No vemos el mundo tal como es, sino como creemos que es. Venimos a este mundo desnudos, como el amplio espacio abierto en el que sucede el misterio de la vida. Hay una frescura en nuestra experiencia: todos los sentimientos y sensaciones, cada movimiento de energía, es nuevo. Sin palabras, conceptos ni recuerdos, nos encontramos con este territorio inexplorado con totalidad. Vemos las cosas como son: todo es creado igual en nuestros ojos. La división entre bueno y malo, correcto e incorrecto, aún no ha comenzado.
Sin embargo, con el tiempo, la lente transparente original de la visión inocente es inevitablemente contaminada. Nos enteramos de que algunas cosas duelen ―ya sea física o emocionalmente― y un antiguo mecanismo de supervivencia entra en acción. Decidimos que lo que duele no es amor y nos alejamos para encontrar en otro lugar la imagen de amor que hemos creado. Nos sentimos temerosos, solos, vulnerables, incompletos y buscamos la seguridad y la protección de la totalidad fuera de nosotros mismos. Olvidamos que somos este amor ―que ya somos totalidad― y fabricamos una elaborada teoría de lo que pensamos que somos basada en una identidad equivocada. Se nos olvida que la vida es una expresión de este amor ―que siempre es perfectamente totalidad tal como es― y pintamos un cuadro de la vida basado en la percepción errónea.
Nuestros gustos y aversiones, nuestras esperanzas y temores, ya sea que creamos que la vida es benévola o dura, ya sea que creamos en el destino, el karma, la suerte o la magia ... todo esto y más son moldeados por la historia única de nuestra encarnación en la tierra. Nuestra historia incluye las historias de nuestros padres, las historias de nuestros miembros de la familia, la historia de nuestra educación, nuestra clase, nuestra religión, las alineaciones planetarias en el momento en que nacimos, y la época histórica en la que hemos nacido. Todas estas historias tejen un tapiz de creencias que distorsiona el mundo que vemos. Y luego decimos que lo que vemos es la realidad.
La proyección de esta imagen en el mundo es el sueño en el que vive la mayor parte de la humanidad. Si este sueño es una pesadilla o un cuento de hadas es de nuestra propia fabricación. Nuestra realidad personal es una proyección de nuestra historia personal. La pesadilla es lo que experimentamos cuando creemos que alguien o algo es culpable de nuestro sufrimiento. Partiendo de la ignorancia denuestra verdadera naturaleza, creemos estar separados de todo lo que percibimos y del el único ser que anima la totalidad de la existencia. Incluso si la historia es un cuento de hadas con un final feliz, aún lleva al sufrimiento porque cualquier cosa a la que pueda aferrarse el ego ―y esto incluye cada forma, cada idea, cada imaginación, y cada esperanza― está destinada a morir. Y a menos que reconozcamos la luminosidad de lo que permanece cuando todo muere, todavía estamos atrapados en el sueño.
El despertar de este sueño es el reconocimiento de que nuestras creencias sobre el mundo no son la verdad, sino una respuesta mental y emocional condicionada basada en el pasado y proyectada hacia el futuro: este es el comienzo de la clara-visión. Cuando este reconocimiento se lleva a cabo en














