2 “Me enseñarás el camino de la vida,hartura de goces, delante de tu rostro,a tu derecha, delicias para siempre.”
He buscado el camino hacia Dios toda mi vida…
Sé que lo has hecho.
… y ahora lo he encontrado, y no puedo creerlo. Me parece estar aquí sentado, escribiéndome a mí mismo.
Es lo que estás haciendo.
Pero no creo que sea eso lo que debería parecerme una comunicación con Dios.
¿Quieres clarines y trompetas? Veré qué puedo hacer.
¿Sabes?, habrá quienes digan que todo este libro no es más que una blasfemia. Especialmente si sigues haciéndote el gracioso.
Deja que te explique algo. Tenéis la idea de que Dios sólo se muestra de una única manera. Esa es una idea muy peligrosa.
Eso os impide ver a Dios en todas partes. Si crees que a Dios se le ve y se le oye sólo de una manera, o es sólo de una manera, Me mirarás sin verme día y noche. Te pasaréis toda la vida buscando a Dios, y no le encontrarás; precisamente porque estarás buscando a alguien. Lo pongo como un ejemplo.
Se ha dicho que, si uno no ve a Dios en lo profano y en lo profundo, se esta perdiendo la mitad de la historia. Es un gran Verdad.
Dios está en la tristeza y en la carcajada, en lo amargo y en lo dulce. Detrás de cada cosa se oculta un propósito divino; y, por lo tanto, en cada cosa se halla la presencia divina.
Una vez empecé a escribir un libro titulado Dios es un bocadillo de salami.
Habría sido un buen libro. Yo te di esa inspiración. ¿Por qué no lo escribiste?
Me pareció una blasfemia. O, cuando menos, una horrible irreverencia.
¡Querrás decir una maravillosa irreverencia! ¿De donde has sacado la idea de que Dios es solo “reverente”? Dios es lo alto y lo bajo. Lo caliente y lo frío. La izquierda y la derecha. ¡Lo reverente y lo irreverente!
¿Acaso piensas que Dios no ríe? ¿Imaginas que Dios no disfruta con una buena broma? ¿Creéis que Dios carece de sentido del humor? Deja que te diga algo: Dios inventó el humor.
¿Debes hablarme en un tono circunspecto cuando te dirijas a Mí? ¿Se hallan fuera de mi comprensión los términos fuertes o la jerga? Te aseguro que puedes hablarme como hablarías con tu mejor amigo.
¿Crees que hay alguna palabra que Yo no haya oído?, ¿una visión que no haya visto?, ¿un sonido que no conozca?
¿Crees acaso que desprecio alguno de ellos, mientras que gusto de los otros?
Te aseguro que no desprecio nada. Nada de ello resulta repulsivo para Mí. Eso es la vida, y la vida es el don; el tesoro inenarrable; lo más sagrado de todo.
Yo soy la vida, puesto que Yo soy la sustancia que constituye la vida. Cada uno de sus aspectos tiene un propósito divino. No existe nada, absolutamente nada, sin una razón conocida y aprobada por Dios.
¿Cómo puede ser eso? ¿Y que hay del mal que ha creado el hombre?
No podéis crear nada – ni un pensamiento, ni un objeto, ni un acontecimiento, ninguna experiencia de ninguna clase - que no sea el resultado del plan de Dios; puesto que el plan de Dios respecto a vosotros es que creéis cualquier cosa – todo aquello – que queráis. En esta libertad reside la experiencia de Dios como siendo Dios, y esta es la experiencia para la que Yo os he creado a Vosotros. Y a la propia vida.
El mal es aquello a lo que vosotros llamáis mal. Pero incluso eso es de mi agrado, puesto que sólo a través de eso que llamáis mal podéis conocer el bien; sólo a través de eso que llamáis obra del demonio podéis conocer y hacer la obra de Dios. Yo no amo más lo caliente que lo frío, lo alto que lo bajo, la izquierda que la derecha. Todo es relativo. Todo forma parte de lo que es.
Yo no amo más lo “bueno” que lo “malo”. Hitler fue al cielo. Cuando entiendas esto, entenderás a Dios.
Sin embargo, me han enseñado a creer que el bien y el mal existen; que lo correcto y lo equivocado son términos opuestos; que algunas cosas no están bien, no resultan aceptables a los ojos de Dios.
Todo resulta “aceptable” a los ojos de Dios, ya que ¿cómo puede Dios no aceptar algo que es? Rechazar algo significa negar que existe. Decir que algo no está bien significa afirmar que no forma parte de Mí; y eso es imposible.
Sin embargo, sed fieles a vuestras creencias, y mantened como ciertos vuestros valores, ya que se trata de los valores de vuestros padres, y de los padres de vuestros padres, de vuestros amigos y de vuestra sociedad. Estos forman la estructura de vuestra vida, y perderlos equivaldría a deshacer el tejido que constituye vuestra experiencia. No obstante, examinadlos uno por uno. Revisadlos pieza por pieza. No deshagáis la casa, pero observad cada uno de los ladrillos, y reemplazad los que veáis que están rotos y no pueden soportar ya la estructura.
Vuestras ideas respecto a lo correcto y lo equivocado son sólo eso: ideas. Son pensamientos que constituyen la forma y crean la sustancia de Quienes Sois. Sólo habría una razón para cambiar alguna de ellas; sólo un propósito para alterarlas: si no sois felices siendo Quienes Sois.
Únicamente vosotros podéis saber si sois felices. Sólo vosotros podéis decir de vuestra vida: “Esta es mi creación (mi hijo), en la que me complazco”.
Si vuestros valores os sirven, mantenedlos. Argumentad a su favor. Luchad para defenderlos.
Pero procurad luchar de manera que no hagáis daño a nadie. El daño no es un ingrediente necesario en la receta.
Dices “sed fieles a vuestros valores” y, al mismo tiempo, que todos nuestros valores son equivocados. Ayúdame a entenderlo.
Yo no he dicho que vuestros valores sean equivocados. Pero tampoco que sean correctos. Son simplemente juicios. Afirmaciones. Decisiones. En su mayor parte, se trata de decisiones que no habéis tomado cada uno de vosotros, sino algún otro.
Quizá vuestros padres. Vuestra religión. Vuestros profesores, historiadores, políticos…
Muy pocos de los juicios de valor que habéis incorporado a vuestra verdad son juicios que habéis formulado vosotros mismos basándoos en vuestra propia experiencia. Pero la experiencia es lo que vinisteis a buscar aquí, y por vuestra experiencia ibais a crearos a vosotros mismos. Pero vosotros os habéis creado a vosotros mismos por la experiencia de los demás.
