Gran parte de los humanos vivimos en el sufrimiento de forma constante, experimentando momentos de bienestar y de dolor de forma alterna y desconectados de nuestra felicidad interna y verdadera.Vivir en el presente significa aceptar cualquier cosa que llegue a nuestras vidas sin juicio y disfrutar de cada momento, desconectando nuestra mente de lo que ocurrió o de lo que queremos que ocurra.El pasado y el futuro nos separaran del ahora y nos conducen al sufrimiento.
Sufrimos cuando queremos controlar todo lo que ocurre en nuestras vidas. Cuando nos empeñamos en que las cosas sean como nosotros queremos y no como son en realidad.Nuestra mente nos lleva a aferrarnos a personas o situaciones que no pueden ser, o que no tienen cabida en nuestra experiencia y en vez de soltarlas nos aferramos a ellas y sufrimos.
Querer cambiar al otro, querer transformar los hechos que ocurren es otro motivo de lucha y dolor, ya que en la aceptación de lo que pasa esta el secreto a la felicidad verdadera.Pero la causa mas clara de insatisfacción es el no aceptarte tal y como eres, el no admitirte tal cual, sin querer cambiar nada en ti. Amarte incondicionalmente, es decir, amarte sin ninguna condición, seas lo que seas, con tu imperfección.
Estar presente, adquirir presencia es alejarse definitivamente del sufrimiento. Para ello existen muchas técnicas de respiración y meditación que te ayudaran progresivamente a salir del ruido mental y dirigir tu vida desde otra perspectiva, aquí y ahora.
No identificarte con los pensamientos y crear un espacio entre el dialogo de tu mente y lo que eres de verdad ese es el objetivo de la meditación, entrar en conexión con tu esencia donde la presencia de ser adquiere el verdadero protagonismo
La gran mayoría de nosotros relacionamos la felicidad con determinados momentos de dicha como ese instante fugaz en el he conseguido el trabajo que deseaba, los primeros meses de enamoramiento, el precioso día de campo que he compartido con las personas a las que quiero… ¿Y el resto del tiempo? El resto del tiempo solemos pasarlo dejándonos llevar por la marabunta de quehaceres diarios, por las acciones automáticas, o por la angustia de solventar determinados problemas que en el presente nos parecen vitales, pero que pasado el tiempo se desvanecen, como si nada, en el saco roto de lo intrascendente. En ese “resto del tiempo” es donde perdemos preciosos momentos que podríamos haber utilizado en vivir apasionadamente.
¿Qué quiere decir vivir el presente?
Vivir el presente significa vivir apasionadamente, cada momento. Pero no solo los momentos que nos gustan, o los momentos que hemos deseado que ocurran, sino todos. Vivir el presente significa no pasar el día en ensoñaciones o maquinaciones mentales sobre cómo deberían ser las cosas, sino prestar atención a lo que son en realidad y vivirlas sin cortapisas, aunque sean dolorosas o aunque no sean como esperábamos.
Vivir el presente significa que cuando estoy dando un paseo, estoy sintiendo el aire, los sonidos, mi cuerpo, en lugar de repasar mentalmente todas las cosas que tengo que hacer o regocijarme en ese problema terrible que tengo y que no sé cómo solucionar. Si decides dar un paseo, da un paseo apasionadamente; si vas a jugar con tus hijos, juega como si fueras uno de ellos y, cuando sea el momento, vive apasionadamente y con toda tu atención el proceso por el cual harás todo lo que esté en tus manos para resolver ese problema terrible. La felicidad no reside en el pensar de las cosas, sino en vivirlas.
¿Qué quiere decir vivir desde la humildad?
Vivir con humildad significa vivir las experiencias no como si fueran algo que merecíamos, que esperábamos, o que preveíamos, sino como una sorpresa, como un regalo que jamás hubiéramos esperado recibir.
Para poder vivir apasionadamente el presente, es necesario amarlo en toda su dimensión. Y para amarlo en toda su dimensión, lo primero que debemos hacer es aceptar que no tenemos control sobre la vida o la existencia. Que solo tenemos control sobre nuestras emociones o sobre el modo en que percibimos la vida, pero no sobre las cosas que ocurren.
Para poder amar la vida apasionadamente, debemos aprender a amar también todas aquellas cosas que no nos gustan y no dar por hecho que la vida debe ser como nosotros queremos que sea.
Si vivimos desde el “derecho”, sufrimos con las cosas “buenas” porque tenemos miedo de perderlas y tarde o temprano se terminarán, como todo. Y también sufrimos con las cosas “malas”, porque esperábamos algo diferente.
Si vivimos desde la “humildad” ocurra lo que ocurra será un regalo, porque no esperaba nada, y porque la felicidad reside en haber sido coherente con la persona que soy, haciendo las cosas que creo que debo hacer, cambiando las cosas que puedo cambiar y aceptando las que no están en mis manos.
Los muros que nos alejan de la felicidad