jueves, 4 de mayo de 2017

¿Qué es la Consciencia de Cristo?


La Consciencia de Cristo es un término de uso frecuente y se define de varias maneras en el discurso espiritual. Aquí hay varios matices de su significado por diez escritores que son bien conocidos para sus diversos públicos.

El hindú Sri Swami Krishnananda dice que la Consciencia de Cristo no es la personalidad de Jesús, sino la realización de Dios de Jesús. (1)

El místico y psíquico norteamericano Edgar Cayce vio la Consciencia de Cristo como el patrón establecido por el ejemplo de vida de Jesús. (2)

El autor y consejero Robert Burney dice: "La Consciencia de Cristo es consciencia cósmica, un canal directo al rango de frecuencia de vibración superior dentro de la Ilusión. Ese rango superior implica la consciencia de la Gloria de Unidad. (3)

El autor cristiano conservador John Piper dice "la Consciencia de Cristo es la Consciencia de Dios." (4)

El místico y autor Joel S. Goldsmith dice que la Consciencia de Cristo es nuestra verdadera identidad como hijo de Dios. (5)

El famoso yogui indio y gurú Paramahansa Yogananda dice: "En su pequeño cuerpo humano llamado Jesús nació la gran Consciencia de Cristo, la inteligencia omnisciente de Dios omnipresente en cada parte y partícula de la creación." (6)

Deepak Chopra dice: "El sello distintivo de la Consciencia Cósmica es la permanencia de la experiencia del ser esencial de uno mismo, la conciencia (*) pura más allá de cualquier estado cambiante de consciencia: como la vigilia, el sueño o el sueño profundo. Esto incluye, obviamente, cualquier experiencia de los sentidos... Es esa esencia divina que es una con la Consciencia de Cristo, la misma esencia que todos compartimos..." (7)

Matthew Fox dice: "El Cristo Cósmico es el "yo soy" en toda criatura." (8)

Eckhart Tolle dice: "Los místicos de la época de Jesús creían que Cristo era una manera de describir la unión con Dios, o consciencia, dentro del hombre Jesús. Muchos teólogos cristianos han hablado de la Consciencia de Cristo como la conciencia de la verdadera esencia." (9)

El místico Jim Marion y autor del libro pionero Putting on the Mind of Christ dice: "La Consciencia de Cristo es el término cristiano para la consciencia causal. En este nivel el cristiano se identifica con su verdadero Yo Crístico, que se ve como una unión espiritual con Dios el Creador". (10)

Cada una de estos matices ofrecen maravillosas facetas de una realidad más amplia descrita en el Nuevo Testamento y en el Evangelio de Tomás. La Consciencia de Cristo es todo esto y más en la reflexión bíblica y teológica.


¿Quién es Cristo?

El origen y el significado de la Consciencia de Cristo depende del significado de "Cristo". En el antiguo griego Christos significaba simplemente "ungido". En el judaísmo llegó a significar el Mesías, el Ungido por el Espíritu a quien el pueblo de Israel estaba esperando para traer la Liberación. Luego se convirtió en un título que se aplica a Jesús en los Evangelios. Después de la resurrección la palabra Cristo dejó de ser comprendida como el Mesías y evolucionó a una dimensión más cósmica considerada en los siguientes magníficos pasajes del Nuevo Testamento:

"En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la palabra era Dios. Todas las cosas fueron creadas por medio de la Palabra. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. Y la Palabra se hizo carne". (Juan 1: 1-4, llamando a Cristo la "Palabra".)

"Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Porque en Cristo fueron creadas todas las cosas del cielo y la tierra: las cosas visibles e invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados o potestades; todas las cosas fueron creadas por Cristo y para Cristo. Cristo es antes de todas las cosas, y en Cristo todas las cosas subsisten... Porque en Cristo mora toda la Plenitud de Dios". (Colosenses 1:16-19)

"...reunir en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra". Cristo "hace todas las cosas" y es "el que llena todo en todo" y "asciende y desciende del cielo para llenar todas las cosas". (Efesios 1:10, 23, 04:10)

La frase "todas las cosas" (τὰ πάντα) en estos pasajes es una frase casi técnica en la lengua griega de la antigüedad que significa toda la realidad.

Jesús, hablando como el Cristo en el Evangelio de Tomás, dice: "Yo soy la luz que está sobre todas las cosas. Yo soy todo. De mí surge todo, y a mí todo llega. Corta un trozo de madera, allí estoy yo. Levanta la piedra y ahí me encontrarás." (Evangelio de Tomás, refrán 77)

Cristo es el símbolo cristiano para toda la realidad.
Podemos resumir el amplio significado de Cristo de estos y otros textos diciendo que Cristo es el símbolo cristiano para toda la realidad. Estoy en deuda con Raimon Panikkar no sólo por esta definición integralmente orientada sino más por la forma siguiente de enmarcar la palabra Cristo. (11)

Aquí están seis observaciones acerca de Cristo como símbolo cristiano para toda la realidad:

Toda la realidad está compuesta de las polaridades de (a) la realidad espiritual o divina, (b) la realidad humana o consciencia, y (c) la realidad material o cósmica.

Además, como símbolo cristiano de toda la realidad, Cristo es toda la realidad en completa unidad. Los reinos de la realidad divina, la consciencia humana, y el universo material existen sin separación dentro y entre sí. Cristo es Dios, la consciencia y el cosmos reunidos en unión mística, unidos sin ninguna separación.

El cristiano reconoce a Cristo en y a través de Jesús. Jesús era una viva demostración audio-visual de esta unidad de toda la realidad en la historia. En Jesús lo humano y lo divino, lo finito y lo infinito se encuentran. Lo material y lo espiritual, el tiempo y la eternidad no están separados. Jesús reduce a cero la distancia entre el cielo y la tierra, Dios y la humanidad, lo material y lo espiritual. Él hace todo esto sin perder la polaridad de ninguno de estos que es la esencia de la no-dualidad.

Cristo, cuando es conectado al Jesús histórico por los cristianos, trasciende a Jesús. Hay una tendencia entre los Cristianos y otros de usar las palabras Jesús y Cristo indistintamente. Reconociendo la polaridad entre Cristo y Jesús nos permite reconocer a Jesús como plena y personalmente presente con nosotros ahora como lo fue para los primeros cristianos cuando él caminó sobre la tierra en un cuerpo físico y después de su muerte cuando regresó a ellos en un cuerpo espiritual. Esto también permite que el símbolo de Cristo se expanda completamente a su unión mística de trascendencia e inmanencia en las realidades divina, humana y material.

Cada comprensión de Cristo está moldeada por la cultura. Cristo siempre es una co-creación de la realidad y nuestra interpretación de la misma. Esto significa que en medio de las similitudes habrá diferencias únicas e importantes expresadas en diversas culturas, tiempos y la experiencia individual. Los cristianos no tienen el monopolio de Jesús aun cuando, según Juan 1, él ilumina a toda persona. Y los cristianos progresistas no insisten en que todo el mundo utilice su terminología o comprensión.

Esta comprensión de Cristo ha sido insinuada por los místicos, tanto cristianos como de otras tradiciones. San Buenaventura, creyendo que Cristo tiene algo en común con todas las criaturas escribe: "Con la piedra él comparte existencia; con las plantas él comparte vida; con los animales él comparte sensaciones; y con los ángeles él comparte inteligencia. Así, todas las cosas son transformadas en Cristo ya que en su naturaleza humana él contiene algo de cada criatura en sí mismo cuando es transfigurado." (12)

El místico y sufí, Ibn al Arabi dijo:

CÓMO UTILIZAR LOS SUEÑOS LÚCIDOS PARA DISOLVER EL EGO


LOS SUEÑOS LÚCIDOS PUEDEN USARSE PARA DISOLVER EL EGO Y LA SEPARACIÓN Y FAMILIARIZARSE CON LA IDEA DE QUE LA VIGILIA ES TAMBIÉN UN SUEÑO

Hace unos meses publicamos una nota sobre un experimento muy específico que los soñadores lúcidos pueden hacer, el cual fue sugerido por el maestro budista Alan Wallace, para probar que existe cierta conciencia incluso en el sueño profundo e investigar la naturaleza de la mente. 

Ahora compartimos aquí una práctica, que se deriva de un sueño lúcido del mismo Wallace, con la cual podemos aprender a disolver la percepción egocéntrica del mundo y empezar a experimentar la realidad como una manifestación del poder creativo de la mente que trasciende toda fijación o límite (una conciencia que fluye sin un yo).