Si hubiera algo parecido al pecado, seria esto: permitiros a vosotros mismos haber llegado a ser lo que sois por la experiencia de los demás. He aquí el”pecado” que habéis cometido. Todos vosotros. No esperáis a tener vuestra propia experiencia, sino que aceptáis la experiencia de los demás como el evangelio (literalmente), y luego, cuando os encontráis con la experiencia real por primera vez, permitís que lo que ya sabíais acerca del encuentro oculte lo que realmente pensáis.
Si no obrarais así, podríais tener una experiencia completamente diferente; una experiencia que haría aparecer a vuestro maestro o fuente original como equivocado. En la mayoría de los casos, no queréis que vuestros padres, escuelas, religiones, tradiciones o sagradas escrituras aparezcan como equivocados, de modo que negáis vuestra propia experiencia a favor de lo que os han dicho que penséis.
Ninguna realidad puede ilustrar esto con mayor profundidad que vuestro tratamiento de la sexualidad humana.
Todo el mundo sabe que, de entre todas las experiencias físicas al alcance de los humanos, la experiencia sexual puede ser la más atractiva, emocionante, poderosa, estimulante, renovadora, energética, íntima, y con mayor capacidad de afirmación, unión y recreación. Aun habiendo descubierto esto experiencialmente, habéis decidido en cambio aceptar los juicios, opiniones e ideas previos acerca del sexo difundidos por otros; todos ellos con intereses creados en que penséis de una u otra manera.
Dichas opiniones, juicios e ideas han ido directamente contra vuestra propia experiencia; sin embargo, debido a que no estáis dispuestos a considerar equivocados a vuestros maestros, os convencéis a vosotros mismos de que debe ser vuestra experiencia la que está equivocada. El resultado es que habéis traicionado vuestra auténtica verdad en relación a esta cuestión; y ello con resultados devastadores.
Lo mismo habéis hecho con el dinero. En aquellos momentos de vuestra vida en que tenéis mucho dinero, os sentís estupendamente. Os sentís estupendamente recibiéndolo, y os sentís estupendamente gastándolo. No hay nada malo en ello, no hay ningún mal, nada intrínsecamente “equivocado”. Sin embargo, han arraigado tan profundamente en vosotros las enseñanzas de los demás sobre este tema, que habéis rechazado vuestra experiencia a favor de la “verdad”.
Al haber adoptado esta “verdad” como vuestra, habéis construido pensamientos en torno a ella; pensamientos que son creadores.Habéis pues, creado una realidad personal en torno al dinero que lo aleja de vosotros; ya que ¿para qué trataríais de atraer algo que no es bueno?
Sorprendentemente, habéis creado la misma contradicción en torno a Dios. Todas vuestras experiencias más profundas acerca de Dios os dicen que Dios es bueno. Todos aquellos profesores vuestros que os enseñan algo acerca de Dios os dicen que Dios es malo. Vuestro corazón os dice que hay que amar a Dios sin temerle. Vuestros profesores os dicen que hay que temer a Dios, puesto que es un Dios vengativo. Habéis de vivir en el temor a la cólera de Dios, dicen. Debéis temblar en su presencia. Durante toda vuestra vida habéis de temer el juicio del Señor – os han dicho -, pues el Señor es “justo”, y todo lo sabe; y os hallaréis en apuros cuando os enfrentéis a la terrible justicia del Señor. Debéis, pues, “obedecer” los mandamientos de Dios. O si no…
Sobre todo, no habéis de formular preguntas lógicas tales como: “Si Dios quiere una estricta obediencia a sus leyes, ¡por qué creó la posibilidad de que dichas leyes fueran violadas?”. Todos vuestros maestros os dicen que porque Dios quería que tuvierais “libre albedrío”. Sin embargo, ¿qué clase de libre albedrío es ese, si elegir una cosa en lugar de otra lleva la condenación? ¿Cómo la “libre voluntad” puede ser libre, si no es vuestra voluntad, sino la de algún otro, la que debéis cumplir? Quienes eso os enseñan hacen de Dios un hipócrita.
Se os ha dicho que Dios perdona y es compasivo; pero si no le pedís perdón del “modo correcto”, si no “os dirigís a Dios” de la manera adecuada, vuestra súplica no será escuchada, vuestro clamor quedará sin respuesta. Incluso eso no sería tan malo si hubiera una sola manera adecuada; pero se enseñan tantas “maneras adecuadas” como profesores hay.
Así la mayoría de vosotros pasan casi toda su vida adulta buscando la manera “correcta” de rendir culto, de obedecer y de servir a Dios.La ironía del asunto está en que Yo no quiero vuestro culto, Yo no necesito vuestra obediencia, y no necesitáis servirme.
Este tipo de comportamientos son los que históricamente han exigido de sus súbditos los monarcas; normalmente, monarcas egocéntricos, inseguros y tiránicos. En absoluto son exigencias divinas; y es extraordinario que el mundo no haya llegado ya a la conclusión de que tales exigencias son falsas, de que no tienen nada que ver con las necesidades o los deseos de Dios.
La divinidad no tiene necesidades. Todo lo Que Hay es exactamente eso: todo lo que hay. Por lo tanto, no quiere nada, ni carece de nada; por definición.
Si queréis creer en un Dios que de alguna manera necesita algo – y se siente tan dolido si no lo obtiene que castiga a aquellos de quienes esperaba recibirlo -, entonces es que queréis creer en un Dios mucho más pequeño que Yo. Y verdaderamente sois Hijos de un Dios Menor.
No, hijos míos; por favor, dejadme que os asegure una vez más, por medio de este texto, que no tengo necesidades. No necesito de nada.
Esto no significa que no tenga deseos. Deseos y necesidades no son la misma cosa (aunque para muchos de vosotros lo sean en vuestra vida actual).
El deseo es el principio de toda creación. Es el primer pensamiento. Es un sentimiento grandioso en el alma. Es Dios, decidiendo qué va a crear.
¿Y cuál es el deseo de Dios?
Yo deseo, en primer lugar, conocerme y experimentarme a Mí mismo, en toda Mi gloria; saber Quien Soy. Antes de inventaros a vosotros – y todos los mundos del universo – era imposible para Mí hacerlo.
En segundo lugar, deseo que podáis conocer y experimentar Quienes Realmente Sois, por medio del poder que os he dado de crearos y experimentaros a vosotros mismos de cualquier modo que escojáis.
En tercer lugar, deseo que todo el proceso de la vida sea una experiencia de constante alegría, de continua creación, de interminable expansión y de total realización en cada momento.
He establecido un sistema perfecto mediante el que estos deseos puedan realizarse. Se están realizando ahora, en este mismo momento. La única diferencia entre vosotros y Yo es que Yo lo sé.
En el momento en que alcancéis el conocimiento pleno (momento que puede sobrevenir en cualquier instante), vosotros sentiréis lo mismo que Yo siento constantemente: una alegría, amor, aceptación, bendición y agradecimientos totales.
Estas son las cinco actitudes de Dios; y, antes de seguir adelante con este diálogo, te mostraré cómo la aplicación de dichas actitudes en tu vida actual puede conducirte – y te conducirá - hacia la santidad.
Todo esto constituye una respuesta muy larga para una pregunta muy corta.
Sí se fiel a tus valores, en la medida en que experimentes que te son útiles. Pero mira a ver si estos valores que te sirven a ti, con tus pensamientos, palabras y actos, traen al espacio de tu experiencia la idea mejor y más alta que jamás hayas tenido de ti mismo.
Examina tus valores uno por uno. Somételos a la luz del escrutinio público.
Si puedes decir al mundo quién eres y en qué crees sin vacilaciones ni indecisiones, entonces eres feliz contigo mismo. No hay ninguna razón para ir más allá en este diálogo conmigo, puesto que ya has creado a un Yo – y una vida para este Yo – que no necesita ninguna mejora. Has alcanzado la perfección. Puedes dejar este libro.
Mi vida no es perfecta, ni siquiera se acerca a la perfección. No soy perfecto. En realidad, soy un cúmulo de imperfecciones. Me gustaría – a veces de todo corazón – poder corregir esas imperfecciones; lo que yo sé que origina mis comportamientos, que provoca mis caídas, que me mantiene en mi camino. Supongo que por eso es por lo que he acudido a Ti. No he sido capaz de encontrar las respuestas por mí mismo.
Estoy contento de que hayas acudido a Mí. Siempre he estado dispuesto a ayudarte. Y lo estoy ahora. No tienes por qué encontrar las respuestas por ti mismo. Nunca has tenido por qué.
Pero parece tan… presuntuoso… sencillamente sentarse y dialogar contigo de este modo… y mucho más imaginar que Tú – Dios – me respondes. Quiero decir que es una locura.
Ya veo. Los autores de la Biblia estaban cuerdos, pero tú estas loco.
Los autores de la Biblia fueron testigos de la vida de Cristo, y reprodujeron fielmente lo que vieron y oyeron.
Falso. La mayoría de los autores del Nuevo Testamento nunca conocieron ni vieron a Jesús en su vida. Vivieron muchos años después de que Jesús abandonara la tierra. No habrían reconocido a Jesús de Nazaret aunque se hubieran cruzado con él en la calle.
Pero…
Los autores de la Biblia fueron grandes creyentes y grandes historiadores. Recogieron los relatos que habían llegado hasta ellos y sus amigos de boca de sus mayores – quienes, a su vez, los habían oído a sus mayores -, hasta que finalmente surgió una recopilación escrita.
Y no todos los autores de la Biblia fueron incluidos en el documento final.
Ya habían surgido las “iglesias” en torno a las enseñanzas de Jesús; y – como sucede siempre y dondequiera que la gente se agrupe en torno a una idea poderosa - hubo ciertos individuos en el seno de dichas iglesias, o enclaves, que determinaron qué partes de la historia de Jesús bebían mencionarse y cómo. Este proceso de selección y corrección continuó durante toda la recopilación, redacción y publicación de los evangelios y la Biblia.
Incluso varios siglos después de que se consignaran las escrituras originales, un Alto Consejo de la Iglesia determinó, una vez más, que doctrinas y verdades había que incluir en la Biblia oficial de entonces; y qué resultaría “malsano” o “prematuro” revelar a las masas.
Además, ha habido otras sagradas escrituras, cada una de ellas fruto de un momento de inspiración de hombres por lo demás corrientes, ninguno de los cuales estaba más loco que tú.
¿No estaréis sugiriendo que estos textos podrían llegar a ser un día “sagradas escrituras”?
Hijo mío, todo en la vida es sagrado. Desde esta perspectiva, sí, son sagradas escrituras. Pero no quiero hacer juegos de palabras contigo, pues sé lo que quieres decir.
No, no estoy sugiriendo que este manuscrito llegará a convertirse un día en sagrada escritura. Al menos no durante algunos cientos de años, o hasta que su lenguaje no se vuelva anticuado.
Mira: el problema es que este lenguaje es demasiado coloquial, demasiado familiar, demasiado contemporáneo. La gente supone que, si Dios hablara directamente con uno, su voz no sonaría como la del vecino de al lado. La estructura del lenguaje debe poseer una matiz de unidad, por no decir de divinidad; un matiz de dignidad; una sensación de santidad.
Como he dicho antes, esto es sólo una parte del problema. La gente tiene una percepción de Dios como Alguien que “se manifiesta” de una única forma. Cualquier cosa que viole esta forma se considera una blasfemia.
Lo que yo he dicho antes.
Lo que tú has dicho antes.
Pero vayamos al fondo de la cuestión. ¿ Por qué te parece una locura que tú puedas mantener un diálogo con Dios? ¿acaso no crees en la oración?
Sí, pero esto es distinto. Para mí, la oración siempre ha tenido una sola dirección. Yo pregunto, y Dios permanece inmutable.
¿Dios no ha respondido nunca a una oración?
Bueno, sí; pero, mira, nunca verbalmente. Bueno, ha habido toda una serie de acontecimientos en mi vida de los que yo he estado convencido que eran una respuesta – una respuesta muy directa – a la oración. Pero Dios nunca me ha hablado.
Ya veo. Entonces, ese Dios en el que crees es un Dios que puede hacerlo todo, menos precisamente hablar.
Por supuesto que Dios puede hablar, si quiere hacerlo. Es sólo que no parece probable que Dios vaya a querer hablarme a mí.
He ahí la raíz de todos los problemas que experimentas en tu vida: que no te consideras a ti mismo suficientemente digno de que Dios te hable.
¡Cielo Santo! ¿Cómo puedes esperar nunca oír Mi voz, si no te crees a ti mismo lo suficientemente digno de que te hable?
Te lo aseguro: en este momento estoy haciendo un milagro; pues no sólo estoy hablándote a ti, sino a cualquiera que haya comprado este libro y esté leyendo estas palabras.
En este momento estoy hablando a cada uno de ellos. Sé quién es cada uno de ellos. Sé quienes encontrarán su camino a través de estas palabras; y se (como con todas Mis otras comunicaciones) Que algunos serán capaces de oír, y otros sólo serán capaces de escuchar, pero no oirán nada.
