por Jeff Foster |
En cierto sentido, todos tenemos la sensación de que hay algo más allá. Algo más allá del ir y venir de las cosas, más allá de quien creemos que somos, más allá del interminable ciclo de la vida y la muerte, más allá de nuestros logros, de nuestros nombres. Más allá de todos los “más allá”, existe la sensación de unidad, de Unicidad, de plenitud.
De pequeños, cuando aún somos bebés, todavía no estamos desligados de la vida y existe en nosotros una inocencia, un sentirnos maravillados ante el mundo, como una sensación muy viva, muy evidente. Pero, por alguna razón, cuando somos adultos perdemos esa inocencia, esa sensación de estar completamente presentes, plenamente vinculados a lo que está sucediendo en ese momento, sea lo que sea. Nos volvemos muy rígidos, muy pesados, nos empachamos de conocimientos, de remordimientos, de ansiedad por el futuro. Nos sentimos desligados de la vida. Caemos presos de la dualidad. Hablamos en términos de “mi vida y yo”, “mi pasado y yo”, “mis objetivos y yo”, como si hubiera algo que nos separara de esas cosas. A diferencia del recién nacido, tenemos una idea fija de quiénes somos. La vida, tal y como es, ya no nos sorprende. Dejamos de jugar. Nos convertimos en unas criaturas muy complejas.
Hoy no hablaremos de ningún mensaje nuevo, sino de un mensaje que se encuentra por todas partes. Todas las religiones y las tradiciones espirituales, en el fondo, hacen referencia a esta Unidad ―a esta Unicidad― y la llaman Dios, o Espíritu, o Energía, o incluso pueden negarse a hablar o a pensar en ella.
Si has llegado hasta este punto es porque sabes qué quieren decir estas palabras. ¡Y cómo no lo vas a saber si no se trata de nada distinto de lo que tú eres!
No obstante, nos perdemos mucho en nuestra búsqueda, ¿no creéis? Tanto en nuestra búsqueda espiritual como en la búsqueda material. La mente nunca deja de buscar algo más. Nunca acabamos de sentirnos satisfechos con lo que hay, con lo que sucede en este momento. Como nunca nos basta con eso, intentamos recuperar esa sensación de Unidad de mil formas porque estamos convencidos de que la hemos perdido por el camino.
Como todos hemos sido recién nacidos en algún momento, todos hemos saboreado esa sencillez, esa libertad. Por eso, intentamos recobrarla (aun sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo) meditando, entregándonos a nuestra profesión, dándonos a la bebida o al consumo de drogas para olvidamos de nosotros mismos, leyendo libros espirituales y de autoayuda, enamorándonos y desenamorándonos, o gastándonos el dinero en cosas que realmente no necesitamos.
Nos pasamos la vida intentando que todo vuelva a su ser. Eso es lo que realmente queremos:regresar a la esencia, sencillamente, regresar a la esencia.
Hoy estamos hablando de la posibilidad de que nunca nos hayamos apartado realmente de esa esencia, de la posibilidad de que esa sensación de ser un individuo distinto de todos los demás no sea más que un espejismo, y de la posibilidad de que ese espejismo desaparezca. Cuando ese espejismo desaparece, se ve, con absoluta claridad, que lo que queda es Unidad. Sí, se ve quetodo es eso. No existe nada que no sea la Unidad. ¡De lo contrario, no sería Unidad!
Se puede ver con claridad que nuestra búsqueda no es más que un juego en el que la Unidad juega consigo misma al intentar encontrarse a sí misma ― la ola que intenta convertirse en mar. No es más que un juego inofensivo: el entretenimiento cósmico. Cuando se ve Esto, nos puede dar un ataque de risa. Una vez visto, Esto se libera.
No es extraño que nuestra desesperada búsqueda de Unidad sólo nos aporte frustración y decepción, una sensación de no acabar de conseguirlo, de no acabar de ser uno mismo, de no acabar de sentimos plenos. Esto se debe a que, al esforzarnos por encontrar eso, alimentamos la sensación de separación, la sensación de que no acabamos de llegar a la meta, lo cual constituye un círculo vicioso.
