miércoles, 15 de abril de 2015

La verdad os hará libres: El tiempo no existe


¿Por qué el tiempo no existe?

Cuando nos preguntamos por qué pensamos que el tiempo existe, la mayoría de nosotros diría: porque vemos que todo está cambiando, siempre. Y así es: todo en y alrededor de nosotros está cambiando constantemente, desde el principio hasta el final.
La pregunta sin embargo es: ¿la razón de este cambio continuo se encuentra fuera del sujeto cambiante (causado por un fenómeno llamado tiempo) o todo cambio viene desde el interior del propio sujeto cambiante? No creo que sea difícil ver que esta última es la correcta. Lo que hace que las cosas cambien (el ciclo de vida) para una flor, un ser humano o un animal se establece por las características de la forma de esa vida en particular y no por una causa externa, como el tiempo. Lo que llamamos “tiempo” es sólo un método para medir el “cambio continuo”. Debido a nuestra necesidad de medir este cambio continuo decidimos dividir los “cambios cíclicos” como las estaciones y el día y la noche, en meses, veinticuatro horas, minutos, etc. Estos cambios bien conocidos son provocados por el movimiento continuo de nuestro planeta por el sistema solar y no porque existe tal cosa como el “tiempo”.
Por lo tanto, no hay minutos, pero decidimos que después de contar 60 (segundos) decimos que ha pasado un minuto. Basándonos en los minutos calculamos las horas, los días, los meses, los años, los siglos etc. De esta manera podemos contar el número de latidos por minuto, los años desde el nacimiento hasta la muerte e incluso podemos calcular el número de años desde el Big Bang hasta la actualidad.
Pero también decimos: “parece como si el tiempo se hubiera detenido (en ese antiguo pueblo), nada ha cambiado”.
En realidad sólo hay AHORA – en el que todo lo que se manifiesta aparece, cambia y desaparece.
Debido a que nosotros mismos somos parte de este proceso de cambio podría ser difícil para nosotros comprender que nosotros mismos también estamos cambiando en el eterno ahora. Si somos capaces de mirarnos a nosotros mismos desde fuera de nuestro tren en marcha (presenciando nuestra vida pasar), es probable que fuéramos capaces de ver que el ahora siempre es y que estamos pasando por este eterno, inmóvil, AHORA.
Como sabemos, Albert Einstein se hizo famoso por su teoría de la relatividad. En nuestro contexto, es interesante entender que Einstein estudió el método de cálculo del tiempo. Descubrió que un momento en el tiempo desde mi posición no tiene por qué ser el mismo desde tu posición. No sé si alguna vez Einstein declaró que el tiempo no existe en absoluto. En cuanto a mí, ¡sería mejor que hubiera dicho que sí!
Puede ser sabio y bueno para una mejor comprensión dar algunos ejemplos más de los métodos de medición que utilizamos a diario y que también se basan en principios no-existentes.
Distancia: un centímetro, un metro, un kilómetro, una milla, etc., no existen pero hemos acordado llamar a determinado espacio que recorremos un metro.
Peso: un gramo, una onza, un kilo, una tonelada, etc., no existen, pero una vez más hemos acordado llamar a un determinado peso de masa un kilo.
Estos métodos de cálculo son, por supuesto, muy útiles e indispensables en nuestra vida diaria.
Debido a que no somos conscientes de que el tiempo no existe, no sentimos la necesidad de centrarnos en el ahora en el cual nuestra vida tiene lugar. Sin embargo, habría sido mucho más sabio si nuestros antepasados (y nosotros) lo hubieran hecho en el pasado. Siga leyendo para ver por qué …

El eterno ahora

El espacio infinito del universo se extiende hasta “el lugar donde vivimos”. Aún así: ¿quién somos, cuándo y dónde estamos? Hemos aparecido y desapareceremos en la realidad inmutable del espacio, el vacío en el que todos los cambios ocurren. Los eruditos griegos del pasado denominaron a este vacío: “Ser” o el “Absoluto” porque se refiere a aquello que no puede NO ser, que es absoluto. ¿Qué más se puede decir sobre este absoluto? Es inmutable (pero todo lo que aparece en él cambia constantemente), es omnipresente (no hay ningún lugar en el que no es) y es atemporal (sin principio, sin cambio, sin final).

Durante la historia siempre ha habido personas que fueron capaces de ver a través de la realidad de la vida cotidiana y que descubrieron la realidad absoluta del eterno ahora (des-cubrieron eso que estaba cubierto antes). Sorprendentemente, este descubrimiento de lo absoluto resultó ser de suma importancia para el que tenía tal experiencia. Una intensa conciencia del eterno ahora puede ser considerada como una experiencia existencial. Uno se da cuenta de que mi existencia está fundamentalmente conectada con el eterno ahora, lo atemporal. En nuestra cultura y “época” estas experiencias trascendentales son muy raras y los filósofos y psicólogos desconfían de ellas, pero en otros tiempos se consideraban a tales experiencias como místicas o religiosas. Ha sido así durante miles de años, en diferentes culturas y períodos de tiempo.
Es muy notable que las personas que viven desde la conciencia de lo absoluto, siempre se representaban con un círculo (aureola) alrededor de su cabeza. Un círculo no tiene principio ni fin, y de esta manera simbolizaba lo intemporal, el eterno ahora. Es obvio que los artistas de tiempos anteriores, en diferentes culturas y épocas, nunca podrían haber comunicado cómo representar al “conocedor de lo absoluto”. Es sorprendente que “los que viven desde la atemporalidad” siempre se presentan con el mismo tipo de simbolismo. Vea los santos y sabios en el cristianismo, el hinduismo y el budismo.
Con esta referencia a las grandes religiones del mundo (en el Islam las imágenes de los santos no están permitidas) el significado de vivir desde lo eterno (la atemporalidad) obtiene una dimensión extra. No se trata sólo de que “alguien ha visto ocasionalmente a través de la ilusión del tiempo”, sino que parece como si el conocimiento de la realidad de lo eterno es tan impresionante, que pudo haber sido el comienzo del pensamiento religioso de la humanidad.

El significado de lo absoluto dentro de la religión

Antes he dicho: “Una intensa conciencia del eterno ahora puede ser considerada como una experiencia existencial. Uno se da cuenta de que mi existencia está fundamentalmente conectada con el eterno ahora, lo atemporal”. En anteriores culturas se investigaban a fondo estas experiencias místicas y su posible significado. Como resultado de esto todas las grandes culturas concluyeron (aunque cada una lo formulaba a su manera) que vivir desde la conciencia de lo atemporal, lo absoluto, concede a las personas un conocimiento profundo del sentido de la vida y les otorga verdadera felicidad (“liberación”).
De qué manera esta conclusión se puede encontrar en cada una de las grandes religiones del mundo (excluyendo el Islam en este contexto) se muestra en los siguientes ejemplos:
Hinduismo: la esencia de la más antigua de las grandes religiones del mundo se encuentra en los Upanishads (registrados en el período comprendido entre el 800 y 300 antes de Cristo). Estos escritos contienen la quintaesencia de una antigua época, en la que por vía oral, de generación en generación, fue transmitida la tradición espiritual. Los temas que abarca tratan siempre sobre: Eso (lo atemporal, lo absoluto) es lo que tú eres en lo más profundo de tu ser (el mantra Tat Tvam Asi). O bien: el absoluto y el mundo visible están conectados (Sat, el absoluto y Ti, todo lo que es, están conectados, Yam. Esto se convirtió en el mantra Satyam).
Y también: la verdadera felicidad para el ser humano no se encuentra en las cosas (cambiantes) temporales, sino sólo en lo inmutable, lo absoluto intemporal. En consecuencia se recomienda a las personas que conquisten su necesidad de placeres temporales, en nombre de la visión liberadora dentro de la realidad de la relación con el eterno ahora, lo absoluto.
Las escrituras hindúes originales fueron escritas en sánscrito. En este lenguaje las visiones místicas de la gente de hace mucho tiempo se nos presentan con una relevancia atemporal.
Budismo: como todas las grandes culturas, el hinduismo también pasó por un período de recaída después de un período de fortaleza. Cuando la realización de la realidad mística de la existencia amenaza con ser reemplazada por la creencia en un poder trascendente (Dios), el sentido profundo de una espiritualidad basada en la realidad (lo absoluto) se pierde y surge la confusión.
Esta ha sido la razón de que el budismo se manifestara. Hace unos 2.500 años el príncipe Gautama se dio cuenta de la unidad de la esencia del hombre con lo atemporal, lo absoluto, y se convirtió en el Buda (el Iluminado). Con el fin de evitar la confusión mencionada en la cultura hindú, no habló sobre el estado más elevado del conocimiento espiritual. Él simplemente llamaba a ese estado “Nirvana”. Esta palabra significa literalmente “extinción”. Esto se refiere al luminoso estado (inmóvil) de auto-conciencia que permanece cuando el pensamiento inquieto (el ego) se extingue (es decir, se detiene). Este vivir desde lo cambiante (tiempo) se ha convertido en vivir desde lo inmutable (atemporalidad).
Cristianismo: Así como el hinduismo (y también el budismo) tiene sus raíces en un pasado lejano, el cristianismo tiene sus raíces en la antigua cultura judía. También en este caso las personas eran (son) consciente del “vínculo” entre Dios y el hombre (que este vínculo se aplica a los Judios exclusivamente debe ser un “malentendido”).
La cultura en la que Jesús apareció era espiritualmente de un nivel mucho más bajo que la cultura hindú de esos días, donde la unidad del alma humana y lo absoluto era (es) el principal tema de las escrituras. Obviamente Jesús mismo era muy consciente de esta unidad, como así nos lo dan a entender sus palabras. Sin embargo tenía que hablar en parábolas, porque las personas de su tiempo no estaban aún preparadas para entender profundas enseñanzas metafísicas. Al hablar en parábolas él esperaba llevar a la gente al conocimiento de sí mismo y, finalmente, a la visión liberadora de la relación del hombre con lo absoluto, al que llamó Padre o Dios.
Los dichos más conocidos del “hijo de Dios” son: “Yo y el Padre somos uno” y “el reino de los cielos está dentro de vosotros”. Estas son expresiones contundentes de su visión de la unidad del hombre y lo intemporal, lo absoluto.
No es cierto que solamente los antiguos sabios hindúes, Buda y Jesús desentrañaban el “secreto de la vida”, sino que ellos encendieron la llama de la visión y muchos dedicaron su vida a ello, sin duda con todas las experiencias de penurias y satisfacción pertenecientes al camino espiritual. Probablemente tampoco sea cierto que la no-existencia del tiempo se enseñara exclusivamente en la educación espiritual de la gente en el pasado. Pero podemos estar seguros de que los “santos” en las culturas religiosas se han dado cuenta de la ilusión del tiempo (recordemos el símbolo de lo intemporal, la aureola).
Todas las religiones han desarrollado sus propios valores básicos y formado sus propias tradiciones. Sin embargo, es muy decepcionante ver que las religiones en general no lograron llegar a su objetivo común: guiar a las personas hacia la visión liberadora de su relación con eso que se convirtió en ellos: el absoluto (Dios) intemporal. Si esto hubiera sido diferente, el mundo estaría en una situación completamente diferente.
¿Qué salió mal y cuáles son las consecuencias?

La catástrofe de no conocer lo intemporal, lo absoluto

Algo va mal con la transmisión del conocimiento espiritual, cuando “el estudiante quiere ser el maestro”. En la antigua India los sabios intentaron evitar la “contaminación espiritual” al compartir sus conocimientos sólo con los iniciados. En nuestra tradición cristiana algo muy increíble (“catastrófico”) ocurrió aproximadamente en el año 300. La vida cristiana se convirtió en “institucionalizada”. Esto quiere decir que se supone que la gente ya no trata de entender y de seguir a Jesús a su manera, sino que se estableció una organización eclesiástica que controla las doctrinas cristianas, incluso hoy en día.
Esto significa que la interpretación del mensaje de Jesús fue dejada en manos de personas (siempre hombres) de quienes los cristianos tenían que aceptar que tenían una mejor comprensión de lo que Jesús quería darnos a entender de la que ellos mismos tenían, y que ellos (la iglesia) establecieron concienzudamente lo que debían creer y lo que no. Los intentos de personas para profundizar o renovar la doctrina cristiana oficial no eran (son) apreciados y durante cientos de años, mucha gente incluso terminó en la hoguera cuando se desviaron de la doctrina oficial (recordemos, por ejemplo, a los cátaros, que fueron exterminados hasta el último hombre).
De esta manera, la enseñanza de Jesús se transformó en una creencia y el incentivo de las personas para obtener la sabiduría por sí mismas fue sofocado. Peor aún: en realidad “creer” se convirtió en un sinónimo de “esperanza” … Por lo tanto el cristianismo da esperanza a cambio de lealtad a la doctrina.
¿Qué es esto? ¿Un crimen contra la humanidad o una bendición para la humanidad?
Las consecuencias de la supresión de los incentivos para que las personas se den cuenta por sí mismas de lo intemporal son de una importancia más allá de nuestra comprensión. Donde la religión debería tocar a un hombre en lo más profundo de su ser (en la euforia de experimentar la unidad con la fuente radiante e inagotable de la vida) se ha quedado en una noción superficial de profundas enseñanzas.
Esto no sólo puede conducir a la duda y al rechazo, sino también que nuestra consciencia ética profundamente oculta (que quiere que actuemos y estar en armonía con lo intemporal que se ha convertido en nosotros) no es tocada (lo suficiente). De estas manera la superficialidad en lugar de la espiritualidad se convirtió en la base de nuestra sociedad cristiana.
Los desastres que esta superficialidad ha traído a la humanidad son fáciles de definir. Para nombrar sólo algunos: desde las cruzadas, la persecución religiosa, la esclavitud, el imperialismo y las guerras mundiales (incluyendo el Holocausto), llegamos a los flagelos de nuestro tiempo, como el capitalismo salvaje (“cultura de la codicia”) y la explotación de nuestra hermosa tierra (lo que resulta en el cambio climático y la escasez de energía).
A nivel individual, la falta de profundidad de nuestra cultura cristiana conduce al egoísmo (insuficiente empatía para con nuestros vecinos), el estrés (centrarse en el resultado y no en la correcta acción), la desaparición de los valores morales (todo debe ser posible) y la confusión (“cuál es el sentido de mi vida”).
Como la civilización occidental basada en el cristianismo ha sido dominante durante siglos en muchas partes del mundo (con una arrogancia fuera de lugar frente a una profundidad oriental incomprendida) la superficialidad espiritual se ha extendido ampliamente.
Hoy en día el distanciamiento de nuestra fuente iniciado por el cristianismo (iniciado mediante la eliminación de la búsqueda de lo trascendente, el eterno ahora) parece que ya no tiene marcha atrás. Aún más, en los últimos años, mediante la tecnología de la comunicación en constante desarrollo, se ha añadido una nueva dimensión. Sin cuestionar nada estamos llevando a las generaciones más jóvenes a que crean que necesitan estar “conectados en cualquier momento y en cualquier lugar con cualquiera”. Es evidente que, en particular, hay motivos comerciales detrás de esto. No cabe duda de que se continua con la estrategia del “control del consumidor” (a través de las gafas de Google, teléfonos celulares y chip), creando una especie de seres humanos robóticos. Sin libre albedrío y una pequeña píldora a cada señal de un comportamiento desagradable.

Cómo seguir adelante

La falta de conocimiento de la realidad trascendental (lo intemporal que se ha convertido en nosotros y el mundo entero) no es sentida así por el ser humano. Culpamos a nuestros “sentimientos de malestar” por varias razones visibles, como nuestro trabajo, nuestras relaciones, la sociedad, etc. Si seguimos así, nuestro destino quedará en manos de los poderes dominantes en el mundo (la política, la economía). Por lo tanto ¿mejorará nuestra situación? En caso de duda, considera lo siguiente:
¿No sería genial si todo el mundo comprendiera que lo que llamamos “tiempo” en realidad es nuestro propio proceso de cambio? ¡Una gran proceso cósmico sucediendo en el eterno ahora!
¿Esto no nos despertaría y nos daríamos cuenta de que todos juntos e inspirados por el eterno ahora, podemos dar el siguiente paso en nuestra evolución espiritual? Esto realmente marcaría una diferencia. Las personas deberían esforzarse por adaptarse a la vida como debe ser, lo que significa asumir la responsabilidad de la tierra y sus habitantes.
La percepción profunda de la ilusión del tiempo nos centra en el AHORA. Con esto nos encontramos en las puertas del conocimiento místico acerca de nuestro origen y destino. Recuerda lo que dijo Jesús: “Llamad y se os abrirá”.
¿Concretamos un poco? Si realmente comprendes que el tiempo no existe y que tu vida tiene lugar en el eterno ahora, entonces céntrate en este eterno ahora todos los días y trata de mantenerte ahí por un tiempo (“llamando a la puerta”). Un día, la puerta se abrirá y verás: “Es” lo mismo en ambos lados (de la puerta). Dios es inmanente y trascendente…
La realización generalizada de lo intemporal (el absoluto, la realidad), podría ser el eje que ponga en marcha un despertar espiritual global. Esto hará surgir lo mejor de las personas y dará una oportunidad a la tan necesaria “sabiduría” para transformar el mundo.
Por lo tanto, mi consejo: no tires tu reloj a la basura, pero trata de vivir desde el eterno AHORA …
Hans MeijerHans Meijer (1944) es un místico holandés que se dio cuenta de su unidad con el Absoluto (No-Dualidad) a sus veintiún años. Los primeros diez años después de su “iniciación” no habló de ello con nadie, pero se esforzó en integrar el conocimiento divino en su vida diaria. Formó una familia y se convirtió en contable. Mientras tanto estudió la sabiduría oriental (y occidental) y conoció a muchos maestros. Finalmente comenzó a dar conferencias para pequeños grupos de personas.
En los años ochenta desarrolló un curso completo de yoga espiritual, que enseñó en los Países Bajos durante más de veinte años. También dio muchas conferencias y organizó seminarios de yoga. Hans hace hincapié en que la espiritualidad se puede y debe integrar en la vida mundana. Incluso más aún: la falta de conocimiento espiritual en el mundo en general es la razón de tanta (si no toda) miseria. En el 2000 Hans se jubiló de su profesión mundana y se retiró a los Pirineos franceses. Allí organizó talleres y escribió su libroInitiation into Reality

2 comentarios:

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