Bien; eso plantea otra cuestión. Ya había pensado en publicar este material, tal como se esta escribiendo.
Sí. ¿Qué tiene eso de “malo”?
¿No me dirán que estoy creando todo esto en provecho propio? ¿Y eso no hará que resulte sospechoso?
¿El motivo de que escribas esto es que podrás ganar mucho dinero?
No. No es por eso por lo que empecé a hacerlo. Inicié este diálogo sobre el papel debido a que mi mente ha estado acosada por una serie de preguntas durante treinta años; y estaba hambriento – más bien famélico – de respuestas. La idea de que podía hacer un libro con todo esto vino más tarde.
Te la di Yo.
¿Tú?
Sí. No creerás que voy a dejar que desperdicies todas estas maravillosas preguntas y respuestas.
No había pensado en eso. Al principio, sólo quería que mis preguntas fueran respondidas; que mi frustración acabara; que mi búsqueda terminara.
Bien. Entonces deja de cuestionarte tus motivos (cosa que haces incesantemente), y vamos con ello.
3
Bueno. Tengo un centenar de preguntas. Un millar. Un millón. Y el problema es que no sé por donde empezar.
Simplemente haz una lista con las preguntas, y empieza por cualquiera de ellas. Hazlo ahora mismo. Haz una lista con las preguntas que se te ocurran.
De acuerdo. Algunas de ellas van a parecer bastante simples, bastante plebeyas.
Deja de formular juicios contra ti mismo. Simplemente haz la lista.
Conforme. Bueno, aquí están las que se me ocurren en este momento.
1. ¿Cuándo “despegará” finalmente mi vida? ¿Qué necesita para “entrar en razón” y alcanzar un mínimo de éxito? ¿Terminará alguna vez esta lucha?
2. ¿Cuándo aprenderé lo bastante sobre las relaciones para que las mías vayan como la seda? ¿Hay alguna manera de ser feliz en las relaciones? ¿Tienen que suponer siempre un reto constante?
3. ¿Por qué parece que nunca en mi vida puedo conseguir dinero suficiente? ¿Estoy destinado a apretarme el cinturón y pasar apuros económicos durante el resto de mi vida? ¿Qué es lo que me impide realizar mi pleno potencial en este aspecto?
4. ¿Por qué no puedo hacer lo que realmente quiero hacer con mi vida y a pesar de ello ganar lo suficiente para vivir?
5. ¿Cómo puedo resolver algunos de los problemas de salud que padezco? He sido víctima de bastantes problemas crónicos durante toda mi vida. ¿Por qué los sigo teniendo?
6. ¿Cuál es la lección kármica que se supone que debo asimilar aquí? ¿Qué intento aprender?
7. ¿Hay algo parecido a la reencarnación? ¿Cuántas vidas anteriores he tenido? ¿Qué fui en ellas? ¿Es real la “deuda kármica”?
8. A veces tengo la sensación de ser un médium. ¿Existe algo parecido a “ser un médium”? ¿Lo soy yo? La gente que afirma que lo es ¿”pacta con el diablo”?
9. ¿Es correcto ganar dinero haciendo el bien? Si yo decido realizar una obra de reconciliación en el mundo – la obra de Dios -, ¿puedo hacerlo y, a la vez, disfrutar de abundancia económica? ¿O bien ambas cosas son mutuamente excluyentes?
10. ¿Es bueno el sexo? ¡Vamos que cual es el meollo de esta experiencia humana! ¿El objetivo del sexo es puramente la procreación, como afirman algunas religiones? ¿Es cierto que la santidad y la iluminación se obtienen mediante la negación – o transmutación – de la energía sexual? ¿Es correcto practicar el sexo sin amor? La sensación física ¿es suficiente razón para justificarlo?
11. ¿Por qué hiciste del sexo una experiencia humana tan buena, tan impresionante y tan poderosa, si todo lo que debemos hacer es apartarnos de él todo lo posible? ¿Qué pasa? En este sentido, ¿por qué todas las cosas divertidas “o engordan o son pecado”?
12. ¿Hay seres vivos en otros planetas? ¿Nos han visitado? ¿Nos están observando? ¿Veremos alguna evidencia – irrefutable e indiscutible – de vida extraterrestre durante nuestra vida? ¿Cada forma de vida tiene su propio Dios? ¿Y tú eres el Dios de todas ellas?
13. ¿Se realizará alguna vez la utopía en el planeta tierra? ¿Se mostrará alguna vez Dios a las gente de la Tierra, como prometió? ¿Habrá algo parecido a la Segunda Venida? ¿Habrá alguna vez un Fin del Mundo, o un apocalipsis, tal como lo profetiza la Biblia? ¿Hay una religión que sea la verdadera? Y si es así, ¿cuál de ellas?
14. Estas son algunas de mis preguntas. Como he dicho, tengo centenares más. Algunas de ellas me resultan embarazosas: me parecen propias de alguien inmaduro. Pero, por favor, contéstamelas una por una, y “hablemos” de ellas.
Bueno. Ahora empezamos. No te disculpes por estas preguntas. Son preguntas que hombres y mujeres se han estado formulando durante cientos de años. Si las preguntas fueran tan tontas, no serían formuladas por una generación tras otra. Así que vayamos a la primera de ellas.
He establecido Leyes en el universo que te permiten tener - crear - exactamente lo que quieras. Dichas Leyes no pueden ser violadas, ni pueden ser ignoradas. Estás obedeciendo esas Leyes ahora mismo, incluso mientras escribes esto. No puedes dejar de cumplirlas, pues es así como funcionan las cosas. No puedes apartarte de ellas; no puedes actuar al margen de ellas.
Cada minuto de tu vida has estado actuando dentro de ellas; y, así, todo lo que has experimentado lo has creado tú.
Formas sociedad con Dios. Compartimos un convenio eterno. Mi compromiso para contigo consiste en darte siempre lo que me pidas. Tú compromiso consiste en pedírmelo; en entender el proceso de la petición y la concesión. Ya te he explicado antes este proceso. Lo haré de nuevo, para que lo entiendas de una manera clara.
Eres un ser triple. Te compones de cuerpo, mente y espíritu. También puedes denominarlo lo físico, lo no-físico y lo meta-físico. Esta es la Santa Trinidad, y se la ha llamado de muchas maneras.
Lo mismo que tú eres, también Yo lo soy. Me manifiesto como Tres-En-Uno. Algunos de vuestros teólogos lo han llamado Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Vuestros psiquiatras han reconocido también este triunvirato, y lo han llamado “consciente”, “subconsciente” y “superconsciente”.
Vuestros filósofos lo han llamado el “ello”, el “yo” y el “super-yo”.
La ciencia lo llama “energía”, “materia” y “antimateria”.
Los poetas hablan de “mente”, “corazón” y “alma”.. Los pensadores de la Nueva Era aluden a “cuerpo”, “mente” y “espíritu”.
Vuestro tiempo se divide en “pasado”, “presente” y “futuro”. ¿No podría ser lo mismo que “subconsciente”, “consciente” y “superconsciente”?
El espacio se divide igualmente en tres categorías: “aquí”, “allí” y “el espacio intermedio”.
Definir y describir este “espacio intermedio” resulta difícil, escurridizo. En el momento en que empiezas a definirlo o describirlo, el espacio que describes se convierte en “aquí” o “allí”. Sin embargo, sabemos que este “espacio intermedio” existe. Es lo que mantiene al “aquí” y al “allí” en su sitio; del mismo modo que el eterno ahora mantiene al “antes” y al “después” en su sitio.
Estos tres aspectos de tu ser son, en realidad, tres energías. Podrías llamarlas pensamiento, palabra y acción. Las tres juntas producen un resultado; lo que, en vuestro lenguaje y según vuestros conocimientos, se denomina un “sentimiento”, o “experiencia”.
Tu alma (subconsciente, ello, espíritu, pasado, etc.) es la suma total de todos los sentimientos que has tenido (creado). Tu consciencia de algunos de ellos se denomina “recuerdo”. Cuando tienes un recuerdo, se habla de re-membrar. Es decir, juntar de nuevo. Reunir de nuevo las partes.
Cuando reúnas de nuevo todas tus partes, habrás re-membrado Quien Realmente Eres.
El proceso de creación se inicia con el pensamiento; una idea, concepto o imagen mental. Todo lo que ves fue una vez idea de alguien. Nada existe en vuestro mundo que no haya existido antes como pensamiento puro.
Eso es cierto también respecto al universo.
El pensamiento es el primer nivel de la creación.
A continuación viene la palabra. Todo lo que se dice es pensamiento expresado. Es creador, y emite energía creadora al universo. Las palabras son más dinámicas (por lo tanto, algunas pueden ser más creadoras) que el pensamiento, puesto que las palabras constituyen un nivel de vibración distinto de el del pensamiento. Trastornan (cambian, alteran, afectan) al universo, causando un gran impacto.
Las palabras constituyen el segundo nivel de la creación.
A continuación viene la acción.
Las acciones son palabras en movimiento. Las palabras son pensamientos expresados. Los pensamientos son ideas formadas. Las ideas son energías reunidas. Las energías son fuerzas liberadas. Las fuerzas son elementos existentes. Los elementos son partículas de Dios, porciones del Todo, la sustancia de todo.
El principio es Dios. El final es la acción. La acción es Dios creando, o Dios experimentando.
Tu pensamiento acerca de ti mismo es que no eres lo bastante bueno, lo bastante maravilloso, lo bastante puro, para ser una parte de Dios, para formar sociedad con Dios. Has negado durante tanto tiempo Quien Eres, que lo has olvidado.
Esto no ha ocurrido por azar; no es por casualidad. Forma parte de un plan divino, puesto que no podrías afirmar, crear ni experimentar Quien Eres, si ya lo fueras. Primero era necesario que rompieras (negaras, olvidaras) tu vínculo conmigo, con el fin de experimentarlo plenamente mediante su creación plena, mediante su surgimiento, ya que tu más grandioso deseo – y Mí más grandioso deseo – era que te experimentaras a ti mismo como la parte de Mí que eres. Así pues, estás en proceso de experimentarte a ti mismo creándote a ti mismo de nuevo en cada momento. Al igual que Yo lo estoy; a través tuyo.
¿Ves la sociedad? ¿Comprendes sus implicaciones? Se trata de una sagrada colaboración; realmente, de una sagrada comunión.
Así, tu vida “despegará” cuando decidas que lo haga. Hasta ahora no lo has decidido. Te has entretenido, lo has aplazado, has protestado. Ahora es el momento de que produzcas lo prometido. Para hacerlo, debes creer la promesa, y vivirla. Debes vivir la promesa de Dios.
La promesa de Dios es que tú eres Su hijo. Su descendencia. Su semejante. Su igual.
¡Ah!… aquí es donde el asunto se complica. Puedes aceptar lo de “Su hijo”, “descendencia” y “semejante”, pero rechazas ser llamado “Su igual”. Aceptar eso es demasiado. Demasiada grandeza, demasiado asombroso; demasiada responsabilidad, puesto que, si eres igual a Dios, eso significa que nada se te da a ti, sino que todo es creado por ti. Ya no puede haber víctimas ni malvados; sólo resultados de tu pensamiento respecto a algo.
Te lo aseguro: todo lo que ves en tu mundo es el resultado de tu idea sobre ello.
¿Quieres que tu vida “despegue” realmente? Entonces, cambia tu idea sobre ella. Sobre ti. Piensa, actúa y habla como el Dios que Eres.
Por supuesto, eso te alejará de muchos – de la mayoría – de tus semejantes. Te llamarán loco. Te acusarán de blasfemo. Finalmente se hartarán de ti, y tratarán de crucificarte.
Actuarán así, no porque piensen que tu vives en un mundo producto de tus propias ilusiones (la mayoría de los hombres son lo bastante amables como para permitirte tus diversiones privadas), sino porque, antes o después, otros se sentirán atraídos por tu verdad, por las promesas que ésta encierra para ellos.
Y es en este momento cuando intervendrán tus semejantes, porque será en este momento cuando empezarás a representar una amenaza para ellos, ya que tu sencilla verdad, sencillamente vivida, ofrecerá más belleza, más bienestar, más paz, más alegría y más amor hacia uno mismo y hacia los demás que todo lo que tus colegas terrenales puedan idear.
Y adoptar esa verdad significaría el fin de sus costumbres. Significaría el fin del odio y el temor, de la guerra y la intolerancia. El fin de todas las condenas y asesinatos que se han cometido en Mi nombre. El fin de “la ley del más fuerte”. El fin de la lealtad y el homenaje por el temor. El fin del mundo tal como lo conocéis; y como vosotros lo habéis creado hasta ahora.
De modo que estáte preparada, alma buena; puesto que serás vilipendiada y despreciada, insultada y abandonada, y finalmente te acusarán te juzgarán y te condenarán – todo ello a su manera – desde el momento en que aceptes y adoptes tu sagrada causa: la realización del Yo.
