jueves, 6 de abril de 2017

Tomando tierra


La falta de enraizamiento se asocia normalmente a la sensación de estar “ido”, separado de la realidad física, sin tener los pies en la tierra y con la sensación de no estar conectados ni  afianzados energéticamente en el planeta en el que vivimos. Es un problema común en todos nosotros, ya que hay muchas cosas que nos desconectan del mismo, empezando por un estilo de vida alejado de la naturaleza, y siguiendo por las rutinas y formas que tenemos de evadirnos “hacia arriba”, en vez de afianzarnos “hacia abajo”, para sostenernos y tener una solidez energética que nos ayude a lidiar con las cosas.

Esta falta general de enraizamiento es uno de los problemas que permiten la manipulación mental, algo que mencionamos en el artículo anterior cuando decíamos que:

Como visteis también en el artículo sobre envenenamiento mental, al ser humano se le pueden insertar pensamientos que no son suyos, y se le puede manipular de forma bastante sencilla lo que piensa o cree, ya que el sistema bajo el que vivimos, y diferentes entes con el potencial para ello, pueden ubicar en nuestro cuerpo mental todo tipo de “paquetes” que, a no ser que estemos bastante atentos, y cuestionemos todo lo que se nos pasa por la cabeza (de lo que no estemos seguros si es nuestro o externo), pueden hacernos llegar a creer cosas que nosotros no creíamos, y pueden hacernos pensar o tener, y cambiar de ideas, mediante inserción externa y manipulación energética. Para muchas personas, este es el primer método que tiene el sistema bajo el que vivimos para evitar que hagamos algo, o que nos lancemos a ejecutar cambios potencialmente dañinos para la estructura del sistema, potenciando dudas, pensamientos o, literalmente, insertando ideas que de repente nos parecen que salen de la nada, como “intuiciones”, cuando no son más que burbujas insertadas en nosotros para hacernos dirigir nuestro pensamiento y visión de la realidad hacia un aspecto u otro.

La robustez del elemento tierra

En alquimia, y en todas las enseñanzas esotéricas, mágicas, ocultistas, metafísicas, etc., el elemento tierra nos proporciona esa solidez y esa robustez. La tierra es un elemento que contiene la fortaleza para establecer los cimientos de las cosas y poder así darles un sustrato que permita construirlas y sostenerlas. Cuando nuestro “mundo mental” se nos va de las manos, es cuando hay que echar mano de la ilusión del mundo físico, para volver a tomar control del mismo.

¿Qué significa que nuestro mundo mental se nos vaya de las manos? Significa que, a veces, vivimos metidos en nuestra cabeza, en los problemas, situaciones, eventos y mil cosas que tenemos, nos pasan, creemos que nos están pasando, pensamos que nos van a pasar, etc., pero que aún no tienen un reflejo en la realidad que vamos proyectando y co-creando, sino que, de momento, solo son la idea de la casa que el arquitecto tiene en mente antes de que la casa se haya construido de verdad. Si en nuestra mente nos abruma que tengamos 25 ideas de casas que nos causan todo tipo de vaivenes mentales y emocionales, pero que aún no han pasado de ser más que formas energéticas, entonces hay que bajar al suelo, tomar tierra y parar, antes de que, literalmente, nuestras películas mentales nos lleven demasiado lejos.

Es una ilusión

En Sanación Akáshica tenemos un bloqueo energético que llamamos “ilusión”. Se trata de una disfunción que suele aparecer en el cuerpo mental cuando decodificamos algo que percibimos de forma errónea. El ejemplo más tonto pero sencillo sería como cuando vemos a dos personas que conocemos y creemos que están hablando de nosotros (suposición), y eso nos lleva, sin ningún tipo de cercionamiento por nuestra parte, a montarnos una serie de escenarios mentales en los cuales nos imaginamos de todo respecto a esa supuesta conversación en la que creemos que, supuestamente, están conspirando contra nosotros nuestros amigos.

Esos escenarios mentales son provocados por las rutinas del programa ego que ya explicamos en este otro artículo, ya que siempre está en modo “observación” y “defensa”, procurando que no haya nada que pueda cogernos desprevenidos (al menos en nuestro mundo interior mental). Así, esa generación de supuestos escenarios de algo que supuestamente está pasando nos lleva a otras disfunciones energéticas al generar formas mentales y emocionales negativas que luego causan problemas en cualquier otra parte del sistema energético, al quedarse compactadas en nosotros mismos. Al final, lo más probable, como siempre, es que la causa objetiva del hecho, la conversación entre dos personas que conocíamos, no tuviera nada que ver con lo que nosotros hemos creído que estaba sucediendo, de ahí que, Don Miguel Ruiz, en su libro “Los Cuatro Acuerdos”, un libro de sabiduría tolteca, dice que uno de ellos es “nunca supongas nada”.

Restableciendo contacto con la parte tangible de las cosas

La Eternidad de la Naturaleza


Paul Cézanne dijo: "Todo se desvanece, se desmorona, ¿no es así? La naturaleza es siempre la misma, pero nada en ella nos parece que dure. Nuestro arte debe representar la emoción de su permanencia, junto con sus elementos, la apariencia de todos sus cambios. Nos debe dar una idea de su Eternidad."

Esa declaración debe ser una de las expresiones más claras y profundas de la naturaleza y el propósito del arte en nuestra época. ¿Qué quiso decir Cézanne, estando delante de una montaña, el Monte de Santa Victoria, una de las estructuras más sólidas y duraderas en la naturaleza, cuando dijo: "Todo se desvanece, se desmorona..."?

Cézanne se refería al acto de ver. No percibimos un mundo fuera de la Consciencia. El mundo es nuestra percepción del mundo. No hay evidencia de que haya un mundo aparte de su propia percepción, aparte de la Consciencia. Lo visto no puede separarse del ver y el ver no puede separarse de la Consciencia.

Un objeto sólido no puede aparecer en la Consciencia más de lo que un objeto sólido puede aparecer en el pensamiento. Sólo un objeto que está hecho de materia podría aparecer en el espacio. Sólo un objeto que está hecho de mente podría aparecer en la mente. Y sólo un objeto que está hecho de Consciencia puede aparecer en la Consciencia. Y como todo aparece en última instancia en la Consciencia, todo es, en último análisis, hecho de Consciencia.

Cuando decimos que percibimos un objeto, queremos decir que ese objeto aparece en la Consciencia. Es una percepción que aparece en la Consciencia. Si cerramos los ojos por un momento, la percepción anterior se desvanece por completo. Si reabrimos los ojos aparece una nueva percepción. Aunque pueda parecer que es el mismo objeto el que reaparece, es en realidad una nueva percepción.

Si repetimos este proceso, aparentemente mirando al mismo objeto durante un período de tiempo, la mente va a comparar las diversas imágenes o percepciones y concebir un objeto sólido que aparentemente ha perdurado a lo largo de la aparición y desaparición de las percepciones, y que existe en el tiempo y el espacio, independientemente de la Consciencia que lo percibe.

Este mismo concepto aparecerá y desaparecerá en cualquier otra percepción. Y con el siguiente pensamiento, se concibe un sujeto, un veedor, que supuestamente ha tenido varias vistas diferentes del objeto aparente y que estuvo supuestamente presente antes, durante y después de su aparición.

En este caso tanto el objeto como el veedor, que son concebidos como existentes por sí mismos, independientes del pensamiento que los piensa, son conceptos.

Este objeto y su sujeto, el veedor, son en realidad simple y solamente ese mismo pensamiento que los ha concebido. Y con el fin de concebir un objeto que exista y perdure en el tiempo y en el espacio, el tiempo y el espacio mismos tienen primero que ser concebidos, con el fin de albergar a estos objetos. Del mismo modo, el tiempo y el espacio en sí no son otra cosa que el mismo pensamiento que los ha concebido.

Sin embargo, aunque esta capacidad de la mente de concebir un objeto y su correspondiente sujeto es útil, no refleja un modelo preciso de experiencia. Nuestra experiencia real es que una percepción desaparece totalmente antes de que aparezca la siguiente percepción. Es en este sentido que, como decía Cézanne, todo "se desvanece" de momento a momento.

La aparente experiencia de un objeto sólido se disuelve en esta comprensión, y es sustituida por la comprensión de que nosotros en realidad experimentamos una serie de percepciones insustanciales, fugaces. Es en este sentido que "todo se desmorona". Dicho esto, también tenemos la intuición profunda de que algo, que Cézanne llama "naturaleza", perdura.

