Nisargadatta Maharaj |
El “yo soy” está ahí desde el principio; siempre está presente, siempre a nuestra disposición. Rechaza todos los pensamientos excepto el de “yo soy” y permanece ahí.
Comprender el “yo soy”, tu conciencia de “ser” o de “estar presente”, es tremendamente importante, ya que en esto radica el peso total de la enseñanza de Maharaj. En primer lugar, ¿eres consciente de tu “ser” o del hecho de que “eres”? Tienes que “ser”, que existir, antes de que nada sea. Tu sentido de “presencia” o de que “eres” es fundamental para lo que sigue a continuación.
Segundo punto: esta conciencia de “ser” o de que “eres”, el “yo soy”, ¿no fue acaso lo primero que aconteció antes de que ninguna otra de tus experiencias vitales pudiera tener lugar? Regresa con la mente al instante en que por primera vez te diste cuenta de que “eras”, el instante en que fuiste consciente del “yo soy”. Este “yo soy” todavía está contigo, siempre presente, siempre disponible; fue y todavía es el primer pensamiento. Rechaza todos los otros pensamientos; regresa ahí y permanece ahí. E intenta comprender y empaparte de este “ser” o yoidad que es inherente a ti. Cuanto más claro y en detalle lo veas, más rápido será tu progreso.
Tan solo instálate y permanece estable en el “yo soy”. Rechaza todo lo que no tenga que ver con el “yo soy”.
Tras haber comprendido el “yo soy” en todas sus formas, el siguiente paso es permanecer ahí, establecerse en la conciencia de “ser” y no desviarse de ella en absoluto. En el preciso instante en que comienzas a pensar en cualquier otra cosa, puedes estar seguro de que se han agregado añadidos sobre la base del “yo soy” y de que, por tanto, este ha perdido su pureza. Rechaza cualquier cosa que signifique “yo soy tal y tal”, porque todo ello son contaminantes y que no tienen que ver con la conciencia básica de ser; no pertenece a ella.
El “yo soy” constituye la única certeza. Es impersonal y todo conocimiento nace de ahí; es la raíz de todo. Aférrate a él y deja que el resto se vaya.
Justo desde el instante en que descubriste que “eres” hasta este día, sabes que “tú eres”. Todo el resto de añadidos vinieron y se fueron. Son impermanentes. Pero el “yo soy” fundamental ha permanecido inmutable y es tu única certeza. El “yo soy” es impersonal, no usa palabras, no pertenece a nadie, es común a todos. En el instante en que supiste que “tú eres” no conocías las palabras ni el lenguaje; estos vinieron más tarde.
Basándote en este “yo soy” no verbal, más tarde fuiste capaz de expresar verbalmente “yo soy” en cualquier idioma que aprendiste. Luego, de este minúsculo, extremadamente pequeño “yo soy” creció el conocimiento y se desarrolló vertiginosamente, hasta alcanzar proporciones inmensas. Así pues, todo el conocimiento nace del “yo soy”, el cual es el fundamento, la base, el origen, la raíz de todo. Debes aferrarte a este “yo soy” y abandonar el resto.
El “yo soy” es; es siempre fresco, siempre acaba de nacer. A todo el resto se llega por deducción. Cuando el “yo soy” desaparece, lo que queda es el Absoluto.
La conciencia de “ser” siempre está ahí, tan fresca como el primer día. Nunca te abandona; siempre está disponible para ti. En cualquier estadio en que se encuentre tu vida, esta conciencia se ha quedado contigo sin cambiar, inmutable. Las circunstancias, las relaciones, la gente, las ideas, etcétera, todo lo que no es esa conciencia ha ido cambiando. Todo eso nació por inferencia, pero el “yo soy” ha permanecido y se ha mantenido sin cambios a través de esas turbulencias. ¿Qué ocurrirá cuando el “yo soy” desaparezca? ¿Qué permanecerá entonces? La insinuación de la cita anterior ahora cobra énfasis: permanecerá lo que está más allá del “yo soy”, el Absoluto.
Aférrate al “yo soy” y ve más allá de él. Sin el “yo soy”, serás feliz y estarás en paz.
En este momento posees el “yo soy”. Aférrate a él, porque es el único medio que tienes de ir más allá; no dispones de ningún otro. Sí, se trata de ir “más allá”, pues ¿qué te ha ofrecido el “yo soy” sino conflictos y penalidades? Llegó, se identificó con tu cuerpo y te convertiste en un individuo. Ahora recorre el camino inverso: acude al “yo soy”, trasciéndelo y serás feliz, estarás en paz.
Aférrate al “yo soy” excluyendo el resto. El “yo soy” que está en movimiento crea el mundo, mientras que el “yo soy” que está en paz se transforma en el Absoluto.
Deja de lado todo lo demás y tan solo aférrate al “yo soy”. Observa su poder, sus inquietudes y sus movimientos, los cuales han creado el mundo y con él toda esta confusión y sufrimiento. Regresa al “yo soy” y deja que el “yo soy” permanezca en el “yo soy”. Entonces se aquieta y desaparece. En ese momento hay paz, ya que tan solo queda el Absoluto.
El “yo soy” te trajo hasta aquí, el “yo soy” te sacará de aquí. El “yo soy” es la puerta. ¡Quédate junto a ella, porque está abierta!