Entonces, ¿por qué hacerlo?
Porque ha dejado de preocuparte la aceptación o aprobación del mundo. Ha dejado de satisfacerte lo que ésta te ha aportado Ha dejado de complacerte lo que les ha dado a otros. Quieres que cese el dolor, que cese el sufrimiento; que termine la ilusión. Estás harto de este mundo tal como es actualmente. Aspiras a un mundo nuevo.
Deja de aspirar a él. Ahora, haz que surja.
¿Puedes ayudarme a entender mejor cómo hacerlo?
Sí. Fíjate primero en tu Más Alto Pensamiento sobre ti mismo. Imagina cómo serías si vivieras ese pensamiento cada día. Imagina lo que pensarías, harías y dirías, y como responderías a lo que los demás hicieran o dijeran.
¿Ves alguna diferencia entre esta proyección y lo que piensas, haces y dices ahora?
Sí. Veo una gran diferencia.
Bueno. Debes verla, puesto que sabemos que en este momento no estás viviendo tu más alta visión de ti mismo. Ahora bien, una vez vistas las diferencias entre donde estás y dónde quieres estar, empieza a cambiar – cambiar conscientemente – tus pensamientos, palabras y acciones, igualándolos con tu magnífica visión.
Esto requerirá un esfuerzo físico y mental tremendo. Supondrá un control constante, momento a momento, de cada pensamiento, palabra y acto. Implicará una continua – y consciente – toma de decisiones. Todo el proceso constituye un enorme desplazamiento hacia la consciencia. Lo que descubrirás si afrontas este reto es que has pasado la mitad de tu vida inconsciente. Es decir, ignorante a nivel consciente de lo que has decidido en cuanto a pensamientos, palabras y actos hasta que has experimentado sus consecuencias; y entonces, cuando has experimentado dichos resultados, has negado que tus pensamientos, palabras y actos tuvieran algo que ver con ellos.
Se trata de una invitación a abandonar esta vida inconsciente. De un reto al que tu alma ha aspirado desde el principio de los tiempos.
Ese continuo control mental parece que haya de ser terriblemente agotador.
Puede serlo, hasta que se convierta en una segunda naturaleza. En realidad, es tu segunda naturaleza. Tu primera naturaleza consiste en amar incondicionalmente. Tu segunda naturaleza consiste en decidir expresar tu primera naturaleza, tu verdadera naturaleza, conscientemente.
Perdona, pero esa especie de control constante sobre lo que pienso, digo y hago, ¿no me convertirá en una persona “sosa”?
En absoluto. Distinta sí; “sosa” no. ¿Era “soso” Jesús? No creo que lo fuera. ¿Resultaba aburrido estar junto a Buda? La gente se congregaba a su alrededor, suplicaba poder hallarse en su presencia. Nadie que haya llegado a ser un Maestro es aburrido. Quizás sea poco corriente; quizás sea extraordinario; pero nunca “soso”.
Así pues: ¿quieres que tu vida “despegue”? Empieza a imaginártela del modo como quieras que sea, y trata de alcanzarlo. Examina cada pensamiento, palabra y obra que no se muestren en armonía con esa idea, y aléjalos de ti.
Cuando tengas un pensamiento que no cuadre con tu más alta visión, cámbialo por otro nuevo, inmediatamente. Cuando digas algo que no se ajuste a tu más grandiosa idea, toma nota de no volver a decir de nuevo nada semejante. Cuando hagas algo que no cuadre con tu mejor intención, decide que esa sea la última ves que lo haces. Y siempre que puedas, haz el bien sin mirar a quién.
Ya he oído eso antes, y siempre he estado en contra, pues me parece poco honesto. Quiero decir que, si estás enfermo, no puedes admitirlo. Si estás sin blanca, no puedes decirlo. Si estás enfadado, no puedes demostrarlo. Eso me recuerda el chiste de las tres personas que van al infierno: un católico, un judío y un filósofo de la Nueva Era. El diablo le dice al católico, burlonamente: “¿Qué? ¿Cómo va el calor?”. Y el católico le responde compungido: “Me lo tomo como un sacrificio”. A continuación, le pregunta al judío: “¿Y qué otra cosa podía esperar, sino otro infierno?”. Finalmente, el diablo se dirige al filósofo de la Nueva Era: “¿Qué tal el calor?”; a lo que éste responde, sudando: “¿Calor? ¿Qué calor?”.
Es un buen chiste. Pero Yo no estoy hablando de ignorar el problema, o de pretender que no existe. Estoy hablando de observar la circunstancia, y luego formular tu más alta verdad respecto a ella.
Y si estas sin blanca, pues estás sin blanca. Es absurdo mentir acerca de eso, y tratar de inventarse un cuento para no admitirlo. Pero es tu pensamiento acerca de ello – “estar sin blanca es malo”, “estar sin blanca es horrible”, “soy una mala persona, puesto que la buena gente que trabaja duro y realmente se esfuerza nunca está sin blanca”, etc. – el que determina cómo experimentas la “situación-de-estar-sin-blanca”. Son tus palabras acerca de ello – “estoy sin blanca”, “no tengo ni un duro”, “no tengo dinero” – las que dictaminan cuánto tiempo seguirás estando sin blanca. Son tus actos en relación a esta situación – compadeciéndote a ti mismo, dejándote abatir, no tratando de buscar una salida; porque, de todos modos, ¿para qué? – los que, a la larga, crean tu realidad.
Lo primero que has de entender respecto al universo es que ninguna circunstancia es “buena” o “mala”. Simplemente es. De modo que deja de hacer juicios de valor.
Lo segundo que has de saber es que todas las circunstancias son transitorias. Nada se mantiene igual, nada permanece estático. De que manera cambie, es algo que depende de ti.
Perdona, pero voy a interrumpirte de nuevo. ¿Y la persona que cae enferma, pero cuya fe mueve montañas, y – por lo tanto – piensa, dice y cree que va a ponerse mejor… pero se muere seis meses después? ¿Cómo encaja eso con todo este pensamiento positivo y acción afirmativa?
Eso está bien. Me planteas preguntas difíciles. No tomas mis palabras a la ligera. Más adelante habrás de tomar mis palabras a la ligera, debido a que al final verás que podemos estar discutiendo interminablemente, tu y Yo, hasta que no quede otra cosa que hacer sino “intentarlo o rechazarlo”. Pero este momento aún no ha llegado. Así pues, sigamos con el diálogo; sigamos hablando.
Una persona que tiene una “fe que mueve montañas” y muere seis meses después, ha movido montañas durante seis meses. Puede que eso haya sido suficiente para ella. Puede que haya decidido, en la última hora del último día: “Bueno. Ya tengo suficiente. Estoy dispuesto a pasar a otra aventura”. Tú no puedes conocer su decisión, puesto que es posible que no te lo haya dicho. Lo cierto es que puede haber tomado esta decisión bastante antes – días o semanas antes – y no haberte dicho nada.
Habéis creado una sociedad en la que no se está de acuerdo con que uno quiera morir; en la que no se está de acuerdo con que uno esté de acuerdo con la muerte. Puesto que tú no quieres morir, no puedes imaginar que nadie quiera morir, independientemente de su situación o sus circunstancias.
Sin embargo, hay muchas situaciones en las que la muerte resulta preferible ala vida, y que sé que puedes imaginar si piensas en ello sólo un momento. Sin embargo, esas verdades no se te ocurren – no resultan patentes – cuando te hayas ante alguien que decide morir. Y la persona agonizante lo sabe. Puede percibir el nivel de aceptación que hay entre los que le rodean respecto a su decisión.
¿Te has fijado alguna vez en cuánta gente espera a que la habitación en la que se encuentra se halle vacía para morirse? Algunos incluso les han dicho a sus seres queridos: “Vete tranquilo. Ve a comer algo”, o bien: “Ve a dormir. Estoy bien. Nos veremos mañana”. Y luego, cuando sus fieles custodios los han abandonado, lo mismo hace el alma con el cuerpo del custodiado.
Si les dijeran a sus amigos y parientes allí reunidos: “Simplemente quiero morir”, ellos les responderían: “¡Oh!, ¡No digas eso!”, o bien: “¡No hables de ese modo!”, o bien: “¡Resiste!”, o bien: “¡Por favor, no me dejes!”.
Todo el estamento médico en su conjunto ha sido formado para mantener a la gente con vida, pero no para proporcionarle los medios para que pueda morir con dignidad.
Fíjate en que para un médico o una enfermera la muerte es un fracaso. Para un amigo o un pariente, es un desastre. Sólo para el alma la muerte es un alivio, una liberación.
El mayor regalo que se puede hacer a los moribundos es dejarles morir en paz; no pensar que deben “resistir”, o seguir sufriendo, o preocuparse por uno en ese paso crucial en sus vidas.
Muy a menudo, eso es lo que ha ocurrido en el caso del hombre que dice que va a vivir, cree que va a vivir, e incluso reza para vivir: que, al nivel del alma, ha “cambiado su mentalidad”. Ha llegado el momento de dejar que el cuerpo deje libre el alma para otras ocupaciones. Cuando el alma toma esta decisión, nada puede hacer el cuerpo para cambiarla. Nada que la mente piense puede alterarla. Es en el momento de la muerte cuando aprendemos quién lleva la voz cantante en el triunvirato cuerpo-alma-mente.
Durante toda tu vida crees que tú eres tu cuerpo. Alguna vez piensas que eres tu mente. Pero es en el momento de tu muerte cuando descubres Quien Eres Realmente.
Ahora bien, también ocurre a veces que el cuerpo y la mente no escuchan al alma. Eso crea también la situación que tú describes. Lo que más difícil le resulta hacer a la gente es escuchar a su alma (fíjate que pocos lo hacen).
Sucede, pues, que el alma decide que es el momento de abandonar el cuerpo. El cuerpo y la mente – siempre criados del alma – lo saben, y se inicia el proceso de liberación. Pero la mente (el yo) no quiere aceptarlo. Después de todo, supone el fin de su existencia. Entonces, ordena al cuerpo que resista frente a la muerte, lo que éste hace con mucho gusto, pues tampoco quiere morir. El cuerpo y la mente (el yo) reciben un gran estímulo y grandes elogios por ello del mundo exterior, el mundo de su creación. Así, la estrategia se confirma.
Ahora bien, en este momento todo depende de hasta qué punto el alma quiere salir. Si no tiene una gran urgencia, puede decir: “Está bien, tú ganas. Me quedaré un poco más contigo”. Pero si el alma tiene muy claro que permanecer junto al cuerpo no sirve a sus más altos propósitos – que no hay ninguna manera de que pueda seguir evolucionando a través de su cuerpo -, entonces lo abandonará, y nada podrá detenerla, ni nada debe intentarlo.
El alma tiene muy claro que su objetivo es evolucionar. Ese es su único y propio objetivo. No le preocupan los éxitos del cuerpo o el desarrollo de la mente. No tienen sentido para el alma.
El alma tiene claro también que abandonar el cuerpo no supone ninguna tragedia. En muchos casos, la tragedia está en permanecer en el cuerpo. Así pues, has de entender que el alma ve la cuestión de su muerte como algo diferente. Por supuesto, también ve la “cuestión de la vida” de modo distinto; y ese es el origen de gran parte de la frustración y ansiedad que uno siente durante su vida. La frustración y la ansiedad provienen de no escuchar a la propia alma.
¿Cómo puedo escuchar a mi alma? Si, a la hora de la verdad, el alma es el jefe, ¿cómo puedo estar seguro de que recibo las órdenes de la oficina central?
Lo primero que puedes hacer es tener claro qué es el alma, y dejar de formular juicios sobre ella.
¿Formulo juicios sobre mi alma?
Constantemente. Ya te he mostrado cómo te juzgas a ti mismo si quieres morir. También te juzgas a ti mismo si quieres vivir; si quieres vivir realmente. Te juzgas a ti mismo si quieres reír, si quieres llorar, si quieres ganar, si quieres perder, si quieres experimentar la alegría y el amor… especialmente por esto último.
¿Eso hago?
De algún sitio has sacado la idea de que negarte la alegría es un acto piadoso, de que no divertirte en la vida es un acto divino. La negación – te has dicho a ti mismo – es buena.
¿Me estás diciendo que es mala?
No es ni buena ni mala; es simplemente negación. Si tu te sientes bien después de negarte a ti mismo, entonces en tu mundo es buena. Si te sientes mal, entonces es mala. La mayor parte de las veces, no lo decides tú. Te niegas a ti mismo esto o aquello por que te dices a ti mismo que debes hacerlo. Luego dices que era bueno hacerlo, pero te extrañas por que no te sientes bien.
Así, lo primero que has de hacer es dejar de formular estos juicios contra ti mismo. Aprende cuál es el deseo del alma, y síguelo. Sigue al alma.