¿De dónde viene esta sensación de perdurabilidad o permanencia? ¿De dónde obtiene Cézanne el conocimiento de que, "La naturaleza es siempre la misma", dado que ya ha reconocido que, "Todo lo que vemos se desvanece, se desmorona"?

¿Nuestra personalidad influye en nuestra salud?


Pensemos, ¿cuántas veces hemos oído que de tanta preocupación nos iba a salir una úlcera estomacal? Efectivamente, existe alguna relación entre lo psicológico y lo orgánico, y a su vez entre estas dos dimensiones y la conducta. A lo largo de la historia se han desarrollado muchas teorías que intentaron conectarlas.

Los griegos y romanos ya asociaban carácteres y formas de ser con las apariciones de determinados problemas de salud. Una idea que con el desarrollo científico y el avance del conocimiento médico quedó durante siglos descartada y que hoy volvemos a recuperar. Quizás su intuición fuera mucho más acertada de lo que pensamos.


Así, en la actualidad se trabaja para establecer relaciones entre lo biológico y lo psicológico, enfocando los descubrimientos a la promoción de la salud. Además, gracias a los pasos dados el siglo pasado se pudieron definir con claridad dos tipos de personalidad que conducían a comportamientos poco saludables.

Personalidad tipo A: el estrés y el corazón

En los años 70, los cardiólogos Friedman y Rosenman describieron a las personas con riesgo de sufrir un trastorno coronario. Estas tenían como característica principal una marcada tendencia a autoinducirse estrés. La conducta de estas personas estaba envuelta en:

Impaciencia
Implicación laboral
Alta dosis de competitividad
Hostilidad



Tras varios años de estudios quedó claro que el patrón de conducta A podía considerarse un síndrome. Este aumentaba las posibilidades de sufrir un problema cardiovascular. A estas características hay que añadirles un estado de alerta casi permanente y una necesidad constante de fijar metas y alcanzarlas rápidamente.


Finalmente en el año 1988 se describió el síndrome AHI (agresividad, hostilidad e ira) como el triple factor crítico para sufrir un problema coronario. La explicación biológica pasa por la reactividad del corazón. La presión sanguínea sube debido al aumento de catecolaminas (encargadas de preparar el cuerpo para la acción física). A la vez existe un aumento de glucocorticoides que aumentaría el colesterol. Los estudios realizados reflejaban mayor reactividad en patrones de personalidad tipo A.

Personalidad tipo C: consecuencias de reprimir emociones

“La angustia mental siempre es resultado de la evitación del sufrimiento legítimo”.
-Stefan Molyneux-


A la vez que se estudiaban las consecuencias del patrón de personalidad tipo A, otros estudios se centraban en las personas que practicaban la represión emocional (contención emocional excesiva). Si hay algo que ha llamado la atención a los investigadores son los rasgos de aquellos pacientes con enfermedades autoinmunes y crónicas. Aunque los inicios de estos estudios comenzaron enfocados al cáncer (Temoshok, 1987), poco a poco fueron abriéndose a otro tipo de problemáticas.

Al final las características coincidentes reflejaban:

martes, 4 de abril de 2017

Oraciones y afirmaciones


Instrucciones para la práctica de afirmaciones

Seleccionar una afirmación

Lo más eficaz es practicar las afirmaciones en el momento de despertar, por la mañana, o justo antes de dormir, por la noche. Antes de comenzar a practicar las afirmaciones, es importante sentarse en la postura correcta de meditación, en una silla o sobre una superficie firme. La espalda ha de mantenerse recta, y los ojos, cerrados, concentrando la atención en la región del bulbo raquídeo (en la parte posterior del cuello). Desalojar de la mente los pensamientos inquietos y las preocupaciones.

Elija una de las siguientes afirmaciones y repítala completa, comenzando en voz alta y bajando progresivamente la voz —mientras la repetición se hace a su vez más lenta— hasta acabar en un susurro. 

Después deberá continuar repitiendo la afirmación de forma mental solamente, hasta que sienta que ha alcanzado una profunda e ininterrumpida concentración. A medida que experimente una creciente paz, esfuércese por profundizar su concentración, a fin de que pueda entrar en el reino de la supraconciencia y hacer realidad sus afirmaciones.

Oraciones y Afirmaciones:

¡Oh Protector Omnipresente! […] Pueda yo aferrarme siempre a Ti, en la vida y en la muerte, en la enfermedad, en el hambre, en las epidemias o en la pobreza. Ayúdame a comprender que soy Espíritu inmortal, invulnerable a las catástrofes mundiales y a los cambios que acompañan a la niñez, la juventud o la vejez.



