“La fuente, ¡qué símbolo tan profundo y significativo!
¿Por qué?
Porque nunca cesa de brotar y de manar.
Y la fuente en nosotros, que no debe dejar nunca de brotar y de manar, pura, transparente, es el amor.
A pesar de lo que nos suceda, nunca debemos dejar que nuestra fuente se seque.
¡Cuántas personas deciden cerrarse a los demás en cuanto descubren que les han engañado!
¡No hagáis nunca eso! Antes, cuando ignorabais que os engañaban, vuestra fuente manaba al menos y erais los primeros en beneficiaros de este amor que brotaba en vosotros.
No os aconsejo la ingenuidad, la ceguera, evidentemente; al contrario, tratad, en la medida que os sea posible, de ver a los seres con claridad.
Pero si sucede que os engañan, decíos que ello no es tan grave.
Lo que es grave es que el amor deje de habitar en vosotros.
Así que, sean cuales sean las decepciones, las amarguras, las pruebas, dejad que mane vuestra fuente: ella os devolverá el gozo, la inspiración y la fuerza.”
Omraam Mikhaël Aïvanhov.
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