En uno de los últimos artículos hablaba de la importancia de saber controlar nuestra luz interior. A medida que vamos creciendo espiritualmente, nuestra luz se hace más intensa, y a veces hay personas a nuestro alrededor que se sienten incómodos con ella. Y esto puede generar conflictos. Algunos de ellos incluso bastante graves.
Después de aquel artículo, varias personas me escribieron para preguntarme cómo se hace esto de regular la luz interior, así que he pensado que sería útil escribir sobre este tema. Que yo sepa, no hay un método concreto, pero sí hay algunas pautas que pueden ayudar.
El Amor Debe Ser Siempre Nuestro Guía
Lo más importante de todo es actuar siempre con tanto amor como se pueda. El amor debe ser siempre lo que motive todos y cada uno de nuestros actos. Siempre.
Así que siempre que tengamos algún conflicto, siempre que alguien no nos trate bien, siempre que pensemos que alguna persona se está equivocando, o cualquier otra situación similar, debemos mirar en nuestro interior para ver si estamos siendo amorosos o no. Da igual que pensemos que tenemos razón, da igual que la otra persona no esté actuando correctamente, en el momento que perdemos de vista el amor, el que se equivoca seguro somos nosotros.
Nuestra luz interior no debe ser nunca un arma que ataque a alguien. Nunca. Si en algún momento nos enfadamos y tenemos ganas de atacar, aunque pensemos que tenemos razón, es mejor pararse un momento, contar hasta diez y preguntarse cómo podemos cambiar nuestra luz para que deje de ser un rayo que hace daño, y convertirla en un suave calor que todo lo abraza.
Es Mejor Mostrar el Camino con Ejemplos que con Palabras
A medida que crecemos espiritualmente, vemos las cosas más claras y nos volvemos más sabios, y esto hace que a menudo tengamos ganas de dar lecciones a los demás. A veces les decimos abiertamente que se equivocan, y otras lo hacemos de forma más sutil, pero de una manera u otra tendemos a ir por el mundo con la sensación de ser superiores.
Lo primero es hacer un pequeño ejercicio de reflexión y humildad para ver si nos está pasando esto. ¿Te sientes superior a los demás e intentas dar lecciones? Es algo bastante habitual, así que vale la pena fijarse bien antes de responder: “no, yo no lo hago.”
A nadie le gusta que le den lecciones, así que si lo hacemos, es muy fácil que más de una persona se sienta molesta con nosotros.
Si creemos que alguien se equivoca y queremos mostrarle una manera mejor de hacer las cosas, es mucho mejor enseñarle el camino con nuestro ejemplo, que no decirle que no lo hace bien. Cuando queremos aleccionar con palabras, la luz interior que sale de nosotros suele ser como una bofetada: a veces puede ser útil, a veces puede ayudar a alguien a ver las cosas más claras, pero duele. En cambio, la luz que sale cuando damos ejemplo es como un abrazo. Es una manera mucho más suave de decir: “ves, así todo es más fácil. ¿Quieres venir?”
Escuchar y Observar los Otros
Es muy importante prestar atención a las personas que nos rodean para tratar de ver cómo les afecta todo lo que hacemos. A menudo es difícil ver claramente qué sienten, pero vale la pena intentarlo.
Y si vemos que alguna persona se molesta con algo que hacemos o decimos, pues mejor cambiar nuestra manera de actuar respecto a ella. No se trata de hacerle la pelota ni ser como ella quiere que seamos. Esto nunca. Simplemente tratar de respetarla.
En algún lugar leí que no tenemos por qué ser amigos de todo el mundo, pero sí que tenemos que respetarlos y no hacer enemigos. A mí me parece una buena idea.
Cada uno Tiene su Camino
Cuando empezamos a hacer descubrimientos espirituales importantes, nos emocionamos mucho y queremos compartirlo con todos. Se lo explicamos a los amigos y familiares y queremos que ellos también se emocionen. Queremos cogerlos de la mano y llevarlos con nosotros.
Muchas veces, sin embargo, lo único que conseguimos es que nos miren con cara rara.
Debemos recordar siempre que cada persona tiene su camino, y debemos respetárselo. Hay personas para quienes todavía no ha llegado el momento de descubrir lo que nosotros hemos descubierto, y si intentamos forzarlas, lo único que conseguiremos es que se sientan incómodas.
No Estamos Obligados a Quedarnos Junto a Nadie
Por último, hay que recordar que dos personas no tienen por qué entenderse, ni tampoco tienen por qué estar juntas. Pueden seguir cada una su camino, y no pasa nada.
A menudo tendemos a intentar mantener algunas relaciones porque pensamos que es casi obligatorio (pareja, amigos, familiares…) aunque la cosa no funcione. Pero si dos personas tienen una vibración muy diferente, puede que lo mejor sea que se alejen, al menos durante un tiempo.
Suele ser duro tomar una decisión como esta, pero a veces es lo mejor. Y no hay que sufrir más de lo necesario ni hacer un drama: seguro que tarde o temprano nos volvemos a encontrar y todo irá mucho mejor.
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