¡Oh Padre!, en mí se halla tu ilimitado poder que todo lo sana. Manifiesta tu luz a través de las tinieblas de mi ignorancia. Dondequiera que tu luz bienhechora está presente, allí mora la perfección; así pues, la perfección está en mí.



Exijo mi divina herencia, sabiendo intuitivamente que todo poder y toda sabiduría existen en mi alma en forma innata.

¿ES LA DEPRESIÓN UN SIMPLE LLAMADO AL DESPERTAR?


“Llévame hacia Cypress Hill en mi auto. Escucharemos hablar a los muertos. Es allá donde hablan. Murmuran como pájaros en Cypress Hill, pero todo lo que dicen es una palabra, y esa palabra es “vive” dicen “¡vive, vive, vive, vive!” eso es todo lo que han aprendido, es el único consejo que pueden dar. Sólo vive. ¡Sencillo! Una instrucción muy sencilla…“

De 'Orpheus Descending’, Tennessee Williams


Déjenme contarles una historia acerca de la vida y la muerte, y los misterios que ocurren en el interior.

Recientemente charlaba con una mujer que estaba ocupada planeando su suicidio. Estaba poniendo en orden sus asuntos financieros, pagando sus deudas y tratando de encontrar unos padres adoptivos que pudieran hacerse cargo de la crianza de su pequeña hija, quien quedaría huérfana después de quitarse la vida. Ella había estado amenazando con suicidarse durante años, y ahora, finalmente, estaba decidida a hacerlo. Sus amigos y familiares, desesperados, habían intentado detenerla, sin embargo ella estaba completamente decidida.

“Esto es todo. He terminado. Mi tiempo aquí ha acabado,” me dijo de una manera tan casual al inicio de nuestra sesión. Todo se había convertido en una carga para ella - su insatisfactorio trabajo, sus necesitados amigos, su brillante pero hiperactiva mente, su fallida búsqueda por un compañero de vida. Incluso su hija la estaba volviendo loca con sus incesantes demandas. Estaba completamente exhausta de ayudar a todos todo el tiempo sin recibir nada a cambio y veía al suicidio como una 'lógica’ e 'inteligente’ solución a su problema de vida.

Dejé que hablara y hablara. Tenía demasiadas cosas que decir y yo intervenía muy poco. Simplemente me puse de su lado, sintiendo y viendo el mundo desde su punto de vista, permitiendo que mi experiencia fuera la suya, íntimamente. Esto fue fácil porque en mi experiencia conocía muy de cerca ese lugar de absoluto agotamiento y desesperación, ese lugar en donde yo 'había tratado de salvar a otros con mucho esfuerzo sin recibir nada a cambio’, ese lugar en donde tal parece que la muerte resultaría ser una bendición y una liberación.

Me uní al club de '¡Nuestras Vidas Son Demasiado y Ya Estamos Hartos! (la membresía es gratuita). Y éramos los fracasados, los incomprendidos, los nunca bien amados, los nunca apreciados, los que anhelan un profundo descanso. Me pregunté si alguien había alguna vez intentado estar con ella en ese lugar en donde se sentía completamente exhausta. Me pregunté si todos esos terapeutas, maestros espirituales, amigos y familia, en todo este tiempo, con sus mejores intenciones, habían intentado solamente salvarla, componerla, alimentar sus creencias 'positivas’ o 'espirituales’ para obligarla a cambiar su mente y 'volverla a la normalidad’, en lugar de entrar en verdadera comunión con ella dentro de su dolor y soledad, validando su experiencia presente. Quizás en el medio de su presente desesperación, algo diferente, algo completamente nuevo, estaba anhelando ser liberado.

Hablamos durante horas. Nos comunicamos con entendimiento, más que con juicios y temores, ella se fue abriendo poco a poco con respecto a sus verdaderos anhelos, sus sueños secretos y sus deseos ocultos. Se hizo evidente que tenía una muy rica, y creativa vida interior a la que jamás había podido dar expresión. Detrás de su fachada, estaba completamente viva, abierta a experimentar, demasiado perceptiva a las energías que le rodeaban, sumamente 'abierta’, como ella lo dijo. Muy en el fondo, tenía un salvaje y apasionado espíritu, pero se había limitado y restringido a sí misma con los años, amoldándose a una vida en donde no era 'ella’, para nada. Había estado viviendo una vida de números, de dinero y de previsibilidad, anulando su espíritu explorador, su poesía y su sentido aventurero.