Durante una participación en un panel sobre sueños lúcidos (que incluía al doctor Stephen LaBerge, una eminencia en el tema), Alan Wallace contó un sueño, uno de sus primeros sueños lúcidos. Dice que estaba en un comedor de los 50 cuando cobró lucidez, y con el sentimiento de euforia que caracteriza el entrar en el estado de lucidez, saber que estamos soñando, se acercó a cada uno de los comensales y les anunció que era un sueño, que estaban en su sueño. 

Pero estas personas, que existían en el espacio de su mente, "en mi propio holodeck" (la referencia es a Star Trek), no se interesaban por saber esto, seguían involucrados con sus hamburguesas y bebidas. "Eso me sorprendió mucho, pensé 'este es mi sueño. ¿No sabes que este es mi sueño?'... Estos individuos que conformaban la 'sociedad de mi mente', aunque yo estaba lúcido, actuaban de maneras impredecibles".



Wallace señala que "en un sueño no lúcido, las personas parecen radicalmente otras", nos atraen, nos atemorizan, etc., pese a que todos surgen de nuestra mente. Pero incluso en un sueño lúcido este efecto de otredad y separación se puede mantener:

miércoles, 3 de mayo de 2017

Un medio de conocimiento de Sí mismo


Hay un mundo de diferencia entre las creencias, suposiciones, conclusiones, evaluaciones y juicios que surgen de la ignorancia de sí mismo y el discernimiento que surge de la facultad de la discriminación. Lo que pensamos y experimentamos que somos nosotros mismos y lo que pensamos y experimentamos que son los objetos se deriva de la ignorancia de sí mismo. El discernimiento es la discriminación que surge cuando nos damos cuenta de la verdad de quién y qué somos realmente. A la luz de esta verdad la naturaleza de los objetos se hace evidente. El discernimiento no viene de nuestras creencias, suposiciones, conclusiones, evaluaciones y juicios. Viene de conocer claramente la diferencia entre lo que es cambiante y lo que es inmutable, entre lo que va y viene y lo que siempre está presente – eso en lo que aparecen las idas y venidas de la vida.

Debido a que el discernimiento que recomienda el Vedanta como medio de iluminación se articula con palabras, es fácil concluir que el Vedanta no es más que una disciplina intelectual y es, por tanto, inútil como medio de iluminación. Esta confusión se basa en el hecho de que el lenguaje puede expresar tanto la ignorancia de lo que somos como la verdad de lo que somos. El lenguaje se utiliza generalmente para expresar nuestra experiencia desinformada de los objetos. Pero no va a expresar la realidad de los objetos si quien utiliza las palabras no entiende la insustancialidad y transparencia de los objetos. Sin embargo, alguien que conoce la verdad puede expresar con palabras la realidad de los objetos y la naturaleza de la conciencia en la que tiene lugar la experiencia de los objetos.

Porque el lenguaje sirva principalmente a la ignorancia no es una buena razón para confundir la ignorancia con el lenguaje y descartar a ambos. La verdad puede tomar la forma de las palabras. Es cierto que lo que normalmente pensamos y decimos no son fieles a la naturaleza de nuestra experiencia, pero porque un martillo pueda usarse para matar no significa que no tenga otros usos. El pensamiento y el lenguaje no tiene por qué ser un problema en el camino hacia la iluminación a menos que nazcan de la ignorancia de la naturaleza de la realidad. El pensamiento y el lenguaje que surgen a partir del conocimiento de la realidad se convierten en un medio de iluminación.

El Vedanta es único en que la verdad vive en las palabras como comprensión activa del maestro. Su revelación puede discernirse por cualquier persona que escuche con una mente abierta, una mente desprovista de creencias, suposiciones, conclusiones, evaluaciones y juicios. Cuando la exposición de la verdad ocurre, la comprensión en el maestro se vuelve al mismo tiempo activa en el estudiante. Cuando esto ocurre, el estudiante descubre que él mismo o ella misma es la verdad. El estudiante no hace otra cosa que exponer su mente a la comprensión viva del maestro. Si el maestro está transfiriendo información, repitiendo la doctrina o exhortando al buscador a que se dedique a la práctica espiritual no tendrá lugar ninguna transformación.

