Día a día surgen en nuestra mente, pensamientos dañinos que engendran actitudes y reacciones que fomentan el sufrimiento.
Incorporamos el hábito de sufrir como una constante que termina por arraigarse a nuestra realidad, echando raíces en nuestro interior.
El sufrimiento se termina convirtiendo en una escuela, donde aprendemos la disciplina de sufrir y la incorporamos para luego aplicarla durante toda nuestra vida.
Nuestra mente aprende el hábito de sufrir y nos acostumbramos a transitar de manera constante, el camino marcado por el sufrimiento.
Aprendemos con facilidad y resignación, la modalidad del sufrimiento porque nos resulta la salida más simple a los procesos y desafíos planteados por la vida, comenzamos a autoengañarnos y victimizarnos, perdurando la existencia de esta agonizante realidad…
Así es como el sufrimiento opera internamente como un mecanismo de autocomplacencia y comienza a trabajar para la justificación de los caprichos, los dramas, las vanidades, los egos y cada una de las excusas banales que toman vida en nuestra mente para inducirnos con mayor intensidad a la tristeza y oscuridad que esta actitud nos genera…
El sufrimiento siembra y reproduce más sufrimiento, hasta nutrir por completo nuestra realidad con su esencia, tomando control sobre la realidad de cada individuo…
Relegamos la capacidad de guiar nuestra vida y dejamos que las experiencias y aprendizajes se sucedan sin tomar conciencia de la posibilidad de cambiar y transformarnos que cada proceso representa.
El sufrimiento es un estado al que arribamos por decisión propia, por la escasa voluntad de nuestra personalidad para obedecer a los designios del alma…
Vivimos en sufrimiento por el profundo miedo que experimenta el ego al sentirse ignorado frente a la luz y necesidad de transformación que expresa la voluntad del alma…
Elegimos vivir bajo la agonía constante del sufrimiento en lugar de tomar conciencia y vivir aprendiendo de los matices que brinda cada experiencia, nutriendo de sabiduría y enseñanzas nuestra alma, que yace pacientemente a la espera de su aceptación y reconocimiento.
¿Pero por qué elegimos sufrir?
¿Tendremos la capacidad para cambiar la realidad que nos rodea?
¿Tendremos el valor para transformarnos y construir una realidad diferente?
¿Somos capaces de hacernos verdaderamente cargo de nuestra vida y liberarnos de la autodestrucción hacia la cual nos arrastra el sufrimiento?
¿Somos capaces de abordar los procesos de la vida sin victimizarnos o responsabilizando a otros de la realidad que nosotros mismos construimos?