Con mucho cariño la animé a abrirse a su secreto anhelo por viajar, explorar, salir hacia lo desconocido sin un mapa que la guiara. Comenzó a hablar con mucha pasión sobre esa época en el pasado cuando se sentía libre y sin cargas. Tenía el anhelo de volver a la simplicidad de esos días. Un fuego rugió dentro de ella.

Su anhelo de morir no era realmente un anhelo de morir en el sentido físico. Lo que realmente anhelaba no era dejar de respirar, ni el cese de los latidos de su corazón, sino la muerte del

lunes, 3 de abril de 2017

El mundo es como lo vemos


No vemos el mundo tal como es, sino como creemos que es. Venimos a este mundo desnudos, como el amplio espacio abierto en el que sucede el misterio de la vida. Hay una frescura en nuestra experiencia: todos los sentimientos y sensaciones, cada movimiento de energía, es nuevo. Sin palabras, conceptos ni recuerdos, nos encontramos con este territorio inexplorado con totalidad. Vemos las cosas como son: todo es creado igual en nuestros ojos. La división entre bueno y malo, correcto e incorrecto, aún no ha comenzado.

Sin embargo, con el tiempo, la lente transparente original de la visión inocente es inevitablemente contaminada. Nos enteramos de que algunas cosas duelen ―ya sea física o emocionalmente― y un antiguo mecanismo de supervivencia entra en acción. Decidimos que lo que duele no es amor y nos alejamos para encontrar en otro lugar la imagen de amor que hemos creado. Nos sentimos temerosos, solos, vulnerables, incompletos y buscamos la seguridad y la protección de la totalidad fuera de nosotros mismos. Olvidamos que somos este amor ―que ya somos totalidad― y fabricamos una elaborada teoría de lo que pensamos que somos basada en una identidad equivocada. Se nos olvida que la vida es una expresión de este amor ―que siempre es perfectamente totalidad tal como es― y pintamos un cuadro de la vida basado en la percepción errónea.

Nuestros gustos y aversiones, nuestras esperanzas y temores, ya sea que creamos que la vida es benévola o dura, ya sea que creamos en el destino, el karma, la suerte o la magia ... todo esto y más son moldeados por la historia única de nuestra encarnación en la tierra. Nuestra historia incluye las historias de nuestros padres, las historias de nuestros miembros de la familia, la historia de nuestra educación, nuestra clase, nuestra religión, las alineaciones planetarias en el momento en que nacimos, y la época histórica en la que hemos nacido. Todas estas historias tejen un tapiz de creencias que distorsiona el mundo que vemos. Y luego decimos que lo que vemos es la realidad.

La proyección de esta imagen en el mundo es el sueño en el que vive la mayor parte de la humanidad. Si este sueño es una pesadilla o un cuento de hadas es de nuestra propia fabricación. Nuestra realidad personal es una proyección de nuestra historia personal. La pesadilla es lo que experimentamos cuando creemos que alguien o algo es culpable de nuestro sufrimiento. Partiendo de la ignorancia denuestra verdadera naturaleza, creemos estar separados de todo lo que percibimos y del el único ser que anima la totalidad de la existencia. Incluso si la historia es un cuento de hadas con un final feliz, aún lleva al sufrimiento porque cualquier cosa a la que pueda aferrarse el ego ―y esto incluye cada forma, cada idea, cada imaginación, y cada esperanza― está destinada a morir. Y a menos que reconozcamos la luminosidad de lo que permanece cuando todo muere, todavía estamos atrapados en el sueño.

El despertar de este sueño es el reconocimiento de que nuestras creencias sobre el mundo no son la verdad, sino una respuesta mental y emocional condicionada basada en el pasado y proyectada hacia el futuro: este es el comienzo de la clara-visión. Cuando este reconocimiento se lleva a cabo en

NUESTRO PROYECTO DE VIDA


El proyecto de vida de cada uno es amar y gozar de la vida misma. Mientras no seáis conscientes y tengáis el valor para ello, no hay nada más que hacer.

