La sola posibilidad de que el ser humano sea capaz de recuperar el potencial que tiene, a pesar de todas las limitaciones impuestas sobre él, es algo que impresiona, por un lado, a aquellos que cuidan, orientan, ayudan y proporcionan apoyo a esta nuestra raza humana, y por otro, asusta, deja perplejo y tiene desconcertados, hasta cierto punto, a aquellos que, en algún momento, pensaron que al someterla y tras haber realizado los ajustes genéticos, energéticos y psíquicos que ya hemos comentado, tendrían a su disposición un repositorio de vida consciente para sus propósitos, intereses y demás, por toda la “eternidad”.
Pero es indudable que lo único que se está limitando es la capacidad del envoltorio, por decirlo así, y sin menospreciarlo, pero no de aquello que anima el mismo. Hemos de entender que aquello que dirige la vida humana de forma individual no es sino la parte nuestra que está a los manos del coche, y que no importa que el coche haya cambiado de color, hayan actualizado el cuadro de mandos, le hayan modificado el motor o pintado las llantas, ya que el conductor del mismo, la verdadera consciencia y ser que somos, todos y cada uno de nosotros, sigue estando a los mandos, opacado, eso sí, por el sistema de pilotaje automático del vehículo, pero seguimos estando aquí, maniobrando desde el interior, para retomar el control y los mandos de aquello que nos permite disfrutar de la experiencia terrenal que supone encarnar en este magnífico planeta.
Un juego de aventuras
¿Por qué muchos de nosotros decidimos enlazarnos a este tipo de experiencia física y terrenal sabiendo que aquello que nos iba a proporcionar las vivencias necesarias para nuestro crecimiento iba a estar sometido a tantas y tantas presiones, limitaciones, manipulaciones y vaivenes de todo tipo? Básicamente, por eso.
¿Por qué vamos a un parque de atracciones y nos montamos en montañas rusas que nos marean y nos dan vueltas, o nos metemos en túneles del terror para vivir una experiencia que nos ponga los pelos de punta durante unos minutos? Para pasar el día, para disfrutar de las sensaciones, para conocer cómo reaccionamos en situaciones que están fuera de lo normal en nuestra existencia diaria y, sobretodo, porque sabemos que es algo “temporal” y no es sino una “aventura”. ¿Y si ahora dijéramos que el tiempo que estamos en el parque de atracciones, sin desmerecer, por supuesto, fuera el tiempo que pasamos en esto que llamamos la “vida humana”, donde pasamos por montañas rusas, trenes de la bruja, nos marean cabeza abajo en la atracción del “huracán”, y nos meten miedo personajes disfrazados de seres terribles que en la oscuridad del castillo encantado nos hacen palpitar el corazón y ponérnoslo a mil?
Evidentemente, la vida humana no es un parque de atracciones, pero es una analogía que intenta explicar que, desde aquello que somos, el ser, el Yo Superior, esto es una experiencia de la que luego sacamos lo mejor de nosotros mismos para otros menesteres que ya experimentaremos en algún otro momento de nuestra evolución. Así, con un poco de perspectiva, hasta las experiencias más duras y terribles que hayamos pasado o que estemos pasando, en esta y otras vidas, son poco más que suspiros en la eternidad de nuestra existencia, que aportan infinidad de conocimiento a cómo somos, cómo reaccionamos, cómo vivimos y cómo experimentamos la grandeza de la creación consciente, a lo largo y ancho de, para quedarnos cerca, este universo.
Esto también pasará
Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de su corte: “quiero guardar oculto dentro de mi anillo algún mensaje que me ayude en momentos de desesperación total, y que pueda ayudar siempre a mis descendientes”. Así que grabaron en el mismo la frase: “esto también pasara”,1 haciendo referencia a que nada permanece, todo acaba, todo cambia, todo evoluciona, y esa frase sirve como sustento en momentos en los que estamos de lleno en medio de alguna octava (proceso energético) que, manifestado en el plano físico, nos está poniendo la vida patas arriba, como ya habíamos comentado en este otro artículo al respecto.
Puesto que todo pasa, todo cambia, todo termina, todo evoluciona, nada mañana será igual que hoy, ni nada en 5 años puede ser de ningún modo como era hace dos. Pensar lo contrario es engañarse, o quizás no ser capaz de comprender uno de los principios básicos de la energía y de la consciencia, que siempre está en perpetuo estado de movimiento y transformación hacia una versión “diferente” de sí misma. Los frenos que impiden que seamos capaces de acompañar de forma consciente y amable esa transformación continua vienen de la segunda energía que hemos visto en estos dos artículos anteriores, y de la que vamos a hablar un poco más hoy: el miedo.
El miedo como freno al cambio
Si en el artículo anterior os he hablado sobre cómo usar el potencial del amor “cuántico” proyectado desde aquello que llamamos nuestra “esencia” hacia los cuerpos superiores, para poder emitir otro tipo de materia energética para la manifestación de nuestra realidad, lo que bloquea que podamos ir acompañando esa transformación de la misma es la energía del miedo. En este caso, y es fácil deducirlo, el miedo está imbuido en nosotros y potenciado por aquellos que temen perder lo que tienen, y hablo de las cuatro grandes razas que gestionan la vida en la Tierra, así como de toda la estructura de control de la población montada bajo su supervisión por las mal llamadas élites del planeta y los gobiernos “ocultos”.
¿Cómo no van a tener miedo de perder todo un planeta y su vida consciente que han controlado durante milenios cuando ven que no pueden parar las ruedas de la evolución y de la vida, que tanto han tratado de frenar? Porque esto último si que se puede, se pueden ralentizar las cosas y procesos evolutivos, pero no se pueden detener, ya que hay ciclos y fuerzas, muy por encima de aquellos que ahora mueven los hilos entre bambalinas, que siguen haciendo girar y manteniendo en marcha las octavas evolutivas para el planeta, como ser consciente que es, y para la vida que en él se encuentra.
Así, en este enorme parque de atracciones las cosas nunca dejan de funcionar, y seguirán así mientras a cada uno de nosotros enlazados a una vida humana nos permita adquirir el resto de vivencias que necesitamos para poder seguir disfrutando de este juego evolutivo: