En el lenguaje dualista, el término "yo" se deriva del latín "ego", un concepto que carece de existencia objetiva o, dicho de otro modo, un complejo que debe resolverse porque su existencia psicológica supone la esclavitud. Empleado como término metafísico, sin embargo, sólo se refiere a Esto-que-somos como algo opuesto a Eso-que-creemos-ser, pero no somos.
Es posible demostrar que lo que percibimos sensorialmente no es más que una imagen mental y que, como tal, carece de toda naturaleza propia. Pero la sensibilidad de los seres debe tener un centro que dirija sus operaciones, un "centro" de cada objeto sensible que, en tanto que apariencia sensible, es puramente fenoménico. Tal centro está desprovisto de todo tipo de volición y autonomía. No se trata, por tanto, de un "ego" ni puede pensar de manera auto-consciente como "yo".
La identificación de Esto-que-somos con cada objeto fenoménico, que tiene lugar durante el proceso de objetivación, acaba convirtiendo a ese centro "funcional" en un "ego-yo" individual y creando a una "entidad" hipotética.
El fenómeno es una manifestación y, por consiguiente, también un aspecto del noúmeno. La acción fenoménica espontánea es nouménica y, por ello, vivir es vivir nouménicamente. Tal, pues, es la vida no identificada. Es la identificación con una entidad autónoma espuria (imaginada), que se supone que nace, sufre y muere, la que pone en marcha el proceso de causalidad denominado karma posibilitando la emergencia de la esclavitud.
En sí mismos, los fenómenos carecen de cualquier tipo de entidad que pueda ser esclavizada y tampoco poseen, en consecuencia, entidad alguna que pueda ser liberada. La "entidad" siempre es espuria, mientras que el fenómeno no es más que lo que afirma su nombre, una mera apariencia mental que no se halla esclavizada y que tampoco puede, en consecuencia, ser liberada.
El aparente problema, por tanto, únicamente tiene que ver con la identificación. Es la identificación la que da origen a la noción de esclavitud. La identificación con los objetos fenoménicos desemboca en el concepto hipotético de una entidad autónoma y creemos que ese concepto equivale a un "yo" objetivo, aunque nunca ha existido, existe ni existirá jamás como una cosa-en-sí, como algo más que un concepto en eso que llamamos "mente".
Sin embargo, la identificación con los objetos fenoménicos no conlleva automáticamente la esclavitud, dado que los fenómenos carecen de "entidad" y tampoco la necesitan, como ilustra perfectamente el caso de los sabios des-identificados que, a los ojos del observador casual, parecen vivir su vida como personas normales y corrientes.
La superposición del concepto artificial del yo autónomo es la responsable de las nociones de "karma" y de "esclavitud", que son el efecto de nuestra aparente "volición".
Desarrollemos esta idea más detenidamente. El noúmeno no tiene necesidad alguna de identificarse con la dimensión fenoménica. Al igual que el huevo no tiene ninguna necesidad de identificarse con el huevo, Esto-que-somos tampoco necesita identificarse con Eso-que-somos, puesto que su aparente diferencia se deriva de una mera apreciación objetiva. Sin embargo, la identificación de la dimensión nouménica, no ya con la totalidad de la dimensión fenoménica sino con fenómenos discriminados y separados, entraña la división de ese fenómeno en sujeto y objeto y la atribución de subjetividad a algo que es meramente objetivo. La atribución de esta pseudo-subjetividad al centro "funcional" de cada objeto fenoménico separado da lugar a la idea de un individuo autónomo dotado de un yo o ego.
Dicho de otro modo, puesto que la dimensión fenoménica forma parte integral de la dimensión nouménica, la discriminación de la dimensión fenoménica en fenómenos separados que poseen un carácter subjetivo y objetivo es lo que produce la identificación. Dicha identificación consiste, pues,