Para la mayoría de nosotros el dinero es un recurso limitado. Sin embargo, los economistas están de acuerdo en que lo decisivo no es la cantidad que se ingresa cada mes, sino la forma como se administra y, en particular, en qué se gasta.
Es cierto que la mayor parte de los ingresos se va en solventar los gastos básicos. Luego, de uno u otro lado también aparece el dinero para comprar un nuevo celular, o un televisor con la pantalla más grande, o un jean que está en oferta. Las compras siempre nos emocionan un poco. Lo malo es que el entusiasmo pasa rápido.
“No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo”.
-Alejandro Dumas (hijo)-
Hay una rama de la economía que se llama “economía de la felicidad”. Ellos miden, entre otros aspectos, las relaciones que hay entre ingresos, gastos y sentimiento de satisfacción con la vida. Han detectado, con amplias evidencias, que más dinero no equivale a más felicidad. ¿Dónde está entonces la clave del bienestar?
El dinero y los objetos
Muchas personas invierten su dinero extra en objetos. Llegan incluso a hacer importantes sacrificios por obtenerlos: recortan de los gastos básicos o se endeudan con un sistema financiero de usura. Actualmente, sucede mucho con el teléfono móvil. Este ha dejado de ser una herramienta de comunicación para convertirse en un símbolo de estatus.
Hay una encarnizada competencia alrededor de muchos objetos que tienen cierto halo de fetiches. Además del teléfono personal, también están otros aparatos electrónicos. Y la ropa también, por supuesto. El automóvil cabe igualmente dentro de esa lógica. Todos esos objetos tienen un sello de marca muy fuerte. No tienes un auto, sino un BMW. No tienes un celular, sino un iPhone.
En la mayoría de esas compras influye mucho la comparación con los pares. Se elige una determinada marca, o un determinado objeto, para ser igual o mejor que alguien del entorno. Esos objetos definen a veces el sentido de pertenencia a un grupo, pero, paradójicamente, también marcan una tensión. Los objetos, especialmente si son de lujo, buscan imponer distancias.
El dinero y las experiencias
Los economistas de la felicidad están convencidos de que invertir el dinero en experiencias genera mucha más satisfacción que gastarlo en objetos. Lo han estudiado, lo han medido. Y esa es su conclusión.
Thomas Gilovich, profesor de psicología de la Universidad de Cornell, ha estudiado el tema durante varios años. Encontró que las personas se acostumbran con extrema facilidad a los objetos. Poco tiempo después de adquirirlos, comienzan a convertirse en algo rutinario, con escaso atractivo. En otras palabras, se vuelven aburridos. Lo rutinario no ayuda a ser feliz.
En cambio con las experiencias pasa todo lo contrario. Cuando son significativas, adquieren valor y lo incrementan con el tiempo. Las experiencias sí unen a las personas. Dos sujetos pueden tener el mismo iPhone, pero no sentirse, para nada, identificados entre sí. En cambio dos aficionados a la filatelia sí se sienten cercanos.
Si vas con alguien de compras, nunca estableces lazos tan estrechos como si vas con esa misma persona al cine, o a un viaje. En ese caso, ya no aparecen tensiones por la competencia, sino todo lo contrario: complicidad y solidaridad.
Invertir en la vida
Nosotros somos nuestras experiencias. Y las experiencias que nos ofrece un objeto son extremadamente limitadas. Difícilmente hay un objeto que de verdad tenga el potencial para embriagarnos de dicha y hacernos experimentar la plenitud. En cambio, las experiencias sí lo logran.
Incluso muchas experiencias negativas, al ser procesadas, se convierten en algo anecdótico y hasta gracioso. Y las positivas, son un verdadero nutriente del bienestar emocional. Años después seguimos rememorándolas y algo de esas emociones maravillosas se vuelven a sentir. No se desgastan con el tiempo.
Cada experiencia es única, a diferencia de los objetos en serie. Por más que volvamos a vivir algo similar, nunca va a ser igual. De ahí su valor. Hay conversaciones liberadoras que jamás se nos olvidan. Hay lugares fantásticos que nos llevan al límite de la sorpresa y la admiración. La calidez de una cena, o de un rato entre amigos no tiene precio.
Si lo que buscamos es estar mejor y ser más felices, sería bueno replantearnos la forma en la que usamos nuestros recursos, en particular, nuestro dinero. Pensando menos en los objetos y más en las experiencias quizás encontremos un camino más certero hacia la dicha.
https://lamenteesmaravillosa.com/invierte-dinero-experiencias-no-cosas/
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