La exposición a la verdad de lo que ya es nos hace libres, no el maestro, la enseñanza o el estudiante; estos son simplemente los medios. Cuando la verdad se hace evidente, al mismo tiempo se vuelve activa en nuestra vida diaria como una forma de pensar, sentir y actuar. Se manifiesta como una forma de ser que no es del mundo, sino muy del interior.

No es que tengamos la vida diaria por un lado y la verdad por el otro. Las nociones de una libertad espiritual separada de la vida diaria son ilusorias y se basan en el auto-engaño. Nuestra vida cotidiana revela claramente si estamos viviendo desde la ignorancia o si estamos viviendo desde el Sí mismo. Vivir desde el Sí mismo es cualitativamente diferente de vivir desde la ignorancia. En primer lugar, no está determinado por el miedo, el odio y el deseo. En un examen honesto de nuestra vida cotidiana, se encontrará que estos tres factores normalmente nos motivan. No son unos motivadores adecuados porque son causados por la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza. Son la fuerza dinámica de la que surge la vida humana cotidiana con toda su estupidez, violencia y espejismos de bondad.

Nuestra mente personal, que consiste en todas nuestras creencias, suposiciones, conclusiones, evaluaciones y juicios, nunca puede convertirse en un medio de conocimiento de la verdad de lo que realmente somos. Este tipo de pensamiento se basa en la interpretación inadecuada de las experiencias generadas por ignorancia del Sí mismo. Lo mismo vale para los sentidos. Los sentidos sólo nos informan de la aparición de las cosas. Al igual que la mente son medios inadecuados de conocimiento de Sí mismo.

Los sentimientos o emociones pueden ser útiles para informarnos de cómo se sienten los demás y nos empujan a hacer lo que sea necesario para enfrentarnos a situaciones existenciales desagradables. Pero cuando están basados en la ignorancia y lo personal y no están relacionados con hechos objetivos, nos impulsan a actuar de manera destructiva y destruyen la claridad mental que necesitamos para vivir felizmente. No dejan lugar al desapasionamiento, un medio necesario para la indagación de Sí mismo. Pero ya sean útiles o inútiles, nunca pueden ser un medio adecuado de conocimiento de Sí mismo. La creencia de "si no puedo sentirlo, no es verdad" no es cierta porque la conciencia, el Sí mismo, nunca es un objeto de sensación.

Nuestra estructura psicológica puede subsistir sin hacer referencia al conocimiento de Sí mismo. Las acciones procedentes de nuestros pensamientos, sentimientos o sentidos no nos van a llevar al conocimiento de Sí mismo. Todos estos esfuerzos son inútiles. Por lo tanto tenemos que exponernos a un medio de conocimiento que trascienda nuestra psicología y sin embargo nos lleve a la comprensión de nuestra identidad como conciencia.

¿Qué conciencia?

La felicidad que surge del interior es alegría


La alegría surge desde lo más profundo de nuestro corazón. Nos aporta tranquilidad, bienestar y amor. Hoy en día parece que una de nuestras obligaciones es ser feliz. La falsa alegría, que muchas veces utilizamos en forma de maquillaje, nos empuja hacia el malestar y la contención emocional excesiva, además de bloquear la verdadera felicidad. Entonces… ¿cómo conectar de manera genuina con esta emoción?

La alegría es una emoción básica

La alegría es una emoción básica, y al igual que el resto de emociones, posee una función adaptativa. Nos invita a sonreír, a curiosear y a explorar nuestro entorno. Estar contentos nos produce una sensación de expansión en el pecho. Así, es posible que la propia activación fisiológica asociada refuerce la sensación de estar sonriendo y compartiendo la alegría con los demás.


En esta emoción a nivel corporal, intervienen músculos concretos que de forma automática se activan cuando estamos contentos. La alegría favorece el equilibrio entre mente y cuerpo y nos permite recuperarnos del estrés de nuestra vida diaria. Es una emoción expansiva que nos empuja a elevar el tono de voz, además de hacernos sentir físicamente más ligeros. Casi tanto como las nubes.



 La alegría se expresa en el cuerpo

Esta emoción se manifiesta por todo el cuerpo, pero especialmente en la zona de la cara, con la apertura de los ojos y de la boca, dibujando una sonrisa que puede llegar a ser carcajada. También se expanden los músculos del pecho, la garganta y las cuerdas vocales: cambios que potencian nuestro bienestar.

Los investigadores Ekman y Friesen distinguen 3 tipos de alegría diferentes. La alegría auténtica o sentida que surge de forma natural y espontánea; la falsa alegría, donde no se corresponde la expresión con el sentimiento; y finalmente la alegría cínica donde se manipula la expresión de alegría para tapar otra emoción como puede ser la tristeza, el miedo o el enfado.

La alegría no es decir que todo está bien

Existe un consenso social. A la hora de responder a determinadas preguntas (“¿Cómo estás?”, “¿Cómo te va?”) solemos utilizar una única palabra “bien”, cuando en realidad muchas veces no es así. Parece que hay una obligación de estar felices constantemente, o al menos de mantenernos a salvo de dar explicaciones. Nos cuesta mucho construir un relato cuando las emociones que nos invaden son el enfado, la tristeza o el miedo.



Enfriar las emociones que podemos interpretar como negativas con el distanciamiento y la disociación genera una manera de relacionarnos con las emociones que también afecta a las emociones positivas. Piensa que expresando las emociones que nos resultan desagradables nos mostramos vulnerables y que esa vulnerabilidad, en el caso de ser reconfortada, es en sí misma una fuente de alegría.

Tampoco se trata de forzar la emoción como si fuera un traje que en ese momento nos queda pequeño. De hecho, forzar la emoción puede hacernos sentir todavía más tristes al incrementar la sensación de sentirnos incomprendidos. Nos ponemos una máscara, pero al mismo tiempo podemos llegar a sentir rabia porque “el mundo” no es capaz de ver a través de esa máscara.

Claves para identificar la auténtica alegría

¿Cómo ayuda la emoción de alegría a nuestra vida? Aquí doy algunas claves para identificarla y así poder empezar a ponerla en práctica.

Mantiene el equilibrio y el bienestar interno: el bienestar psicológico puede estar relacionado con emociones de alegría y sentimientos de felicidad.

Ocurre espontáneamente: no es un sentimiento forzado ni planificado, sino que surge de manera natural y no controlada.

Empuja a querer compartir con los demás y a la cohesión social: es un nexo de unión entre las personas, ayudando a crear nuevas relaciones y fomentando la unión social.
Proporciona paz interna: aumenta la autoestima y la autoconfianza de cada uno fomentando sentimientos y pensamientos positivos.

Es una energía que está en movimiento: si la energía está estancada no es posible que sintamos ninguna emoción placentera, por tanto la auténtica alegría viene y se va dando paso a otras emociones que necesitan ser expresadas (miedo, enfado, tristeza, tranquilidad..).

Permite emprender nuevos proyectos: facilita la energía para encaminarnos hacia nuestros objetivos.
Permite entrar en contacto con emociones placenteras: a menudo. gastamos más tiempo tiempo quejándonos, de lo que no tenemos, en vez de valorar lo que nos da la vida.


Cómo conectar con tu felicidad propia

La alegría surge de dentro, no tiene nada que ver con el exterior. Rara vez la causan los demás, sino que está plenamente relacionada con nuestros pensamientos y emociones internas. La felicidad está relacionada con “el darse cuenta” y la consciencia que le dedicamos a las pequeñas cosas, no con nuestro carácter exclusivamente.

martes, 2 de mayo de 2017

¿ES LA TIERRA UNA DIOSA Y SOMOS NOSOTROS PARTE DEL GRAN ESPÍRITU?


UNA REFLEXIÓN SOBRE EL SENTIDO DE PERTENENCIA DE LA HUMANIDAD Y LA POSIBLE DIVINIDAD DE NUESTRO PLANETA, QUE ES MÁS QUE UNA PIEDRA

Como hemos venido diciendo aquí en reiteradas ocasiones, la cuestión del cambio climático, la contaminación, la extinción de especies y demás, es un problema fundamentalmente filosófico y espiritual: nace de la dicotomía cartesiana que coloca al hombre (y a la mente) como un ente separado de la naturaleza (del cuerpo, de la materia). Esto llega a su paroxismo con la conveniencia del capitalismo de ver al planeta como una masa inerte que puede ser explotada y saqueada impunemente.

El monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh ha dicho que la visión occidental que mantiene que el hombre está separado de la naturaleza y que el paraíso o la realización ocurrirán en el futuro, en un espacio externo fuera de nosotros (probablemente alcanzado vía una inteligencia artificial), después de que progresemos lo suficiente, hace que no tengamos un sentido de interconexión e interdependencia con el planeta y todos los seres que conforman su organismo, que no seamos conscientes de que intersomos:

Es posible que tengamos la tecnología suficiente para salvar al planeta, pero no es suficiente porque las personas no están listas... es por ello que debemos enfocarnos no sólo en la contaminación ambiental en términos de dióxido de carbono sino en la atmósfera tóxica espiritual.

Pensadores antiguos de primer orden como los filósofos platónicos, Kepler, el obispo Berkeley y más recientemente el paleontólogo jesuita Teilhard de Chardin, el biólogo James Lovelock, y el filósofo psicodélico Terence McKenna entendieron que la Tierra era una deidad o un superorganismo dotado de una inteligencia. Esta visión honra a la naturaleza y tiene la ventaja práctica de que presenta la prespectiva correcta para respetarla. No es casualidad que, como ha señalado Noam Chomsky, sean las comunidades indígenas, quienes se refieren a la Tierra íntimamente como la Madre, las que "están salvando al planeta de la destrucción".

Esta visión de la Tierra como un ser vasto y magnífico del cual somos como células es reproducida por George Berkeley :

Jámblico declara que el mundo es un animal, en el que las partes, no obstante la distancia que tengan entre sí, están conectadas por una misma naturaleza. Y enseña, lo que también es una noción recibida por Platón y Pitágoras, que no existe división en la naturaleza, sino más bien una escala o cadena de seres ascendiendo en grados de lo más bajo a lo más alto, cada naturaleza siendo informada o perfeccionada por su participación en la más alta.

Esta misma idea aparece en la Armonía del mundo de Kepler, donde se señala que "El globo de la Tierra es un cuerpo como el de un animal" y esto testifica que la Tierra tiene un alma, ya que de la misma forma "que un cuerpo animado produce pelo en la superficie de su piel, la Tierra produce [en su superficie] plantas y árboles". De manera poética, el obispo griego Sinesio nos indica en un himno:

Ese incorruptible intelecto que es en su totalidad una emanación de la divinidad, está totalmente difundido a lo largo del mundo y alrededor del cielo, y preserva el universo con el que está presente y distribuido en múltiples formas. Una parte de este intelecto está distribuido entre las estrellas, y se convierte, por así decirlo, en su auriga; otra parte [se distribuye] entre los coros angélicos; y otra parte está contenido en una forma terrestre.

En su libro Climate, Soul of the Earth, Dennis Klocek sostiene que la atmósfera puede entenderse como el alma de la Tierra y como tal, las perturbaciones del clima son enfermedades planetarias ("el alma te enferma hasta que obtiene lo que quiere", escribió James Hillman). Dice Klocek:

Trazando la etimología de la palabra atmósfera, uno ve cómo, para los griegos, existía una comunidad entre los conceptos de viento, aliento, alma, aire, vapor y principio vital y los conceptos de espíritu o animación. Más tarde, en la Edad Media, el alma fue conocida como el "aire del cuerpo" y considerada como el asiento de la conciencia de aquel que la poseía. Asimismo, el aire o atmósfera fue considerado el alma de la Tierra, el centro vital de los influjos y movimientos que surgen cuando los otros cuerpos celestes interactúan con la Tierra. La historia nos dice que Pitágoras fue el primero en "escuchar" e interpretar la relación geométrica de las interacciones planetarias como una música celestial. Subsecuentemente, filósofos medievales creyeron que estas influencias, causadas por movimientos de otros planetas, que se registraban en el alma de la Tierra, eran manifestaciones de lo que había sido llamado "la música de las esferas". Hoy llamamos a estos impulsos armónicos "patrones climáticos".

Para Terence McKenna:

El análisis racional nos dice que la materia sólo está compuesta de átomos moviéndose en el espacio obedientes a leyes matemáticas invariantes y toda la creatividad, todo el sentido de conexión que experimentamos como seres vivos contemplando la naturaleza como miembros de la sociedad es algo negado. Y esto llega a su culminación en una frase de Jean-Paul Sartre, que dijo “la naturaleza es muda”. La naturaleza no da claves, el hombre está solo en el universo, con sus complejos y obsesiones, él confiere el significado. Yo rechazo esto, creo que el mensaje de la experiencia psicodélica es que la naturaleza se está comunicando, todo ser está lleno de lenguaje.

¿HEMOS MALENTENDIDO LA INTELIGENCIA? ¿QUÉ ES REALMENTE?


HOY, EL CONCEPTO DE INTELIGENCIA CONTINÚA SIN GENERAR CONSENSO Y LAS HERRAMIENTAS PARA MEDIRLA SON CADA VEZ MÁS CUESTIONADAS

La palabra inteligencia proviene del latín intellegentĭa, que a su vez se deriva de intelligere (que viene de los téminos inter –entre, y legere–leer-elegir). De este modo, puede deducirse que su traducción es leer entre líneas, o, elegir entre líneas. Así, también podríamos decir que la persona inteligente es la que mejor elige.

Sobre todo en Occidente (aunque hoy prácticamente en todo el mundo), desde 1912 se comenzó a emplear el famoso test conocido como IQ (coeficiente intelectual) para medir la inteligencia de las personas. Este coeficiente se ha convertido en un estándar para medir la inteligencia, aunque basado en los valores sobre lo que en Occidente se considera una persona inteligente, mayormente asociado a la resolución de problemas y el proceso y entendimiento de la información.

Sin embargo, sobre todo en las últimas décadas han aparecido grandes críticas a este sistema estandarizado, tanto por su arbitrariedad como por su naturaleza simplista. Por ejemplo, sabemos que este sistema financiero privilegia el cálculo cortoplacista, por ello, en la cumbre del “éxito” y el “progreso” están los grandes banqueros, especuladores, financieros y políticos ambiciosos, que han puesto al planeta al borde de la catástrofe ecológica en que nos encontramos. 

Seguramente, estas personas podrían aparecer con un alto IQ, capaces de hacer cálculos complejos (o grandes fraudes) que los colocan donde se encuentran. Pero, si volvemos a la etimología de la palabra, ¿están eligiendo bien? Y más allá de la ética, incluso, ¿están verdaderamente viendo por su propia vida?

En este debate --pues realmente no existe un consenso universal sobre lo que es la inteligencia-- este atributo está siendo como nunca cuestionado. Hoy sabemos que existen siete tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, cinético-corporal, interpersonal e intrapersonal. También tenemos la inteligencia emocional o la inteligencia espiritual (asociada a la empatía y comprensión generosa de la existencia).

lunes, 1 de mayo de 2017

'Esto' y Eso


En el lenguaje dualista, el término "yo" se deriva del latín "ego", un concepto que carece de existencia objetiva o, dicho de otro modo, un complejo que debe resolverse porque su existencia psicológica supone la esclavitud. Empleado como término metafísico, sin embargo, sólo se refiere a Esto-que-somos como algo opuesto a Eso-que-creemos-ser, pero no somos.

Es posible demostrar que lo que percibimos sensorialmente no es más que una imagen mental y que, como tal, carece de toda naturaleza propia. Pero la sensibilidad de los seres debe tener un centro que dirija sus operaciones, un "centro" de cada objeto sensible que, en tanto que apariencia sensible, es puramente fenoménico. Tal centro está desprovisto de todo tipo de volición y autonomía. No se trata, por tanto, de un "ego" ni puede pensar de manera auto-consciente como "yo".

La identificación de Esto-que-somos con cada objeto fenoménico, que tiene lugar durante el proceso de objetivación, acaba convirtiendo a ese centro "funcional" en un "ego-yo" individual y creando a una "entidad" hipotética.

El fenómeno es una manifestación y, por consiguiente, también un aspecto del noúmeno. La acción fenoménica espontánea es nouménica y, por ello, vivir es vivir nouménicamente. Tal, pues, es la vida no identificada. Es la identificación con una entidad autónoma espuria (imaginada), que se supone que nace, sufre y muere, la que pone en marcha el proceso de causalidad denominado karma posibilitando la emergencia de la esclavitud.

En sí mismos, los fenómenos carecen de cualquier tipo de entidad que pueda ser esclavizada y tampoco poseen, en consecuencia, entidad alguna que pueda ser liberada. La "entidad" siempre es espuria, mientras que el fenómeno no es más que lo que afirma su nombre, una mera apariencia mental que no se halla esclavizada y que tampoco puede, en consecuencia, ser liberada.

El aparente problema, por tanto, únicamente tiene que ver con la identificación. Es la identificación la que da origen a la noción de esclavitud. La identificación con los objetos fenoménicos desemboca en el concepto hipotético de una entidad autónoma y creemos que ese concepto equivale a un "yo" objetivo, aunque nunca ha existido, existe ni existirá jamás como una cosa-en-sí, como algo más que un concepto en eso que llamamos "mente".

Sin embargo, la identificación con los objetos fenoménicos no conlleva automáticamente la esclavitud, dado que los fenómenos carecen de "entidad" y tampoco la necesitan, como ilustra perfectamente el caso de los sabios des-identificados que, a los ojos del observador casual, parecen vivir su vida como personas normales y corrientes.

La superposición del concepto artificial del yo autónomo es la responsable de las nociones de "karma" y de "esclavitud", que son el efecto de nuestra aparente "volición".


Desarrollemos esta idea más detenidamente. El noúmeno no tiene necesidad alguna de identificarse con la dimensión fenoménica. Al igual que el huevo no tiene ninguna necesidad de identificarse con el huevo, Esto-que-somos tampoco necesita identificarse con Eso-que-somos, puesto que su aparente diferencia se deriva de una mera apreciación objetiva. Sin embargo, la identificación de la dimensión nouménica, no ya con la totalidad de la dimensión fenoménica sino con fenómenos discriminados y separados, entraña la división de ese fenómeno en sujeto y objeto y la atribución de subjetividad a algo que es meramente objetivo. La atribución de esta pseudo-subjetividad al centro "funcional" de cada objeto fenoménico separado da lugar a la idea de un individuo autónomo dotado de un yo o ego.

Dicho de otro modo, puesto que la dimensión fenoménica forma parte integral de la dimensión nouménica, la discriminación de la dimensión fenoménica en fenómenos separados que poseen un carácter subjetivo y objetivo es lo que produce la identificación. Dicha identificación consiste, pues,

En la salud como en la enfermedad


Cerramos esta serie de artículos sobre el amor y el miedo con un breve apunte de una de las funciones más comunes que tienen estas dos energías en nosotros, aparte de todas las que hemos comentado ya, y está relacionado directamente con nuestro estado de salud. Dicho de forma sencilla, el miedo y sus derivados pueden llegar a enfermar al cuerpo, el amor “cuántico” lo sana.

¿Cómo es esto? Básicamente porque las energías y el sustrato que componen las formas mentales y emocionales de miedo son incompatibles con la armonía, el balance y el equilibrio de las cosas, ya que causan disrupción y desarmonía en nuestros cuerpos sutiles, que luego, ya dependiendo de la gravedad, de la intensidad, de la fuerza y del tiempo que energías con sustrato de miedo llevan acumulándose en nosotros, terminan por causar problemas de salud en el cuerpo físico. 

No nos solemos dar cuenta de que no hay enfermedad, malestar o disconfort físico que no tenga una raíz energética basada en una desarmonía y una pérdida del balance y del equilibrio de los diferentes componentes que nos forman, por causa de algún tipo de problema con sustrato de miedo (el simple estrés ya lo es), así como no hay mejor forma de volver a armonizar, equilibrar y sanar que insertando su contrapartida energética, el amor cuántico, en esas mismas estructuras hasta que recuperan de nuevo el equilibrio perdido.

Teniendo esto en cuenta, y habiendo explicado que la forma más directa que tenemos de acceder a un repositorio de “amor cuántico” es a través de lo que llamamos nuestra “esencia”, un ejercicio que regularmente nos puede ayudar a mantener, como medida preventiva, la armonía en nosotros, es insertar y dar la orden de que esa energía, esa esencia, se imbuya en todas y cada una de las partículas que forman nuestro cuerpo etérico, emocional, mental, causal, etc. 

Esto no hará otra cosa que, cuando estamos en estados de armonía, mantenerla, y cuando estamos revueltos y con los mil bloqueos, problemas y disfunciones que todos llevamos a cuestas, por muy nimios que sean, corregirlos un poco, o al menos armonizar lo que se pueda y no deba ser tratado, y trabajado específicamente, con cualquier otra técnica o método para recuperar la salud.

Así, es necesario ser consciente del potencial de la energía “amor cuántico” y de las consecuencias que tiene el uso de la energía miedo, no porque podamos empezar a eliminar de un plumazo estas