Por tanto, hoy no vamos a aprender ninguna práctica nueva. Esto no es más que una descripción de lo que ya existe, de lo que está sucediendo ahora mismo. ¡Pero la pobre mente no consigue darse cuenta! ¡No conseguimos verlo! ¡Lógico! ¿Cómo lo vas a ver tú? ¡Si tú (ese individuo que cree estar separado de la Totalidad) no existes! ¡Tú no eres más que un pensamiento que está brotando ahora mismo, que brota en Esto!
Hoy no hablamos de palabras. Podríamos perdernos en palabras y conceptos. Sin embargo, no nos vamos a dedicar, ni hoy ni nunca, a hablar de conceptos, aunque no pase nada por entretenerse con palabras y conceptos porque también forman parte del juego de la Unidad. No hace falta que rechacemos ni las palabras, ni los conceptos, ni las prácticas espirituales. Sencillamente, señalamos la posibilidad de que quizás ya haya Unidad justamente en el núcleo de las cosas (¿dónde iba a estar si no?). Y, quizás, al ver eso, se desvanezcan las prácticas, así como el esfuerzo y el anhelo de que se revele la claridad que se encuentra más allá de la mente.
No se trata de una idea complicada que deba comprenderse intelectualmente. No son necesarios nuevos conceptos ni más conocimientos. ¡Ya tenemos suficiente con los conocimientos que poseemos! Así que hoy no nos dedicaremos a hablar de palabras, ni a comprenderlas, sino que esta reunión tratará de algo ―y por el mero hecho de decirlo ya lo estamos convirtiendo en algo― que está irremediablemente presente cuando cesa la búsqueda: una energía, algo que se remueve por dentro. A simple vista, lo que sucede aquí es que un grupo de personas se ha reunido en una sala para escuchar a una persona que va a hablar de la no dualidad y del despertar espiritual.
Pero lo que de verdad está ocurriendo es completamente asombroso, y es que la Unidad se ha reunido consigo misma… Y eso es lo que siempre hace. Aquí lo único que hacemos es volver a recordarlo, volver a señalar que, en el centro de tu vida, no existe ningún “tú” consistente; en eso consiste el espejismo, la ilusión, la pesadumbre. Lo único que existe es la vida que se vive a sí misma.
¡Pero para la mente esto es una herejía! La mente piensa: “¡Soy yo quien lo controla todo! ¡Soy yo quien hace esto! ¡Soy yo la responsable de lo que sucede!”. Por tanto, este mensaje puede suponer toda una amenaza para una mente aferrada a las ideas de opción y control. Sin embargo, la libertad radica en que la vida se vive a sí misma. No somos seres individuales sentados en una sala. Sólo existe una totalidad que resplandece constantemente.
Algunas enseñanzas espirituales hablan del despertar, de la iluminación o de la liberación, y pueden dar a entender que se trata de algo que se puede conseguir con el paso del tiempo, de algo que se puede poseer. Pero lo que Esto tiene de bonito es que es tan abierto, tan libre, que ningún individuo puede poseerlo, ni lo puede capturar, ni lo puede tener. Así de libre es.
La frustración que se siente durante la búsqueda espiritual es la consecuencia de intentar captarlo, de capturar lo incapturable, lo que no necesita ser capturado pues ya se está presentando a sí mismo. Y aun así, en Esto, la interminable búsqueda de la mente puede durar todo el tiempo necesario. En Esto, hasta la búsqueda está permitida.
La búsqueda tiene tanto de Unidad como cualquier otra cosa, y ése es el secreto fundamental, ésa es la verdad. Podemos pasamos toda la vida intentando llegar al final de nuestra búsqueda, intentando parar la mente, pero lo cierto es que nunca ha sido necesario pararla. Eso es lo queEsto tiene de bonito, que no hace falta parar nada. La Unidad lo abarca todo, permite que todo continúe hasta que ya no puede continuar más. A cierto nivel, ya se reconoce que esto es así. Todos hemos sido recién nacidos. De hecho, seguimos siéndolo ―inocentes, completos―, tan sólo llevamos un rato confundidos. En definitiva, no es algo que se pueda comprender, por eso es tan libre. Por eso resulta tan bonito.
fuente:http://www.advaitainfo.com/charlas/busqueda-espiritual.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario.