viernes, 21 de abril de 2017

El sueño de la separación


Desde el punto de vista de la consciencia ordinaria, la separación parece ser una parte básica de la condición humana. La mayoría de los seres humanos se experimentan a sí mismos como egos atrapados dentro de su propio espacio-mente, observando un mundo que parece estar ahí fuera, en el otro lado de sus cráneos. Como resultado, el estado humano normal es uno de soledad. Siempre somos espectadores en lugar de participantes. Podemos comunicarnos con otras personas hablando, escribiendo o gesticulando, pero nunca serán capaces de conocernos de verdad, o compartir nuestros pensamientos y sentimientos. Nuestro ser interior siempre estará sellado para ellos.

La ego-separación también crea una sensación de incompletitud. Porque como estamos separados del mundo, somos como fragmentos que se han desprendido del todo, y así tenemos una sensación de insuficiencia. Hay una especie de agujero dentro de nosotros, y pasamos la mayor parte de nuestras vidas tratando de llenarlo (pero muy rara vez se logra), como los gatos que son apartados de su madre al nacer y que siempre están anhelando afecto y atención para tratar de compensar una sensación de carencia. Los cristianos renacidos dicen algo parecido a esto cuando dicen que hay un agujero en forma de Dios dentro de nosotros, aunque en mi opinión, la religión tradicional tampoco puede llenar ese agujero, sólo proporciona el mismo consuelo (en última instancia incompleto) que la riqueza o el éxito.

Como resultado de esta soledad e incompletitud, no nos sentimos completamente en casa en el mundo. No estamos completamente arraigados aquí, y así nos sentimos de alguna manera a la deriva, como si no perteneciéramos del todo, como las personas que han viajado alrededor del mundo durante tanto tiempo que ya no se sienten como en casa en ningún lugar. Mientras que los pueblos indígenas tradicionales parecen percibir el mundo como un lugar benigno y benévolo, a nosotros nos parece indiferente e incluso vagamente malévolo.

Además, nuestro ego-aislamiento genera un sentido básico de inseguridad e insignificancia. Nuestro propio ego es tan pequeño y tan débil frente al enorme mundo de ahí fuera, como una pequeña cabaña de madera en la playa al borde de un vasto océano. Nos sentimos empequeñecidos por el gran peso de los fenómenos y acontecimientos que tienen lugar ahí fuera. ¿Cómo podemos tener alguna importancia en relación con ellos? ¿Cómo puede esta frágil entidad dentro de nuestra cabeza hacer frente al poder del mundo?

Efectos más amplios de la Separación

Sin embargo, los efectos de esta separación se extienden mucho más allá del individuo. De hecho, me gustaría ir tan lejos como para decir que el sentido de separación es la causa raíz del constante conflicto, la guerra y la opresión que han asolado la historia humana. La sensación humana de incompletitud genera un deseo de posesiones, poder y estatus, como una forma de tratar de completarnos a nosotros mismos y compensar nuestra discordia interior. Tratamos de completarnos a nosotros mismos ―y hacernos importantes― ganando poder sobre otras personas o amasando riquezas y posesiones.

Este deseo de riqueza y poder es también la causa fundamental de la guerra y la opresión, junto con la reducida empatía que la separación causa. El yo separado nos aísla de otros seres humanos, haciendo que sea difícil para nosotros "sentir con" ellos y experimentar el mundo desde su perspectiva. Esto hace posible que seamos violentos y crueles con otras personas, ya que no podemos sentir el sufrimiento que les causamos. Así que los oprimimos y explotamos al servicio de nuestros propios deseos. Oprimimos a la mujer, a los miembros de clases o castas inferiores, a los de diferentes razas, para que podamos ganar más poder, estatus y riqueza.

El sentido de separación es también la causa de nuestro abuso del medio ambiente. Esto significa que experimentamos una sensación de "otredad" hacia la naturaleza, y que no podemos sentir su vivacidad, y como resultado no sentimos ningún reparo en explotar y abusar de ella.

¿Por qué la separación?

