Todos nosotros desarrollamos a lo largo del día una serie de tareas que nos llevan constantemente a interaccionar con la realidad.
Despertamos, caminamos, conducimos, hablamos, sentimos y sobre todo vemos.
En nuestra cultura le damos un gran valor a la visión de las cosas.
En realidad para constatar si algo existe o no, la primera prueba que realizamos es comprobar si la podemos ver, luego intentaremos tocarla y finalmente podremos olerla y palparla para sentir la temperatura, la rugosidad….
Después de todas estas comprobaciones no tendremos ninguna duda en afirmar que el objeto en cuestión existe.
Sin embargo estamos ignorando que todas esas pruebas realizadas no son concluyentes.
Digo esto porque hoy en día podíamos ver, escuchar e incluso sentir el tacto el calor y la rugosidad de un objeto que no existe.
Estoy hablando de objetos virtuales y realidad virtual.
Aplicándonos unos sensores en manos, vista y oídos podremos percibir objetos como si fueran reales.
Dispositivos Hápticos para Tacto Virtual
Imagino que ustedes estarán pensando, que saben perfectamente cuando se ponen o no estos dispositivos y saben diferenciar la realidad de lo virtual.
¿Sabían ustedes que el mundo que percibimos (y por “el mundo” me refiero a todo en nuestro Universo) no tiene colores , y que tales colores son generados puramente por el cerebro humano?
Pues sí. Desde el punto de vista de los colores, el mundo fuera de nuestros ojos no es más que una infinidad de ondas electromagnéticas que viajan por el espacio hasta llegar a nuestros ojos. Y tales ondas no tienen ningún “color” tal cual lo percibimos. Más asombroso aun, es el hecho de que el concepto mismo de “color” es inexistente y es en realidad una creación 100% cerebral (no solo de nosotros, sino que de otros seres en el planeta).
Un ejemplo real de este fenómeno lo pueden ver personas que sufren de efectos de migraña crónica, en donde el cerebro experimenta un cambio tan radical durante los dolores de cabeza que las áreas de procesamiento visual de este se ven tan afectadas que cambian el comportamiento de las neuronas encargadas de procesar las ondas electromagnéticas y convertirlas en colores, teniendo como resultado que muchas de estas personas perciben colores diferentes durante tales dolorosas sesiones.
Una pregunta que surge en relación a estos temas es ¿vemos todos los humanos los colores iguales? La respuesta es que en la gran mayoría de los casos casi todas las personas percibimos los colores de manera muy similar ya que compartimos un patrón genético del ojo casi idéntico, pero eso no quita la posibilidad de que personas que tengan ciertas anomalías en su genoma o en su cerebro perciban colores de una manera totalmente diferente al resto de las personas.
Se sabe de casos por ejemplo de personas llamadas tetracromáticas, que perciben una mucho más grande gama de colores, a tal nivel que aunque para una persona normal dos colores son idénticos, para estas personas son dos colores tan diferentes como el azul y el rojo. Esto hasta donde se entiende ocurre solo en mujeres humanas, y se estima que cerca del 3% de las mujeres tienen esta capacidad. Esta anomalía sucede ya que estas mujeres tienen 4 foto-pigmentos por foto-detector, en vez de 3 como es lo usual en el resto de los humanos.
Así mismo es posible que personas vean una misma cantidad de colores que los demás, pero los vean de manera diferente. Es decir, lo que para ti es azul esa persona lo ve con otro tono de color, pero lo sigue llamando azul, razón por la cual es difícil saber si alguien ve “diferente” que el resto de los demás.
Otra cosa interesante es que algunos otros animales e insectos pueden ver no solo diferentes colores, sino que diferentes parte del espectro electromagnético, pudiendo por ejemplo ver luz infrarroja que para el ser humano es simplemente invisible. Sin embargo, se estima que la mayoría de animales mamíferos tienen solo dos foto-pigmentos por foto-detector (con la diferencia de algunos primates con los cuales compartimos una buena parte del genoma), por lo que ven muchos menos colores que nosotros los humanos (de ahí el viejo dicho que dice que los perros y gatos solo ven en “blanco y negro”, lo que es técnicamente incorrecto).
Lo importante de todo esto sin embargo es el hecho de que el concepto de colores es un concepto de alto nivel creado por nuestros cerebros para manejar mejor el flujo de datos electromagnéticos que le llegan a través del ojo. Lo mismo ocurre con el sonido, el cual no es nada más que átomos siendo empujados, comprimidos y descomprimidos en el espacio, pero para cuyo efecto el cerebro inventó el concepto del sonido. Y lo mismo ocurre con el olfato y el gusto (ambos son simplemente detectores de patrones moleculares).
Este tipo de fenómenos es lo que hace un puente entre la psicología, la ciencia y la filosofía, pues piensen en el sentido del tacto, ¿cuándo sentimos una mesa, está verdaderamente esa mesa ahí o es simplemente que lo que percibimos no es nada más que una ilusión matemática creada por el cerebro para crear una “vista” del mundo exterior en nuestras mentes y nosotros poder manipularlo mejor?
Estos pensamientos llevan con nosotros muchos años. Les invito ahora a recordar e incluso releer El mito de La caverna de Plantón. Sin duda una pieza maestra de un genio evocador como pocos y que ahora en pleno siglo XXI re descubrimos.
“El mito de la caverna”: Platón, República, VII, 514a–521b
–Y a continuación –seguí–, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la
falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie vivienda subterránea provista de una larga entrada,
abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños,
atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante,
pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, a la luz de un fuego que arde algo lejos y en
plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha
sido construido un tabique parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de
las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
–Ya lo veo –dijo.
–Pues bien, imagínate ahora, a lo largo de esa pared, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya
altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de
materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
–¡Qué extraña escena describes –dijo– y que extraños prisioneros!
–Iguales que nosotros –dije–, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí
mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está
frente a ellos?
–¿Cómo –dijo–, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
–¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
–¿Qué otra cosa van a ver?
–¿Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que
veían pasar ante ellos?
–Forzosamente.
–¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de
los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
–No, ¡por Zeus! –dijo.
–Entonces no hay duda –dije yo– de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de
los objetos fabricados.
–Es enteramente forzoso –dijo.
–Examina, pues –dije–, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme
a la naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente
y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por quedarse
deslumbrado, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le
dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la
realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los
objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que
estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le
mostraba?
–Mucho más –dijo.
–Y si se le obligara a fijar su vista en la misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que escaparía, volviéndose
hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son real- mente más claros que los que
le muestra.
–Así es –dijo.
–Y a continuación –seguí–, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la
falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie vivienda subterránea provista de una larga entrada,
abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños,
atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante,
pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, a la luz de un fuego que arde algo lejos y en
plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha
sido construido un tabique parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de
las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
–Ya lo veo –dijo.
–Pues bien, imagínate ahora, a lo largo de esa pared, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya
altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de
materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
–¡Qué extraña escena describes –dijo– y que extraños prisioneros!
–Iguales que nosotros –dije–, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí
mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está
frente a ellos?
–¿Cómo –dijo–, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
–¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
–¿Qué otra cosa van a ver?
–¿Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que
veían pasar ante ellos?
–Forzosamente.
–¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de
los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
–No, ¡por Zeus! –dijo.
–Entonces no hay duda –dije yo– de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de
los objetos fabricados.
–Es enteramente forzoso –dijo.
–Examina, pues –dije–, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme
a la naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente
y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por quedarse
deslumbrado, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le
dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la
realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los
objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que
estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le
mostraba?
–Mucho más –dijo.
–Y si se le obligara a fijar su vista en la misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que escaparía, volviéndose
hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son real- mente más claros que los que
le muestra.
–Así es –dijo.
Les invito a continuación a leer los pensamientos de los que, podrán ser estupendos filósofos, un ejemplo de una educación que invita a pensar y que estimula a ca da uno a buscar respuestas.
Creo que sus disquisiciones nos pueden servir de estímulo para las nuestras, podemos aprender de sus mentes libres de condicionamientos y tremendamente creativas.
Para una mejor lectura aconsejo verlo a pantalla completa, botón con flechas en forma de cuadrado
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