Por cada persona que despierta, hay una imagen diferente. A menudo nos fijamos en los maestros espirituales, maestros iluminados, místicos y santos, y tratamos de modelar nuestra iluminación en lo que vemos. Decimos: "¡Ah, así es como es!" Y el ego intenta darle sentido según sus propias predisposiciones. Inevitablemente, la expresión externa de la iluminación es coloreada por la historia, la geografía y biografía.
El silencio de Ramana Maharshi se ve muy diferente de la loca sabiduría de Chögyam Trungpa, y la vida secular de uno de los maestros de la no-dualidad de hoy día se ve muy diferente de la vida mística de Jesús. Pero sin embargo somos a menudo engañados por el envoltorio de lo que llamamos "la verdad", y luego creemos que este envoltorio es algo que podemos reclamar para nosotros mismos. Es una especie de sistema de recompensa espiritual que nos mantiene en la rueda de la búsqueda. Pero la verdad, como el amor, es incontenible. Es indomable, incondicional y universal. El verdadero despertar no puede ser comprado o copiado o fabricado; sólo puede descubrirse como eso que se reconoce a sí mismo en todo.
Tal vez debido a mis circunstancias de vida, mi personalidad, o mis predisposiciones kármicas ―no puedo saber por qué y en realidad no importa el por qué― lo que fue descubierto a través de mí se reveló en medio de una prolongada "noche oscura del alma". Fue totalmente inesperado y cambió radicalmente el paisaje de mi vida interior. Con el tiempo, también alteró el paisaje de mi vida externa de una manera que no podría haber imaginado. En el centro de todo estaba la muerte del "yo" como creador de historias.
Mi historia tiene muchos recovecos, al igual que la mayoría de las historias de redención. Las circunstancias que rodearon mi nacimiento fueron traumáticas y envueltas en el secreto y la vergüenza, como lo fueron mis primeros años. Nunca conocí a mi verdadero padre y mi madre y su familia encubrieron el hecho de que se fue cuando yo nací. La desgracia social y cultural fue una pesada carga para mi madre, como lo fue su historia de abuso y abandono, y ella creó una historia alrededor de ello que estaba lejos de la verdad. Cuando yo nací, ella fue enviada a un país diferente para casarse con un hombre al que no conocía. Yo creía que era mi padre y cuando, a la edad de 13 años, me enteré de que él no lo era, todo mi mundo se vino abajo.
La vida continuó para traerme muchos cambios inesperados que me hicieron cuestionar quién era y de dónde venía. Mucho más tarde, en la edad adulta, esta incertidumbre acerca de mis raíces ancestrales formaría la base de un camino de auto-indagación; pero como niña y adolescente, experimenté estos acontecimientos no deseados como traumas en mi delicado sistema nervioso. Algunos de estos traumas fueron tan dramáticos que me quedaba muda durante períodos de tiempo e incluían violencia física y emocional, abuso sexual, cambios abruptos en la escolarización, la aparición repentina de la guerra en Oriente Medio, donde vivimos por un tiempo, una evacuación dramática por los militares, la pérdida de todos los bienes, el divorcio de los padres, las mentiras de la familia, y probablemente algunas otras cosas más. Todos estos acontecimientos contribuyeron a un profundo sentido de vergüenza y confusión, pero que con el tiempo se convertirían en los catalizadores para mi búsqueda espiritual.
La comunicación fue siempre un problema en mi casa, ya que ninguno de mis padres hablaba con fluidez el inglés, ni hablaban el idioma del otro. Por otro lado, pude leer y escribir solamente en inglés y lo hablo perfectamente. Debo haber estado confundida, pero esta extraña situación era mi normalidad. Lo que no era tan normal era el rigor de mi educación: Nunca pude entender por qué los adultos en mi vida eran tan estrictos; simplemente era así. Jugar con otros niños fuera del horario escolar estaba prohibido, como era jugar con muñecas y juguetes de peluche. Los cumpleaños y la Navidad eran eventos solemnes en los que los regalos más interesantes, aparte de pijamas, calcetines y uniformes escolares, eran un conjunto de lápices de colores y un cuaderno de dibujo.
La negación de estos derechos básicos de la infancia me afectaron profundamente, y llegué a la conclusión de que yo era defectuosa y que merecía ser castigada no consiguiendo lo que quería. Me sentía impura e indigna, por lo que muchas noches le pedía a Jesús que limpiara mis pecados, y le pedía a la Santa Madre que cuidara de mí. Como era de esperar, como hija única, sin amigos, me volví solitaria, introvertida, y me retiraba a un mundo de fantasía que era mi único consuelo. Me pasaba horas y horas creando una vida secreta de fantasía en la que cada detalle era diseñado con una