Los 4 dones de las personas altamente sensibles


Cuando uno se ve en minoría frente a la gran mayoría, la primera sensación es sentir desventaja y miedo. ¿Por qué percibo las cosas de un modo diferente? ¿Por qué sufro más que el resto? ¿Por qué encuentro alivio en mi propia soledad? ¿Por qué observo y siento cosas que los demás suelen pasar por alto? Quizás formes parte de las personas altamente sensibles (PAS).

Ser parte de eso 20% de la población que se reconoce a sí misma como una persona altamente sensible (PAS) no es una desventaja, ni te etiqueta como “diferente”. Es muy posible que a lo largo de tu vida, y en especial durante tu infancia, fueras muy consciente de esa distancia emocional, y de como en ocasiones, tenías la sensación de vivir en una especie de burbuja de extrañeza y soledad.


La alta sensibilidad es un don, una herramienta que te permite poder profundizar y empatizar más con las cosas. Pocas personas tienen la capacidad de llegar a este punto de aprendizaje vital.


Fue Elaine N. Aron quien a principios de los 90, ahondando en la personalidad introvertida, detalló con minuciosidad los rasgos de una nueva dimensión no descrita hasta entonces, y que reflejaba una realidad social: la de las personas altamente sensibles, reflexivas, empáticas y a la vez, reactivas emocionalmente.

Si es tu caso, si te sientes identificado/a con esos rasgos que la doctora Aron nos dejó en su libro “The Highly Sensitive Person”, es importante que te convenzas también de que la alta sensibilidad no es un motivo para sentirte extraño o diferente. Al contrario, debes sentirte afortunado por contar con estos 4 dones.

1. El don del conocimiento emocional

Ya desde la infancia, el niño con alta sensibilidad va a percibir aspectos en su día a día que le van a ofrecer una mezcla de angustia, contradicción y fascinante curiosidad. Sus ojos captaran aspectos que ni los adultos tienen en cuenta.

Esa mueca de frustración en sus maestros, la expresión de preocupación en su madre… Serán capaces de percibir cosas que otros niños no ven, y ello, les enseñará desde muy pequeños que la vida es a veces difícil y contradictoria. Verán el mundo con la mirada de niño que se abre tempranamente al mundo de las emociones sin saber aún que las guía, que las hace vibrar o qué afila el sufrimiento adulto.



El conocimiento de las emociones es una arma de callado poder. Nos acerca más a las personas para entenderlas, pero a su vez, también nos hace más vulnerables al dolor.


La sensibilidad es como una luz que resplandece, pero a su vez, nos hace más vulnerables al comportamiento de los demás, a las mentiras piadosas, a los desengaños, a las ironías… ¡Es que todo te lo coges a la tremenda! te dirán a menudo, ¡Es que eres muy sensible! te comentarán otros. Y así es, pero eres lo que eres. Un don exige una alta responsabilidad, tu conocimiento sobre las emociones te exige también saber protegerte. Saber cuidarte.

2. El don de disfrutar de la soledad

Las personas altamente sensible encuentran cierto placer en sus instantes de soledad. Son rincones que buscan con anhelo para llevar a cabo sus tareas, sus aficiones. Son personas creativas que disfrutan de la música, de la lectura… Y aunque ello no quita de que disfruten también de la compañía de otros, es en soledad cuando más satisfacción encuentran.





Las personas altamente sensibles no temen a la soledad. Son esos instantes en que pueden conectar más íntimamente con ellos mismos, con sus pensamientos, libres de apegos, lazos y miradas ajenas.


3. El don de una existencia desde el corazón



jueves, 20 de abril de 2017

Barriendo la psique con “amor cuántico”


Si durante el último artículo habíamos empezado a hablar de las dos fuerzas que básicamente mueven el mundo, ahora nos centramos en la forma de trabajar con ellas, y aprender a usarlas como lo que son, energías que sirven para poder ejecutar acciones, tomar decisiones, y manifestar la realidad en la que vivimos. Nada puede funcionar sin energía, ya que de energía está compuesto todo lo que existe, así que, teniendo en cuenta que ambas “gasolinas” tienen octanajes y calidades diferentes, lo más obvio es saber que se pueden usar para cosas distintas, y que no son compatibles entre sí.


Un canal de acceso a la energía

Para usar la energía del amor “puro”, es necesario poseer acceso a esa fuerza de alguna forma. En algún artículo anterior ya hemos hablado del acceso a la “esencia” de cada uno de nosotros, cuando explicábamos cómo hacer sanaciones y cómo transmutar bloqueos energéticos usando la parte más pura y de mayor vibración que poseemos. Este acceso, que todo el mundo tiene y que podéis volver a leer en este artículo donde se explica un pequeño ejercicio para ello, no deja de ser nada más que un canal a través del punto del sistema energético que solemos llamar el “Hara”, para poder atraer al plano físico parte de esta energía que luego puede ser usada y redirigida para otros menesteres y funciones.

Obviamente, no vamos a usar la energía del miedo para nada, ya tenemos bastante de esta otra “gasolina” imbuida en nuestro día a día, en nuestros sistemas de gestión, en nuestros medios de comunicación y en las rutinas bajo las que vivimos constantemente, así que la idea es empezar a sustituirla, o al menos a contrarrestarla, con la potencia que cada uno tiene en su interior y que puede ser accedida con relativa facilidad si hacéis el intento de sintonizarla, conectar con ella y atraerla hacia nuestra dimensión física.


Una capacidad inherente a todos

Y es que, como decíamos en el post anterior, todos los seres humanos como parte de nuestra función en el planeta tenemos la capacidad y propósito de canalizar y proyectar esta energía hacia nuestro plano físico, siendo los responsables de la co-creación de nuestra realidad en el mismo, usando esta materia prima de amor, como sustrato de construcción, así que no es más que cuestión de ver si somos capaces de empezar a usarla, dejando a un lado el concepto más romántico del tema, y viéndolo más como un potente catalizador y motor para cambiar las cosas en nosotros mismos, y en nuestra realidad.

Para empezar, la intención de llevar la energía hacia algún punto del cuerpo ya la dirige hacia allá, es algo sabido por muchos de vosotros y no tiene ninguna dificultad el hacerlo, pudiendo ser comprobado por todo el mundo que lo quiera probar y sentir, pero lo que vamos a hacer es usar esta energía para aprender a manifestar y mover cosas en los cuerpos superiores, que luego terminen provocando cambios y detonando modificaciones en la realidad física. Dicho con otras palabras, vamos a dotar del combustible adecuado a los mecanismos que rigen la proyección holocuántica de aquello que llamamos “nuestra realidad”, para que estos tomen fuerza y la calidad energética adecuada para su correcta manifestación.


Un barrido en la psique

Una vez somos capaces de intencionar que la energía de nuestra “esencia”, que es lo más cercano al concepto de “amor cuántico” del que hemos hablado, se mueva de un punto a otro de nuestra estructura energética, vamos a llevarla a nuestra mente, dándole la orden de que se imbuya en nuestras esferas mentales para que “borre” todas aquellas formas energéticas que no estén alineadas, y que no resuenen con la misma frecuencia y vibración que esta energía. Esto, al menos en un primer intento, hará una pequeña limpieza superficial de formas energéticas densas, y que puedan ser transmutadas y liberadas.

Con un poco de práctica, y si os estudiáis un poco la estructura de la psique que explicamos y tenéis disponible en este vídeo, podréis afinar más y dirigir esta energía esfera a esfera, o componente a componente, para poder “barrer” parte del “polvo” que se ha ido acumulando, tanto en la mente como en el cuerpo mental (habiendo que hacer el mismo ejercicio para este último).

¿Podemos borrar todo lo que está ahí acumulado?

Sobre las limitaciones del ser humano y de las razas que las provocaron


Empezamos un tema complementario, y más que interesante, respecto a los últimos artículos, donde hemos explicado las funciones principales de dos de los cuerpos sutiles que marcan una gran parte de la manera en la que dirimimos con nuestra experiencia terrenal. Ahora, en las próximas semanas, vamos a trabajar algunas funciones de la psique que nos van a ir dando una comprensión cada vez más profunda de cómo el cuerpo emocional, y el cuerpo mental, se combinan, de forma única, para poder dotar al ser que somos del entorno en el que experimentar la vida, con sus potenciales y con sus limitaciones. Hoy, como introducción, daremos una explicación del por qué de esas limitaciones impuestas en nosotros y su origen.


Capacidades latentes a la espera de ser despertadas

Cuando el ser humano, el cuerpo físico que usamos, fue manipulado genéticamente hace muchos miles de años, para propósitos que muchos de vosotros ya conocéis o intuís, fue dotado del potencial latente para también llegar a cotas muy altas de desarrollo evolutivo por las leyes del balance, del equilibrio y de los procesos que rigen la vida en la Creación.

Es decir, no se puede crear o destruir algo del todo sin dejar latente la posibilidad de que aquello que se crea o se destruya pueda revertirse, sea con un cierto esfuerzo, trabajo o ayuda, pero siempre ha de estar latente la posibilidad de que pueda producirse un proceso de transformación que dé la vuelta por completo a aquello que ha sido limitado. En este caso, lo limitado, fue el potencial humano, a través de su vehículo físico, emocional y mental, pero no eliminado, por lo tanto, en todos y cada uno de los seres humanos está latente el potencial infinito de todos los niveles que nos componen.

A nivel físico, el ser humano tiene ADN que podría despertar capacidades literalmente “sobrehumanas”, ya que poseemos ADN, de muchas razas, “dormido” en nosotros. A nivel de cuerpo emocional y mental, tenemos potenciales también latentes que podrían darnos un dominio de la estructura de la realidad y un control de la misma, que ahora no tenemos, y que están en proceso de ser, igualmente, en algún momento, activados.


Una guía interior para el proceso

En este caso, el despertar y reversión de las limitaciones que se impusieron a nuestra especie cuando el cuerpo físico que usamos, y las estructuras mentales y emocionales que tenemos, fueron adaptadas a las necesidades de aquellos “dioses de la antigüedad” (las diferentes razas que intervinieron en las sucesivas modificaciones de nuestro cuerpo), requiere del trabajo interior de cada persona, guiados por la parte de ellos que es consciente de esas limitaciones, y que conoce aquello que debe ser modificado, despertado o sanado, para que este proceso se ponga en marcha.

Es por esa razón que ya explicamos en el artículo sobre “quién detona los cambios en mi”, que es nuestro ser, nuestro Yo Superior, y partes de nosotros que, por derecho propio y diseño de la estructura multidimensional de aquello que somos, son los encargados de ir dando los pasos e ir moviendo los hilos para que, desde lo más profundo e intangible, hasta lo más físico y externo, esta transformación se vaya dando.

Es evidente que no hay demasiadas personas, en estos momentos, que estén preparadas para revertir todos aquellos cambios y limitaciones sufridas en su totalidad, algo que sería un proceso relacionado con la escala de “tipos de hombres” de la que hablaba Gurdjieff, pero eso no quiere decir que no estemos, consciente o inconscientemente, listos individualmente para revertir aquello que pueda ser revertido, y para lidiar con las limitaciones impuestas a cada ser humano por el sistema de control en la justa medida en que las capacidades y estado evolutivo actual de cada uno lo permita.


Toda limitación, obstáculo o bloqueo tiene una razón evolutiva

Como a todos los seres humanos, se nos bloquea siempre en la medida en la que el sistema percibe que somos un peligro potencial de una u otra forma, cosa que luego sirve, a nivel evolutivo, para que cada uno de nosotros sane sus propios bloqueos y limitaciones, y eso nos haga crecer como personas. Así, mientras que se permite inicialmente que se instalen y se lleven a cabo esas manipulaciones en todos nosotros (o por leyes y procesos que posiblemente no lleguemos a comprender aún se permitieron en su día), siempre es para que sirvan para detonar procesos de cambio interior que nos lleven a cada uno a expresar lo mejor que tenemos dentro.


Cuatro grandes razas en control

miércoles, 19 de abril de 2017

Las energías del miedo y del amor


Tal y como dijimos en el artículo anterior, vamos a empezar a trabajar y explicar diferentes conceptos energéticos presentes y que forman parte de la experiencia humana y de la forma en la que nuestra psique está constituida. Hablar de las energías de miedo y amor es hablar de los dos componentes básicos que moldean la interacción humana en el mundo en el que vivimos. Todo puede reducirse, si fuéramos un poco drásticos, a energías de miedo, o basadas en él, o energías de amor, o derivadas del mismo. Como los dos extremos de un péndulo, son dos fuerzas que antagonizan, y si una está, la otra no suele poder hacerlo también a la vez.

Evidentemente, todo miedo puede ser transmutado con amor, pero con amor “cuántico”, pues el amor “romántico” que fluye por las capas más bajas del sistema energético humano tiene bastante sustrato también de miedo: de miedo a quedarse solo, de miedo a que no nos quieran, de miedo al sufrimiento, de miedo a perder a la persona con quien estamos, etc., por lo tanto, ese amor “real”, o ese amor cuántico que es el polo opuesto al miedo como energía, no es el amor de nuestras películas y series, de relaciones basadas en la necesidad o el aprovechamiento mutuo, sino el amor como bloque básico de creación de todo lo que es consciente y vivo en el universo.


El sustrato base de la Creación

Para poder entender el amor es necesario entender que no hay nada que pueda existir sin una energía base que lo forme. Esa energía base es consciente, y tiene una vibración, frecuencia y cualidad que le hace ver a todo como parte de todo, y sentirse parte de todo eso a su vez, pero que, cuando llega a niveles más densos y llega a convertirse en emoción humana, y usamos la palabra amor para definir algo que sentimos viene de esos otros niveles más elevados, no estamos describiendo o percibiendo sino el pálido reflejo en el mundo físico de lo que el amor es realmente como energía y sustrato en toda la Creación.

No hay forma de hacerle comprender a la mente humana este concepto si no es a través de algún tipo de experiencia sublime, en la que se pueda llegar a alcanzar en algún momento una conexión con esta vibración en su estado más puro y real. Los que han tenido atisbos de ese amor como sustrato básico de Todo, se dan cuenta de lo difícil que es expresarlo y explicarlo a otros, ya que es algo que solo sentido, vivido y experimentado en uno mismo, a través de la conexión que todos tenemos con otros planos donde esta energía es pura, creativa y sin distorsionar, radiante y luminosa, uno puede comprender lo que es realmente. Luego, al ser canalizada con mayor o menor distorsión hacia el plano físico, a través del sistema energético, aun disminuida en frecuencia, filtrada y coloreada ya por las emociones y formas mentales, nos permite tener un sentimiento al que le ponemos el mismo nombre, amor, aunque solo sea un sucedáneo del concepto original.


El miedo, motor de la sociedad

Por otro lado, el miedo es la contrapartida energética terrenal que mantiene una parte del sistema de vida humano en funcionamiento, pues la mayor parte de las personas hacemos casi todo por miedo. Vamos a trabajar por miedo a la falta de recursos, miedo a ser dejado de lado en la sociedad, miedo a no tener nada que hacer, a no ser útil, a no ser reconocido, importante, aceptado, a no estar integrado con los demás, etc. Entramos en relaciones, a veces (no quiero generalizar), por miedo a quedarnos solos, a que nadie nos acepte, a no seguir las normas sociales o vernos apartados por ellas, etc. Acatamos resoluciones, imposiciones y órdenes por miedo a las consecuencias, por miedo a sufrir, por miedo a ser castigados, etc.

Así que, en general, una parte de las acciones y mecanismos que rigen aún el sistema de control de la vida humana funcionan gracias al miedo. ¿Y esto porqué?

CÓMO CONVERTIRTE EN CRISTO, SEGÚN PHILIP K. DICK


EL ESCRITOR DE CIENCIA FICCIÓN Y MÍSTICO PHILIP K. DICK SOBRE CÓMO DEJAR QUE SE PRODUZCA EL ESTADO DE TOTAL DIVINIDAD EN EL INDIVIDUO

Philip K. Dick se ha convertido en los últimos años en el escritor de ciencia ficción más exitoso, si consideramos todas las películas y series que se han realizado a partir de sus obras, que algunos consideran proféticas de la distopía y enajenación que producen la tecnología y el capitalismo. La vida de Dick, sin embargo, fue bastante dura y no conoció dicho éxito realmente. Sus últimos años fueron consagrados a intentar entender una serie de asediantes visiones gnósticas, las cuales plasmó en su obsesiva The Exegesis (publicada póstumamente).

Dick se identificó con una veta del gnosticismo cristiano radical (no sin cierta paranoia), que considera que este mundo es una ilusión o simulación generada por un demiurgo que oscurece la luz verdadera de la divinidad con sus artificios (en este sentido, similar a la cábala luriana). Creía, sin embargo, que el ser humano era una imagen o una emanación de Cristo y podía despertar al estado crístico a través de un proceso que involucraba sobre todo el recuerdo de la naturaleza verdadera o anamnesis. Dick pensaba que Cristo se emanaba a sí mismo en la humanidad, jugando un juego de olvidar su propia naturaleza para despertar. Dick escribe en The Exegesis:

El creador puede permitirse descender a su propia creación. Puede permitirse eliminar sus memorias (de su identidad) y sus poderes supernaturales... El creador de manera deliberada planta señales en esta irreal creación --señales las cuales astutamente sabe que en el tiempo (eventualmente) le restaurarán su memoria (anamnesis)... Así que ha construido un sistema a prueba de fallas. No hay forma de que no recuerde eventualmente. Se ha hecho sujeto a un espacio espurio, tiempo y mundo (y muerte, dolor, pérdida, decadencia, etc.), pero tiene estas señales que desinhiben o estimulan distribuidas estratégicamente en el tiempo-espacio. Así que es él mismo quien se manda a sí mismo la carta que restaura la memoria.

En esto Dick sugiere un paralelo con el cuento gnóstico de la Leyenda de la Perla. Lo anterior recuerda también una de las frases mas memorables de Borges y por supuesto, más tarde en la historia, la trama de la película The Matrix. Escribe Borges:

El mayor hechicero (escribe memorablemente Novalis) sería el que el que se embrujara él mismo al punto de tomar sus propias fantasmagorías por apariciones autónomas. ¿No sería esta la verdad de nosotros? Yo conjeturo que así es. Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.

Dick mantiene que:

un humano puede evolucionar a ser Cristo si Cristo ignita su propio ser en el humano y lo posee... en el momento cuando se lanza el último golpe (de dolor, lesión, humillación, muerte) es Cristo quien está ahí remplazando a la víctima y recibiendo el golpe.

De aquí que sea al recibir el sufrimiento con dignidad y confianza que uno pueda dejar entrar, como si fuere, el programa crístico. Dick no parece decir que uno deba sufrir sino que, ya que la vida es sufrimiento (muerte, vejez, enfermedad, pérdida), es en cómo se encara este sufrimiento que la divinidad emerge:

Huir del sufrimiento inexorablemente involucra fugarse de la vida (la realidad)... pero el secreto y misterioso opuesto de esto, encarar plenamente el sufrimiento --sin vacilar--, puede producir una alquimia mágica: de repente eres tú/de repente es Cristo/así que debes igualar (ser) Cristo.

Podemos interpretar aquí que el genuino sufrimiento, al de alguna manera anular la personalidad y la identificación con un yo separado, en la fe y en el significado de algo más grande, que trasciende la pequeña vida mundana, hace un vacío, crea lo que los místicos cristianos llamaban la kenosis, el vaciamiento de la propia voluntad en favor de la voluntad divina. El sufrimiento es una forma de éxtasis, uno se disuelve en su plenitud, plétora de sensación y universo; vacío de identidad individual: sólo eres sufrimiento... Esta renuncia es por una parte la prueba de la fe, y por otra parte el acto psicoespiritual mismo de aniquilarse para que nazca otra vez la divinidad en uno. Es en este momento de pasión que se cumple la promesa que alimenta la fe, de la divinidad interna, de la divinidad que nunca ha existido separada. Así también se cumple esta especie de tikkun olam en el que, como Dick escribe, "es el salvador quien debe ser salvado y quien en un sentido real es idéntico a aquel que salva". Esta divina metamorfosis no es finalmente más que una homologización del Uno con la creación, la reinstalación del Logos.



De aquí que el mal no exista absolutamente, sino como parte de esta obra mesiánica:

martes, 18 de abril de 2017

La Consciencia lo es todo



Este Advaita, del que hablo, no es en realidad una filosofía porque no se aferra a ningún principio. Es simplemente una recopilación de directrices y conceptos, y declara que ninguno de ellos es verdadero en un sentido absoluto. Se trata de indagar dentro de las limitaciones y los conceptos erróneos sobre cómo son las cosas. Por ello más que una verdad absoluta es un proceso. Sus enseñanzas contienen una serie de herramientas.

La herramienta primordial es que todo es Consciencia; todo es Uno. O, para ser más precisos, Advaita, si se traduce literalmente, significa "no dos". Ésa es la directriz más esencial. No es una verdad. Y una directriz se debe utilizar como medio para averiguar qué es verdaderamente válido; para indagar dentro de uno mismo y descubrir la propia naturaleza. Es un proceso que, cuando ocurre, se entiende como una parte natural del fluir de la vida.

Así que la Enseñanza como ocurre ahora, ya está surtiendo efecto en este momento. Si hay un "yo" autor presente, dirá: "Mira lo que he hecho. He pensado, me he dado cuenta, hoy he visto y he prestado atención, y por ello he obtenido tantos beneficios y resultados". El entendimiento es que es la Enseñanza misma la que te ha hecho reaccionar de la forma que ha querido. Es la Enseñanza misma la que, por su propia fuerza, tiene un impacto sobre ti.


A lo que esta enseñanza apunta es a que la Consciencia es la autora de todas las acciones y la que da vida a todo. Actúa a través de estos instrumentos humanos de la misma manera que actúa a través de los árboles, los pájaros o las cataratas. Los humanos están estructurados de tal forma que cuando la fuerza de la vida fluye a través de ellos reaccionan de acuerdo a su programación. Por lo tanto, hay organismos asesinos, organismos trabajadores, organismos perezosos; todos están creados para efectuar diferentes acciones. Hay organismos de perros, organismos de ardillas, organismos de peces, cada uno de los cuales actúa de acuerdo a su naturaleza biológica y a su programación. La Consciencia actúa a través de todo.

Cada organismo humano está programado genéticamente para producir una amplia variedad de acciones y reacciones. Tiene instintos y necesidades físicas. El organismo reacciona a esta programación de forma orgánica. Necesita aire y luchará para conseguirlo. Necesita agua; necesita comida; necesita calor y cobijo; tiene necesidad de sexo; tiene necesidad de todo tipo de cosas. Las necesidades del organismo le llevan a la acción, de forma completamente independiente a cualquier "yo" egóico. Tus propias investigaciones te mostrarán que no se necesita la presencia de un "yo" egóico para que la acción ocurra.

Es el ego o la mente pensante la que falsamente reivindica la autoría de la Consciencia como "mi" acción. Vocifera y amenaza, sugiriendo que si "yo" me voy no se hace nada. Lo que, por supuesto, ¡es ridículo! Está claro que ése no es el caso. En la ausencia de este "yo" egóico, se crea todo el universo.


La Consciencia lo es todo

Cómo tomar una decisión que cambiará tu vida


La mayoría de las veces somos conscientes de que hay algo importante en nuestras vidas que necesita algún cambio. Incluso a veces sabemos de qué clase de cambio se trata: terminar una relación de pareja, dejar un trabajo o irnos de algún sitio. Sin embargo, no encontramos la ruta que nos lleve del propósito a la acción. Nos nublamos y posponemos esa decisión indefinidamente.

Una decisión trascendental está compuesta esencialmente de dos elementos. Primero, debes haber identificado que en verdad existe un problema grave. Y segundo, ya sabes que es necesario cambiar esa situación para superar el problema. Entiendes que ya no es hora de paños de agua tibia, sino que tienes que tomar medidas concretas y, muchas veces, radicales.


“En cualquier momento de decisión, lo mejor que puedes hacer es lo correcto, la mejor cosa siguiente es lo incorrecto y lo peor que puedes hacer es nada”.

-Theodore Roosevelt-

Frente a los graves problemas, casi todos llegamos hasta ahí. Después, nos distraemos con otras cosas o dejamos pasar el tiempo “a ver qué pasa”. No terminamos de tomar la gran decisión que sabemos que debemos adoptar. Quizás lo que necesitamos es de un método para pasar del pensamiento a la acción o para, sencillamente, aceptar que no queremos darle un giro radical a esa situación.


Enseguida vamos a presentar algunas sugerencias que pueden ayudarte en ese difícil proceso de tomar una decisión trascendental. No se trata de un “paso a paso” que debes seguir al pie de la letra, sino de unas pautas acerca de las etapas que es necesario completar antes de llevar a la práctica una decisión definitiva.

Elimina la idea de que tu decisión va a terminar con todas las dificultades

A todos nos encantaría encontrar una decisión perfecta. Una que solucione todo de una vez. Que resuelva los inconvenientes y los erradique al cien por ciento. O sea, una decisión tipo “chuza” o “moñona”. Como en los bolos, que lanzas y tumbas todos los pines de una vez. Para decepción nuestra, ese tipo de decisiones no existen.



Toda decisión implica una o varias pérdidas. No se toma una decisión porque lo resuelva todo, sino porque nos lleva a una situación que mejora significativamente, algún aspecto de la vida que es importante para nosotros. La decisión resuelve un problema que es crucial, pero deja intactos otros elementos que igual tendremos que resolver.

La decisión trascendental también implica una dosis de inconformidad, sufrimiento o privación. Por eso necesitamos valor para tomarla. Piensa que si lo hacemos es porque el problema que queremos resolver ejerce una influencia tan negativa en nuestra vida que hace válidos los sacrificios necesarios para superarlo.

Identifica los riesgos y peligros involucrados en la decisión

Toda decisión trascendente implica también un conjunto de riesgos y, a veces, de peligros. Antes de dar el paso siguiente, debemos intentar delimitar el lugar de los pozos en los que podemos caer. Esto no solamente aumentará la fortaleza para seguir adelante, sino que además le otorgará más firmeza y conciencia a lo que estamos decidiendo.



Aquí es válido utilizar el viejo truco de la lista. Toma una hoja de papel y escribe todos los riesgos implicados en tu decisión. Sé concreto. Trata de ser muy preciso. Identifica cada riesgo y cómo te puede afectar. No omitas nada, incluso si piensas que se trata de un riesgo mínimo, absurdo y sin importancia (es mejor que trabajes con él de manera consciente que de manera inconsciente). Cuando vamos a tomar una decisión definitiva, nada es irrelevante.

Trata de hacer lo mismo con los peligros. La diferencia entre riesgo y peligro es que el primero implica algún daño relativamente menor, pero el segundo compromete de algún modo tu salud o tu vida. Suena extremo, pero por ejemplo para algunos romper con su pareja o cambiar de trabajo, con muchas deudas encima, son peligros. De ahí la parte relativa de esta identificación y el papel que puede jugar la dependencia emocional.

Examina tus emociones y fija un marco de acción