Hace años luz que decidimos jugar. Y en medio de ese juego, creamos la creencia de la separación de nosotros mismos. La finalidad del juego consistía en recordar la apariencia de la separación. Se trata de la irrealidad, la cual es mentira.

Todos somos uno y tenemos que estar unidos, no separados. Quien juega a esta irrealidad es el ego. Este quiere que nos mantengamos separados del otro y además, sentirnos importantes o especiales.

¿Cuál es tu proyecto de vida?

En todos los juegos hay unas reglas. En este juego, la regla que se tiene que cumplir es la de amar.

Todos somos Amor, es la primera regla que hay que cumplir. La segunda es gozar, vivir plenamente.

Aquí el ego juega un gran papel importante. El ego dice que tenemos que ser especiales, mejores que el otro. Ahí es cuando buscamos al vidente, a otra persona para que nos diga lo especiales que somos. Tenemos que dejar de juzgarnos y debemos amarnos.

El ego nos hace poner la capa de salvar al otro, en vez de salvarnos a nosotros mismos. Cada vez que buscáis un proyecto de vida, si os ponéis por encima de otro ser humano, estáis decayendo.

El camino de la evolución y de la involución es muy distinto. Da igual a qué os dediquéis, qué trabajo tengáis o en qué sois los mejores, lo importante es vivir vosotros mismos entrando en vuestra consciencia.

Cuando salimos de casa nos ponemos la careta para todo. Cuando llega la noche y estamos en la cama, por un momento nos paramos a pensar quiénes somos, qué hacemos con nuestra vida. Estamos despistados, no sabemos que hemos hecho con nuestra vida, estamos desesperanzados en soledad. De repente, nos llega a la mente que tenemos que hacer algo, sentirnos, trabajarnos en nuestras emociones.

Si en vuestro caso tenéis un Don, os veis los raritos. ¿Qué hacer con esas rarezas? Nos ponemos excusas como, por ejemplo, “ahora no me va bien hacer nada en cuanto a sentirme y trabajarme”, “uuuf ahora me voy a gastar dinero”. Cuando ese quebranto interno sale de nosotros, nos mantiene separado nuestro ego, nuestras creencias, patrones. Os dicen que si dais una mínima credibilidad a lo que estáis sintiendo, que vuestra vida no habrá tenido sentido. Eso, el ego no lo lleva bien. Ahí es cuando podéis empezar a cumplir vuestro propósito de alma o de vida. Os podéis tomar el tiempo que necesitéis. La eternidad tiene todo el tiempo del mundo. Ahora es cuando tenéis que aceptarlo y tomar medidas, u os lo pensáis y decís: “Bueno para la próxima vida”.

Nuestra misión de vida, nuestro propósito es “ser quien habéis venido a ser”. Para que esto ocurra, tenéis que dejar todas las comodidades, todo el confort. No hay nadie por encima de vosotros, no podéis ayudar a nadie. No os pongáis la capa del ego. Si lo hacéis estará ahí, porque quiere cambiar al otro y esto es un acto de egoísmo.



En el momento de querer ayudar al otro, le quitamos su momento de aprendizaje de lo que ha venido hacer, de su propósito de vida. No le dejamos ver cuáles son sus herramientas, sus dones, ni siquiera vivir. Con esto entraría en la coherencia y responsabilidad de su alma. Si ayudamos al otro, vamos a generar deudas que van amplificar la frustración, y esto no es Amor.

El amor no es interés, es consciencia. El amor no se vanagloria, no es un mercadeo. El amor se contagia, no pide cuentas al otro, no hace daño. El amor es dar el permiso al otro. No juzgadlo, no utilizadlo para que dependan de nosotros y nos quieran.

Si el amor no está instalado en nosotros mismos, en el trabajo, en nuestra vida diaria, pondréis todas las quejas continuamente.

Cuando esté alineado, todo os dará igual y agradeceréis a la vida lo que os da. Tenéis que dejaros recibir, daros el permiso a recibir.

Cuando no estamos en el amor, estamos alejados, estamos en la búsqueda en la proyección y en el juicio, parece no tener sentido nuestra vida. Tenemos que ver el amor en nosotros. Proyectar este

viernes, 31 de marzo de 2017

El poder sanador de la conciencia



La mayoría de nosotros considera que la salud es el estado natural del ser humano y la enfermedad una ausencia o alteración de ese estado, que en términos más metafísicos también conocemos como “estado de armonía” o de “pérdida de armonía”. Pero ¿por qué nos cuesta tanto mantener ese estado natural de manera permanente?
La conciencia tiene mucho que decir al respecto, pero vayamos por partes.
 
