PARA LAS TRADICIONES ESPIRITUALES, CUANDO EL SER HUMANO HACE SILENCIO Y ENTRA EN UN ESTADO DE CONTEMPLACIÓN, ESTO LE PERMITE COMUNICARSE CON EL COSMOS Y ENTRAR EN UN ESTADO DE BEATITUD Y UNIDAD
El ser humano se percibe como separado del mundo y de esto proviene gran parte de su sufrimiento. Y, sin embargo, muchas tradiciones espirituales enseñan que tal separación -tal caída hacia un estado de soledad y desamparo- es una ilusión, ya que la unidad inicial es indivisible. En la medida en la que el ser humano tiene conciencia e inteligencia participa en aquello mismo que origina el universo y sustenta su evolución o manifestación.
Coinciden Platón y los doctores de la Iglesia en que el mundo fue creado en el intelecto, que es también la facultad más alta del alma humana. "Un orden natural es uno en el que el punto más alto de aquello que es inferior está en contacto con el punto más bajo de lo que es superior", dice el más oriental de los místicos occidentales, Meister Eckhart. Lo más alto del hombre está enlazado con la inteligencia universal o divina -hay comunicación-.
Solos en un mundo vasto, los seres humanos extienden sus interrogantes, anhelos o plegarias al cosmos en busca de una respuesta, de significado. La mayoría de las personas buscan refutar aquella sentencia de Sartre de que la naturaleza es muda. Creemos que el universo tiene sentido y está vivo y por lo tanto responde a nuestros actos, palabras y pensamientos. Creemos que dentro de nosotros también existe esa vastedad espacial que podemos ver en un telescopio como el Hubble -y que si el universo existe adentro de nosotros, entonces podemos conocerlo y comunicarnos mirando hacia dentro, haciendo silencio y observando-. Eckhart dice:
Toma nota que aquel que quiere escuchar a Dios hablando debe volverse sordo y desatender a todo lo demás. Esto es lo que San Agustín nos dice en el cuarto libro de sus Confesiones: "Alma mía, no seas tonta y haz que el oído de tu corazón se vuelva sordo al tumulto de tus penas... Si el tumulto de la carne es silencioso para la persona; y el alma misma es silenciosa; si revelaciones imaginarias, cada lengua, cada signo, y toda las cosas que son transitorias son silenciadas... entonces él mismo puede hablar a través de sí mismo para que podamos escuchar su Palabra". "La llevaré al desierto y le hablaré a su corazón allí" (Oseas 2:14)
Por ejemplo, en el budismo zen o en el budismo tibetano, donde no hay un dios creador, también se realiza esta especie de comunión con la propia naturaleza que brilla en el silencio y que es la misma budeidad, o el ser libre de sufrimiento que está más allá del cambio. Esto también es lo que podemos llamar, con Jung, "sincronicidad", la sincronía o sintonía entre la psique y el mundo.
San Agustín poéticamente explica cómo la naturaleza responde al llamado de una persona con el lenguaje de la belleza: