sábado, 11 de noviembre de 2017

Yo Soy, el Yo Soy (LA CARA DE DIOS)


ULTIMO VÍDEO QUE HEMOS CREADO, ESPERO QUE OS GUSTE Y OS AYUDE.

LA CARA DE DIOS.
Nosotros vemos y conocemos la belleza del alma de todos los que visualizan estos vídeos. Vosotros haveis sido conducidos a este canal por conducto de la Magna Presencia de vuestro propio Ser Divino. 




SI QUIERES SUSCRIBIRTE, PINCHA EL SIGUIENTE ENLACE:
https://www.youtube.com/user/TheIsmavision

SI QUIERES RECIBIR NOTIFICACIÓN CUANDO SUBAMOS UN NUEVO VÍDEO,
HAZ CLIC EN LA CAMPANA QUE SALE A LA DERECHA DEBAJO DE CADA VÍDEO

viernes, 10 de noviembre de 2017

Cómo la mente puede cerrar tu corazón


La mente y sus incesantes “¿porqués?” generan dudas, miedos y preguntas sin respuesta. El corazón en cambio, no necesita preguntar ni responder porque simplemente sabe. ¿Cómo desactivamos este mecanismo?


¿Porqué no somos capaces de apagar la mente? Cuando queremos dejar de pensar no somos capaces. El pensamiento en sí mismo es una de las mayores adicciones de la humanidad, pues no somos capaces de dejar de pensar a voluntad. A penas lo logramos unos segundos. La meditación es una de las principales herramientas que nos permiten aprender a dejar este vicio paulatinamente.


Pero ¿porqué no somos capaces de silenciar el pensamiento a voluntad? Pues sencillamente por miedo. ¿Miedo? Si. La mente nos mantiene en el pasado o en el futuro. Evita el momento presente a toda costa. No solo lo evita sino que ademas lo desfigura. La mente es la que crea una perspectiva concreta de cualquier acontecimiento. Cuando ves a una pareja feliz y te entra nostalgia, alegría, tristeza, envidia… Todo ello forma parte de tu mente. Evita que observes con objetividad, disfrutando simplemente de la existencia de lo observado.


Osho narra una historia muy sencilla por la que se refleja como la mente no solo manipula la realidad, sino además te manipula a ti; evitando que hagas aquello que realmente quieres, lo que pide y sabe tu verdadero yo. ¿Cómo? Haciéndote dudar, sentir miedo, haciéndote creer que los demás te juzgan, o pero aún, que el juicio de los demás, es más importante que el tuyo propio.


Se trata de un poema de Rabindranath Tagore, “El rey de la noche”. Había un gran templo, tan grande y con tantas estatuas de dioses que tenían cien sacerdotes para rendirles culto. Una noche, el sumo sacerdote tuvo un sueño, un sueño tan intenso que lo despertó.


En su sueño, vio a Dios en persona que le decía: “Mañana hay luna llena. Limpia el templo y prepárate porque vendré a visitarte.” Le resultaba difícil creerlo ¿quién era él para recibir las palabras de Dios? Pero este sueño era más real que lo que llamamos vida verdadera. No sabía como decírselo a los demás sacerdotes pues temía que se burlaran de él, pero debía hacerlo.


Los despertó y les explicó su sueño. Naturalmente los sacerdotes se burlaron de él, pues son los que menos creen en Dios. “Aunque solo haya sido un sueño y no parezca Dios, no pasa nada. El templo necesita una limpieza y es una buena ocasión para hacerlo”. Así pues se realizaron todos los preparativos. El sumo sacerdote estuvo esperando en la puerta pero nada. Y tras el día, vino la noche. Todos los sacerdotes se pavonearon ante el: ” Te lo habíamos dicho, solo ha sido un sueño”, “¿Cuándo has sabido de algún templo visitado por Dios?, eres muy ingenuo.” Cerraron las puertas del templo, se comieron el festín que habían preparado y se fueron a dormir.


En medio de la noche, apareció una carroza dorada. Se oyó el ruido de la carroza. El sumo sacerdote corrió a despertar a los demás: “¿Lo oís? ¡Es una carroza! ¡Al final ha venido!”. Pero todos le respondieron lo mismo: “Es el ruido de la tormenta, esta lloviendo. ¡Vete a dormir!”. Dios bajó de su carroza y picó en la puerta: “¡Es Dios! Esta en la puerta”, gritó el sumo sacerdote. Y de nuevo le respondieron: “Es el viento que agita la puerta, ¡Vete a dormir!”.


Por la mañana, tras no haber podido dormir en toda la noche, abrió las puertas del templo y vio las huellas del carruaje y de la presencia de Dios. Desolado, no pudo mas que reprochar a los demás sacerdotes que no le hubieran creído.

POR QUÉ EL DESAPEGO ES LA MÁS ALTA FILOSOFÍA


EN UN MUNDO IMPERMANENTE, EL DESAPEGO ES LA ACTITUD INDICADA

Todo es efímero -y la fama y los famosos también.
Marco Aurelio



Comienza primero contigo mismo y ¡renuncia a ti mismo! De cierto, si no huyes primero de tu propio yo, a dondequiera que huyas encontrarás estorbos y discordia, sea donde fuere.
Maestro Eckhart



Para conocer la naturaleza de la mente, necesitas inteligencia, la capacidad de observar la mente en silencio con conciencia desapegada.
Nisargadatta



La naturaleza de la mente es la luz clara,

los oscurecimientos son sólo marcas adventicias.

Donde hay un "yo", hay una percepción de un "otro",

y de las ideas de un yo y de un otro vienen el apego y la aversión;

como resultado de involucrarse con estas,

todas las posibles fallas cobran existencia.

Atisha


Hay algo que tienen en común todas las grandes corrientes filosóficas y religiosas de la India (coincidiendo también con algunas de Occidente), la noción de que lo que produce la infelicidad y encadena la existencia al ciclo de sufrimiento es el apego o el aferramiento a los objetos y a los actos y sus resultados. Y naturalmente, por contraparte, que es el desapego -en acto, pensamiento y palabra- lo que conduce a la libertad, a la felicidad e incluso a la trascendencia de la existencia condicionada. Puede ser que muchos no crean en la existencia de planos trascendentes o en que la liberación (moksha) es siquiera posible, pero al menos la lógica de que el desapego nos acerca a un estado de paz y felicidad -en un mundo impermanente- parece irrefutable.

Existen dos razones fundamentales por las cuales el desapego es el modo correcto de proceder en el mundo según estas tradiciones -tanto hindués como budistas o jainistas. La primera, la más evidente, tiene que ver con lo racional de que aferrarse o apegarse a las cosas es actuar de manera ignorante, ya que el mundo que experimentamos cotidianamente -lo que el Buda llama el mundo condicionado, compuesto o fabricado y lo que en la tradición del sankhya se llama el prakriti, la naturaleza, el mundo material- es impermanente. El mundo que experimentamos cotidianamente está constituido por puros elementos -los mismos objetos de nuestros deseo y los estados que suscitan- que están sujetos al cambio, a la decadencia y finalmente a la disolución.

Coinciden estas tradiciones que la ignorancia (avidya) es la raíz del sufrimiento. Ignorar que una cosa es impermanente y aferrarnos a ella eventualmente será el surtido de la infelicidad, de la frustración Y aquello a lo que más nos aferramos es a nuestra identidad, al concepto que tenemos que de ser un ente fijo y separado de un mundo de objetos, de un universo de cosas que emergen en oposición y conflicto -porque las queremos o las rechazamos pero no las controlamos. Como dice el epígrafe de Atisha, es a partir de esta noción de un yo o un sí mismo que nace la noción de un otro. Y es a partir de un otro que podemos sentir aversión y apego a las cosas. Finalmente, es la separación entre el sujeto y el objeto, la dualidad, lo que produce todo sufrimiento. En un sentido filosóficamente más vertiginoso, podemos recordar la famosa frase de Heráclito de que uno no se puede bañar en el mismo río dos veces.

El río está fluyendo y cambiando cada instante y cada parte de nuestro cuerpo está cambiando, nuestras células y nuestros átomos están surgiendo y desapareciendo cada instante... Así, ¿qué constituye realmente nuestra identidad? ¿No es, acaso, sólo un concepto, una persistente ilusión de la memoria? ¿Quién ha podido ubicar o fijar en un lugar su yo? Ciertamente los Upanishads hablan del Brahman que reside en el corazón y el budismo tántrico habla de la gota indestructible del cuerpo vajra, pero éstos no son de ninguna manera el yo al que nos referimos y adherimos cotidianamente, sino, contrariamente, son aquella vastedad abierta e indefinible que se hace real una vez que ampliamos nuestra perspectiva y dejamos de identificarnos con un modo limitado (y reificado) de existir.

Como dice Dogen:
"Estudiar el sendero [budista] es estudiar el sí mismo. Estudiar el sí mismo es olvidar el sí mismo. Olvidar el sí mismo es ser iluminado por todas las cosas del universo". Siempre que exista una identidad individual no podrá haber una identidad universal, siempre que sólo seamos una persona, en un cuerpo, en una mente, no podremos ser la totalidad, que es lo que realmente deseamos -y a la vez, el fin de todo deseo.

jueves, 9 de noviembre de 2017

¿Debajo de cuántas máscaras crees poder encontrar tu verdadera esencia?


Quizás seas una persona que se considera libre, acotando libertad al hecho de que quizás no tienes mayores responsabilidades, que no tienes un trabajo que te ate 8 horas al día, que no tengas una familia que alimentar, que no estés casado o comprometido, que puedas dedicar tiempo a las cosas que te gustan…

O bien estás en el grupo menos afortunado que se siente esclavo de sistema y sus dinámicas, que se siente andando constantemente en una rueda de hámster, con la intención constante de darle sentido a sus vidas, tratando de encontrar la famosa felicidad, poniéndole muchos nombres diferentes, novio, título, diploma, trabajo, casa, matrimonio, viaje, retiro digno… en fin, la llamada felicidad… ¿será que realmente existe?


Pues al parecer sí existe y quienes la han encontrado defienden la teoría de que no se encuentra en la zanahoria a la cual le ponemos diferentes nombres a lo largo de nuestras vidas y vamos tras ella como perfectos conejos, sino que se encuentra tan cerca, que resulta que no depende nada, ni de nadie de nuestro exterior, está en nuestro interior… Pero tenemos tantas, pero tantas capas encima que no llegamos a ella con facilidad.

Esas capas, son nuestras máscaras y lamentamos decir que hasta las personas que se sienten “libres” son esclavos de algo, están sometidos a una máscara, así ésta sea la de persona rebelde que no hace más que lo que provoca.

Esta máscara corresponde a la respuesta en contra de la sociedad y sus tradiciones, pero en este caso solo es una sustitución de máscaras.

Debemos entender que somos seres espirituales teniendo una experiencia humana, esto suena de grandes dimensiones, ¿cierto?, somos seres que han venido a sanar, a aprender, a evolucionar, a escoger experiencias que nos den el desarrollo que necesitamos. Pero venimos al mundo y lo que resulta es que nos llenamos de etiquetas, que se nos imponen desde el nacimiento y vamos agregando más y más a lo largo de la vida.

Nos perdemos entre tanta humanidad, entre nombres, entre profesiones, entre obligaciones, entre miedos y costumbres. Nos preocupamos más por el qué dirán y por ser aceptados que por ser felices. Nos conformamos con pintarnos el cabello de azul y decir que somos auténticos. 

No te subestimes, CREE EN TI


¿Eres una persona que se cuestiona a si misma todo el rato ? 
¿Siempre te comparas con los demás o te afecta lo que piensen de ti? 
Puede que aún no te hayas dado cuenta, pero es posible que tengas un problema de baja autoestima y auto-conocimiento.

Tener un mal concepto de uno mismo puede influir en la mayoría de los principales aspectos de tu vida de una forma muy negativa.

La autoestima se forma desde la infancia y según el contexto histórico.
El Auto-conocimiento nunca te lo han enseñado.

El concepto de uno mismo “está formado por múltiples elementos como la manera de ser, quienes somos, los rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. También influye el ambiente familiar, social y educativo en el que se está insertado y los estímulos que éste le brinde”

El auto-concepto se forma desde la infancia, desde lo que te han enseñado, junto al crecimiento y al paso del tiempo. A partir de los cinco o seis años,  es cuando se comienza a tomar conciencia y se percibe la imagen que tienen los demás de nosotros. Y es primordial el papel que tienen los que nos rodean -padres, maestros, compañeros o amigos- cuando esta informacion se va conformando y construyendo en ti.

Otro de los factores que puede ser crucial,  es el sistema de ideales culturales de la conciencia social que cambia en función del momento histórico: “La autoestima y conciencia de un sujeto de nuestro tiempo, puede diferir mucho de la que tuvo alguien que vivió siglos atrás o de la que tendría otro que viva en un futuro lejano”.

“Pero no se debe confundir esta consideración, con la aceptación a ultranza de los ideales sociales de cada momento que ordenan ser de una determinada manera para ser aceptado por los demás. Porque eso es un sometimiento a los dictados de la conciencia social en que se vive”.

Consideremos AMARNOS A NOSOTROS MISMOS como una necesidad básica que actúa como un sistema inmunológico de nuestro cuerpo y alma, proporcionándonos resistencia, felicidad y capacidad de AMAR.

Sin embargo, hay a quienes este sistema inmune no les funciona como debería e incluso se vuelve en su contra.

Las personas que se subestiman o no se aman comparten una serie de características comunes:

1. Pesimismo y negatividad

Si eres de los que lo ve todo negro y sin salida, deberías replantearte intentar ver las cosas con un poco más de optimismo.

“Si tenemos una buena autoestima podremos reaccionar de una manera más positiva y constructiva ante las dificultades. Con más amor a nosotros mismos, tendremos mayores posibilidades de autorrealización y podremos ser felices”.

2. Tendencia a “autofustigarse”

Muchas veces se puede llegar a ser tan exigente con uno mismo que te conviertes en tu propia víctima y verdugo.

 “Es importante que trabajemos la capacidad de autoaceptación”. Es decir, admitir con naturalidad los aspectos de nosotros mismos que no nos favorecen o nos limitan y ser conscientes de siempre lo podemos cambiar.

3. Excesiva modestia, falta de seguridad y confianza

¿Nunca sabes como encajar un halago o un cumplido?

Aunque la humildad es una virtud, no ser capaz de aceptar los elogios de los demás puede ser un indicador de las limitaciones aprendidas y falta de confianza en uno mismo.

Todos tenemos  limitaciones implantadas que nos hacen en ocasiones dudar de nuestras posibilidades, pero debemos aceptar lo bueno y agradecer cuando alguien decide lanzarnos un piropo.

4. Dar demasiada importancia a lo que opinan los demás

No puedes pasarte el día pensando en “qué pensará fulanito o menganito sobre ti”.“Es cierto que no existe una buena autoestima sin los otros, pero tampoco contra los otros o a costa de los demás. No hay autoestima pensable por fuera  de la relación y el respeto”.
Sigue los dictados de tu corazón.

5. Anteponer la felicidad de los demás a la propia

Ser altruista y pensar en los demás casi siempre es un rasgo positivo. Pero, cuando se convierte en el motor fundamental por encima de tu propia felicidad puede ser un problema de falta de autoestima.

Nunca vas a dar la felicidad a nadie mientras tu no seas feliz.

6. Celos y envidia

Desear la vida de otros o estar comparándote con los demás de forma continua también supone una falta de confianza en uno mismo, y una manera de despreciar y subestimar lo que SOMOS,  tenemos y podemos hacer por nosotros.

No podemos tener siempre una actitud de víctima, en la que los demás lo tienen todo y nosotros nada.

Cómo aumentar la confianza y Creer en uno mismo:

miércoles, 8 de noviembre de 2017

La felicidad es la certeza de no sentirse perdido


¿Cuántas vences nos hemos preguntado si realmente somos felices? ¿Por qué a veces nos sentimos tan perdidos que no sabemos exactamente cuál debe ser el rumbo que debemos tomar? Encontrar el sentido de nuestra vida es descubrir, al menos en parte, la llave de la felicidad.

La vieja discusión del mundo de la filosofía y de la psicología sobre qué significa ser feliz en la vida cotidiana se ha llegado a plantear en términos de si existe o no, si es tan solo algo transitorio o si de verdad se puede ser feliz. La discusión, como siempre, tiene mucho que ver con la pregunta de a qué llamamos felicidad.


Dependiendo de ello, nuestro bienestar se volverá algo imposible, algo transitorio o algo capaz de ser alcanzado. En los últimos años, alrededor del concepto de felicidad se han realizado diferentes estudios alcanzando distintas conclusiones.

También se han intentado establecer líneas de separación y relación con otros conceptos muy relacionados, como la alegría. En cualquier caso, en lo que la mayoría de los autores coinciden es que en la definición de felicidad existe una parte subjetiva que tiene que descubrir y definir cada uno, de ahí quizás que sea tan fascinante.

“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”
-Pablo Neruda-


La felicidad es un estado personal interno

Podemos estar alegres y ser infelices; podemos estar tristes y ser felices. Así lo recoge un estudio longitudinal basado en la felicidad de personas de más de 148 países, donde se extrae la conclusión de que este concepto es un estado interior y que no tiene tanto que ver con lo que nos pasa de piel hacia fuera como de piel hacia dentro.

Según revela este estudio sobre la felicidad, los españoles viven una media de 58,8 años felices. Este dato sitúa al país en los primeros puestos de una lista formada por un total 148 naciones, lo que supone una gran representación (concretamente más del 95% de la población mundial).


Las conclusiones de otro macro-estudio longitudinal de Harvard defienden: que la felicidad es un estado interno duradero y que no es producto un evento casual y transitorio que depende de lo bien que vayan las cosas. Pensado así, nuestro bienestar podría estar relacionado con la tranquilidad interior, con la paz espiritual, una sensación interna de serenidad, de tranquilidad y de certeza que nos llena y nos inunda de una agradable satisfacción con respecto a la vida.

“La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”
-Henry Van Dyke-





La felicidad está íntimamente ligada con encontrar nuestro rumbo

El arquetipo de la sombra: el lado oculto de nuestra psique


El arquetipo de la sombra representa, según la psicología analítica de Carl Jung, el “lado oscuro” de nuestra personalidad. Se trata de un submundo convulso de nuestra psique donde se contiene lo más primitivo, los egoísmos más afilados, los instintos más reprimidos y ese “yo desautorizado” que la mente consciente rechaza y que sumergimos en los abismos más profundos de nuestro ser.

Todos hemos oído alguna vez hablar de ese concepto, de ese arquetipo de la sombra que de algún modo, sigue utilizándose en psicología para hablarnos de esa confrontación. De esa sensación de disputa que a veces llevamos con nosotros mismos cuando trabajamos nuestras frustraciones, nuestros miedos, inseguridades o rencores.


“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”
-Carl Jung-


Sin embargo, no podemos olvidar que esa idea que Carl Jung nos trajo a través de su trabajo sobre los arquetipos ya estaba presente en nuestra sociedad histórica y culturalmente. El concepto de sombra o reverso oscuro conforma esa dualidad tan común, que incluso le sirvió a Robert Louis Stevenson como inspiración para crear su ya clásico “Dr Jeckyll y Hyde”, mucho antes de que el propio Jung desarrollara su teoría sobre el arquetipo de la sombra.

Todo aquello que en un momento dado consideramos como “malo” debido a nuestra educación y a las normas morales de nuestra sociedad, se convierte en nuestra sombra. Sin embargo, no es recomendable ver todas esas dinámicas internas como experiencias reprobables o peligrosas, hasta el punto de pensar que todos nosotros llevamos un Hyde dentro clamando por salir.

El propio Jung explicó que existen diferentes tipos de sombras y que un modo de alcanzar el bienestar, la sanación y la libertad personal es haciéndolas conscientes, enfrentándonos a ellas.




El arquetipo de la sombra: el lado oscuro del ser humano

El arquetipo de la sombra se relaciona mucho con el concepto de inconsciente formulado por Freud. No obstante contiene matices únicos que lo diferencian de un modo considerable y que lo enriquecen. No podemos olvidar que lo que empezó siendo un idilio intelectual entre Freud y Jung terminó enfriándose, hasta el punto de que este último llegó a decir del padre del psicoanálisis que era “una figura trágica, un gran hombre, pero alguien con cuyo método terapéutico no comulgaba”.

Jung desarrolló su propio método, la psicología analítica. Dejó a un lado el diván y esa relación asimétrica entre terapeuta y paciente para desarrollar una terapia basada en la conversación, ahí donde indagar en la estructura de la psique y en ese inconsciente donde navegan los arquetipos. Entre todos ellos, el que mayor valor terapéutico podía llegar a tener era sin duda el arquetipo de la sombra. Veamos sus características:


La sombra, una presencia conocida pero reprimida

La “sombra” fue un término que Jung tomó de Friedrich Nietzsche.
Esta idea representaba la personalidad oculta que tiene toda persona. A simple vista la mayoría de nosotros aparentamos (y nos percibimos) como seres buenos y nobles. Sin embargo, en nuestro interior hay ciertas dimensiones reprimidas, instintos heredados donde a veces se esconde la violencia, la rabia, el odio…

El arquetipo de sombra no habita únicamente en cada persona. En ocasiones, también está presente en “grupos de personas”, en sectas, en algunos tipos de religiones o incluso en partidos políticos. Son organizaciones que pueden en un momento dado, sacar su sombra a la luz para justificar actos violentos contra la propia humanidad.

La sombra es más destructiva, insidiosa y peligrosa cuando más la “reprimimos”. Es entonces cuando “se proyecta” apareciendo así, y según Carl Jung, perturbaciones como la neurosis o la psicosis.
Asimismo, Jung diferenció en su arquetipo de la sombra dos tipologías. La primera es la sombra personal, la que llevamos todos con nuestras pequeñas frustraciones, miedos, egoísmos y dinámicas negativas más comunes. Sin embargo, también estaría la sombra impersonal, esa que contendría la esencia de la maldad más arquetípica, la que acompaña a los genocidas, asesinos despiadados, etc.


Desafortunadamente no puede haber ninguna duda de que el hombre es, en general, menos bueno de lo que se imagina a sí mismo o quiere ser. Todo el mundo tiene una sombra, y cuanto más oculta está de la vida consciente del individuo, más negra y más densa es. En todo caso, es uno de nuestros peores obstáculos, puesto que frustra nuestras intenciones más bien intencionadas”
-Carl Jung-