El síntoma como aliado

Sabemos que la medicina convencional, en su afán de especialización, investigación y análisis de las estructuras meramente orgánicas, continua a día de hoy perdiendo de vista la totalidad del ser humano a la hora de llevar a cabo un tratamiento. Si bien es cierto que cada vez son más los facultativos que tratan de integrar como buenamente pueden la filosofía holística (cuerpo-mente-espíritu) tan característica de la medicina alternativa, lo cierto es que la propia metodología académica tiende a poner el foco de atención únicamente en la resolución del síntoma (cuerpo).

Pero este método de curación, efectivo en cuanto a que nos quita la dolencia de encima prácticamente al instante, podría compararse a cuando si al prenderse una de esas lucecitas de nuestro automóvil que indican que algo marcha mal, en lugar de interrumpir el viaje para llevar el coche al taller, quitáramos la bombilla para que dejara de importunarnos y diéramos el incidente por resuelto. Si no fuera porque el cuerpo tiene su propio “taller de reparaciones”, no cabe duda de que todos acabaríamos tarde o temprano “tirados en la cuneta de una carretera”. Sin embargo, esto es lo que hacemos cada vez que nos disponemos a apagar el síntoma (a base de analgésicos, ansiolíticos, antihistamínicos, antitérmicos…), sin dedicar un solo minuto a pensar cual ha podido ser la causa de esa dolencia que percibimos como enfermedad.



El cuerpo físico es un magnífico y sofisticado vehículo de expresión y manifestación de la conciencia del ser humano en el plano físico, que como tal, está al servicio de su ocupante. No obstante, ocurre que el cuerpo responde tanto a las órdenes que proceden de la parte consciente del ser, como de su inconsciente. El cuerpo expresa la totalidad del ser. Y aquello que en nuestro cuerpo se manifiesta como síntoma, no es otra cosa que la expresión visible de un proceso invisible que con su señal solo pretende interrumpir nuestra cotidianidad para avisarnos de una anomalía.

Cuando comprendemos la diferencia entre enfermedad y síntoma, nuestra actitud y relación con la enfermedad se modifica rápidamente. Dejamos de considerar al síntoma como nuestro gran enemigo al que hay que aniquilar, para verlo como un aliado que puede ayudarnos a encontrar lo que nos falta, aquello de lo que nos somos conscientes y que es causa de nuestra enfermedad.

Los efectos de la dualidad



Cuando una persona dice de sí misma que es: trabajadora, tolerante, pacífica, amante de los animales, abstemia, vegetariana, etc., significa que a cada una de estas características le precedió una elección. Optó entre dos posibilidades, eligió una y descartó la otra. De este modo con el “soy trabajador, tolerante y pacífico”, excluye automáticamente el “soy vago, intolerante y violento”. Así es como vamos construyendo progresivamente nuestra personalidad e identificándonos con cada uno de los pares de opuestos que conforman nuestra percepción de la realidad. Siempre habrá uno de los dos opuestos que en mayor o menor medida será asumido como propio e integrado en nuestro ser consciente, y su contrario en cambio, considerado como ajeno, acabará siendo desterrado a la “sombra” de nuestra conciencia.

Carl G. Jung denomina “sombra” a la suma de todas las facetas de la realidad que el individuo no reconoce o no quiere reconocer en sí mismo. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra, que es la suma de todo aquello con lo que no se identifica. De este modo el ser humano proyecta en el mundo exterior un mal que no reconoce como propio, precisamente para no tener que encontrar en sí mismo la verdadera fuente de toda desgracia.



Es decir que la enfermedad se nos presenta como una exteriorización de todo aquello que no ha pasado por el filtro de nuestra psique. Y el cuerpo en este sentido es extremadamente sincero. Una sinceridad a menudo difícil de soportar, pues ni el mejor de nuestros amigos se atrevería a decirnos la verdad tan crudamente como lo hace el cuerpo a través de los síntomas. Pero para entender lo que nos está diciendo el cuerpo, tenemos que aprender a interpretar su lenguaje. Un lenguaje psicosomático cuya “piedra de toque” se halla en estas dos sencillas preguntas: