo la idea de que existen múltiples sistemas de mundos --infinitamente superiores en número a los granos de arena del río Ganges, según algunos textos-- sino también la idea de que están en un constante estado de surgir y disolverse. Esto significa que el universo no tiene un comienzo absoluto.

En el que me parece es el texto más psicodélico de la historia (así también descrito por su traductor Thomas Cleary) y en el cual se encuentran embriones de lo que hoy llamamos popularmente una visión fractal y una visión holística del universo, el Avatamasaka Sutra (el Sutra de la Guirnalda), se dice que existen tantos universos como el resultado del "cuadrado de lo incalculable" que es una función de lo "inefable", "multiplicado por sí mismo". Es en este texto del mahayana, que fue comenzado unos 500 años después de la muerte de Buda, que se introduce la metáfora de la red de Indra (o collar de perlas de Indra), algo así como la visión holográfica del universo de la antigüedad. El Dalái Lama la describe en El universo en un solo átomo:

En dicha red, ninguna joya yace en el centro o en la orilla. Cada una de las joyas está en el centro en el sentido de que refleja a todas las otras joyas de la red. Al mismo tiempo, está en la orilla en el sentido de que ella misma es reflejada en todas las otras joyas. Dada la profunda interconexión del universo, no es posible tener conocimiento ni siquiera de un solo átomo sin ser omnisciente. Conocer completamente un solo átomo significa conocer todas sus relaciones con todos los fenómenos de un universo infinito.

Esto es así, según el budismo mahayana, porque todas las cosas se originan en interdependencia, coemergen, no tienen existencia inherente, su existencia está dada solamente en una red de relaciones que no tiene principio ni final, por lo cual hasta la cosa más pequeña depende de todas las otras (esto es otra forma de decir que el universo está vacío). Por fortuna, según el mismo budismo mahayana, la mente búdica es omnisciente y cada uno de nosotros en la pureza de nuestra mente es un buda, así que quizás no nos esté velada esta posibilidad majestuosa de conocer la totalidad del universo en el destello de un solo átomo.

Como inspiración en este hipotético sendero de visión holográfica consideremos algunos de los extraordinarios versos del Sutra de la Guirnalda, en los cuales se establece la noción fundamental de unidad entre los átomos, los universos y los budas. Nos dice el sutra de manera incansable que existen tantos budas como átomos en los universos, lo cual parece sugerir que la realidad entera está iluminada:

viernes, 17 de marzo de 2017

Los increíbles efectos del incienso sobre el cerebro


Si sueles quemar incienso en casa, estás incidiendo directamente sobre tu cerebro, probablemente sin saberlo. De hecho, durante siglos diferentes religiones han sostenido que quemar incienso es bueno para el alma.

Y todo parece indicar que no andaban muy desacertadas ya que ahora un equipo de biólogos de la Universidad de Johns Hopkins y la Universidad Hebrea de Jerusalén afirma que también es positivo para el cerebro y explican que sus propiedades psicoactivas podrían ser la razón por la cual las personas siguen quemando incienso en las prácticas religiosas, a través del tiempo y a lo largo de todo el mundo.

El incienso tiene propiedades ansiolíticas y antidepresivas

Estos investigadores descubrieron cómo el franquincienso, una resina de la planta boswellia sacra, también conocida como el árbol del incienso, actúa a nivel cerebral para combatir la ansiedad o la depresión. De esta forma, podríamos tener a la mano una poderosa herramienta para aliviar los síntomas ansisosos o depresivos, sin saberlo.

Básicamente, el poder curativo de esta práctica radicaría en el acetato de incensole, un compuesto de la resina que se extrae del árbol del incienso. De hecho, estos investigadores expusieron a unos ratones a esta sustancia y apreciaron que tenía efectos antidepresivos y ansiolíticos.

Al analizar con mayor profundidad su acción descubrieron que el acetato de incensole actúa en algunas áreas del cerebro vinculadas con las emociones, así como en los circuitos sobre los que normalmente inciden los medicamentos para la depresión y la ansiedad.

De hecho, descubrieron que quemar incienso activa una proteína denominada TRPV3, la cual está presente en el cerebro de todos los mamíferos, incluyendo los humanos, y desempeña un rol importante en la percepción de la temperatura a través de la piel y la regulación emocional.

El acetato de incensole también tiene propiedades antiinflamatorias.

¿Sabías que tienes un sistema inmunitario psicológico?


El sistema inmunitario nos protege contra toda clase de agentes infecciosos que abundan en el medio. De hecho, es imposible controlar nuestra exposición a virus, bacterias y demás agentes patógenos, pero si tenemos un sistema inmunitario fuerte y sano, nuestras probabilidades de enfermar se reducen.

No obstante, psicólogos como Dan Gilbert, de la Universidad de Harvard, creen que también tenemos un sistema inmunitario psicológico. Y las personas que lo fortalecen pueden lidiar mejor con las adversidades y los problemas, sin que estos sumen demasiada ansiedad, depresión o desesperanza.

Según esta teoría, de la misma manera que existen personas que prácticamente son inmunes a los virus y casi nunca se enferman, también hay quienes pueden enfrentar las peores tragedias con mayor entereza de ánimo mientras otros se desmoronan, entristecen o estresan ante los problemas más nimios.

Sin embargo, lo cierto es que todos tenemos un sistema inmunitario psicológico. Los estudios indican que aproximadamente el 75% de las personas logran encontrar un nuevo equilibrio que les permite ser felices al cabo de los dos años después de haber sufrido una gran tragedia.

El sistema inmunitario psicológico se encargaría de construir una red de seguridad que nos proteja de los efectos del estrés crónico y nos dé fuerzas para soportar los eventos más terribles. Mientras que el sistema inmunitario biológico nos mantiene vivos para protegernos de las enfermedades, el sistema inmunitario psicológico amortigua el impacto de los golpes emocionales y nos permite seguir adelante.

Sobrevalorarse como estrategia para proteger la autoestima

El sistema inmunitario psicológico activa diferentes estrategias para protegernos, una de ellas consiste en evitar que nos odiemos por nuestros fracasos. Esa es la razón por la cual tenemos la tendencia a atribuir los problemas a factores externos, como el gobierno, un subalterno incompetente o simplemente la mala suerte.

De esta forma preservamos nuestra autoestima y no nos sentimos tan deprimidos, frustrados o desesperanzados. De hecho, un estudio llevado a cabo en la Virginia Commonwealth University reveló que las personas con tendencia a la depresión en realidad tienen una perspectiva más objetiva del mundo y suelen ser más lógicas y reflexivas. Al contrario, quienes mantienen una actitud más optimista es porque ponen en práctica determinados sesgos que les ayudan a lidiar mejor con su realidad.

Por eso, no es extraño que cuando nos comparamos con los demás pensamos que somos más inteligentes, que tenemos menos prejuicios, que somos más éticos y que viviremos más años.

No se trata de algo negativo. De hecho, psicólogos de la Universidad de California afirman que los estados mentales de autoafirmación positiva, incluso las ilusiones positivas, contribuyen a disminuir nuestro nivel de estrés. Estos investigadores apreciaron que las enfermedades incurables avanzaban con mayor lentitud en las personas que albergaban ilusiones optimistas, aunque fueran poco realistas, ya que estas tienen un efecto protector.

Desde el punto de vista biológico, esto se debe, en parte, a la acción del eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que regula desde la digestión y la temperatura corporal hasta el humor, la energía física y el sistema inmunitario biológico. Este eje también modula nuestra respuesta ante el estrés, por lo que se ha apreciado que las personas con una percepción positiva tienen un eje hipotalámico-pituitario-adrenal más saludable que quienes tienen una percepción más negativa de la vida y de sí mismos.

Solo es necesario asegurarse de que no perdemos demasiado el contacto con la realidad y que esas ilusiones no son tan irreales que terminen haciéndonos daño.

Nuestra mente piensa en positivo automáticamente

Varios estudios sugieren que las personas tienen un temor infundado a los eventos negativos. Solemos imaginar las peores consecuencias y suponemos que reaccionaremos muy mal aunque en realidad cuando nos enfrentamos a esos problemas solemos responder mejor de lo que pensábamos. Esto se debe a que normalmente subestimamos nuestra resiliencia. Por consiguiente, ni los eventos positivos ni los negativos cambian tanto nuestra vida como pensábamos.

De hecho, cuando se trata de lidiar con la adversidad, es mejor dejar que nuestro inconsciente tome las riendas. Un estudio llevado a cabo en la Universidad Estatal de Florida reveló que cuando irrumpen en nuestra mente pensamientos sobre la muerte, ya sea la propia o la de personas que queremos, nuestro cerebro no se queda paralizado en la negatividad o el miedo durante mucho tiempo sino que intenta moverse hacia pensamientos más positivos.

En el experimento, los psicólogos prepararon a más de 100 personas para que pensaran en su propia muerte. A otro grupo le pidieron que imaginaran un evento desagradable, como ir al dentista. Luego les presentaron algunas raíces de palabras que debían completar, como “go”, a partir de la cual podían escribir términos como “gobierno” o “gozo”. Así los investigadores evaluaban su estado emocional inconsciente.

Descubrieron que quienes habían pensado en la muerte solían elegir palabras más positivas, como “gozo”. Este mecanismo que ocurre a nivel inconsciente es el sistema inmunitario psicológico en acción, intentando mitigar los efectos del dolor y el sufrimiento, llevándonos a ver la parte positiva de la vida, incluso cuando estamos ante los eventos más desoladores.

¿Cómo fortalecer el sistema inmunitario psicológico?