En definitiva, el alma no es sino él más alto sentimiento de amor que puedas imaginar. Este es el deseo del alma. Este es su objetivo. El alma es el sentimiento. No el conocimiento, sino el sentimiento. Ya posee el conocimiento, pero éste es conceptual; mientras que el sentimiento es experiencial. El alma quiere sentirse a sí misma, y, por lo tanto, conocerse a sí misma en su propia experiencia.
El sentimiento más alto es la experiencia de la unidad con Todo Lo Que Es. Este es el gran retorno a la Verdad por el que el alma suspira. Este es el sentimiento del amor perfecto.
El amor perfecto consiste en percibir lo perfecto que es el color blanco. Muchos piensan que el blanco es la ausencia de color. No es así. Es la inclusión de todos los colores. El blanco es todos los demás colores que existen, combinados.
Del mismo modo, el amor no es la ausencia de toda emoción (odio, cólera, lujuria, envidia, codicia), sino la suma de todo sentimiento. Es la suma total. El total combinado. El todo.
Así, para que el alma pueda experimentar el amor perfecto, debe experimentar todos los sentimientos humanos.
¿Cómo puedo tener compasión de algo que no entiendo? ¿Cómo puedo perdonar en otro lo que nunca he experimentado en Mí mismo? Con ello puedes ver tanto la simplicidad como la imponente magnitud del viaje del alma. Puedes entender por fin lo que es capaz de hacer:
El propósito del alma humana consiste en experimentar todo eso; de modo que pueda ser todo eso.
¿Cómo puede estar arriba, si nunca ha estado abajo? ¿Cómo puede estar a la izquierda, si nunca ha estado a la derecha? ¿Cómo puede tener calor, si no conoce el frío? ¿Cómo puede conocer el bien, si niega el mal? Obviamente, el alma no puede elegir ser algo si no haynada entre lo que elegir. Para experimentar su grandeza, el alma debe saber qué es la grandeza. Y no puede hacerlo sino hay nada másque grandeza. Así, el alma se da cuenta de que la grandeza únicamente existe en el espacio de aquello que no es grandioso. En consecuencia, no condena nunca aquello que no es grandioso, sino que lo bendice, viendo en ello una parte de sí misma que debe existirpara que la otra parte de sí misma se manifieste.
La tarea del alma, por supuesto, consiste en hacer que escojáis la grandeza – que seleccionéis lo mejor de Quienes Sois -, sin condenar aquello que no seleccionáis.
Se trata de una gran tarea, que requiere de muchas vidas, puesto que estáis habituados a aventurar juicios, a llamar a algo “equivocado” o “malo”, o “insuficiente”, en lugar de bendecir aquello que no elegís.
La tarea del alma, por supuesto, consiste en hacer que escojáis la grandeza – que seleccionéis lo mejor de Quienes Sois -, sin condenar aquello que no seleccionáis.
Se trata de una gran tarea, que requiere de muchas vidas, puesto que estáis habituados a aventurar juicios, a llamar a algo “equivocado” o “malo”, o “insuficiente”, en lugar de bendecir aquello que no elegís.
Hacéis algo peor que condenarlo: en realidad, tratáis de dañar aquello que no elegís; tratáis de destruirlo. Si hay alguna persona, lugar o cosa con los que no estéis de acuerdo, los atacáis. Si hay algún pensamiento que os contradice, lo ridiculizáis. Si hay alguna idea distinta de la vuestra, la rechazáis. En esto os equivocáis, puesto que creáis sólo la mitad del universo. Y no podréis entender nunca vuestra mitad en tanto rechacéis completamente la otra.
Todo esto es muy profundo, y te lo agradezco. Nadie me había dicho nunca estas cosas. Al menos, no con tanta sencillez. E intento entenderlas. En realidad, las entiendo. Pero algunas resultan difíciles de afrontar. Por ejemplo, parece que quieras decir que debemos amar lo “equivocado” para que podamos conocer lo “correcto”. ¿Estás diciendo que debemos abrazar al diablo, por decirlo así?
¿De que otro modo podríais reconciliaros con él? Por supuesto, no existe un diablo real, pero te estoy respondiendo en el idioma que has elegido.
La reconciliación es el proceso de aceptarlo todo, y luego elegir lo mejor. ¿Lo entiendes? No puedes elegir ser Dios si no hay nada más entre lo que elegir.
¡Eh, espera! ¿Has dicho algo de elegir ser Dios?
El sentimiento más alto es el amor perfecto. ¿De acuerdo?
Sí, debe de serlo.
¿Y se te ocurre otra descripción mejor de Dios?
No, no lo creo.
Bien. Tu alma aspira al más alto sentimiento. Aspira a experimentar, o sea, a ser, el amor perfecto.
Es el amor perfecto; y lo sabe. Pero desea hacer algo más que saberlo. Desea serlo en su experiencia.
¡Evidentemente, aspira a ser Dios! ¿Qué otra cosa ibas a ser?
No lo sé. No estoy seguro. Supongo que nunca me lo había planteado. Me parece como si tuviera algo de blasfemo.
No resulta nada interesante el hecho de que no te parezca blasfemo aspirar a ser como el demonio, y en cambio te parezca ofensivo aspirar a ser como Dios.
¡Eh, espera un momento! ¿Quién aspira a ser como el demonio?
¡Tú! ¡Todos vosotros! Incluso habéis creado religiones que afirman que habéis nacido en pecado, que sois pecadores de nacimiento, para convenceros a vosotros mismos de vuestro propio mal. Sin embargo, aunque os dijera que habéis nacido de Dios, que nacéis como puros Dioses y Diosas - puro amor -, me lo negaríais.
Pasáis toda vuestra vida convenciéndoos de que sois malos. Y no sólo de que sois malos, sino de que aquello que deseáis es malo. El sexo es malo, el dinero es malo, la alegría es mala, el poder es malo, tener mucho es malo – mucho de lo que sea -. Algunas de vuestras religiones incluso mantienen la creencia de que bailar es malo, la música es mala, divertirse es malo. Pronto aceptaréis que sonreír es malo, que reír es malo, que amar es malo.
No, no, amigo mío; puede que haya muchas cosas que no tienes claras, pero hay una que sí la tienes. Tú eres malo, y la mayor parte de lo que deseas es malo. Una vez formulado este juicio sobre ti mismo, has decidido que tu tarea consiste en ser mejor.
Te advierto que eso está bien. En cualquier caso, el objetivo es el mismo; pero hay un camino más corto, un atajo, una vía más rápida.
¿Cuál?
La aceptación inmediata de Quien y Qué Eres, y la manifestación de ello.
Eso es lo que hizo Jesús. Es el camino de Buda, de Krishna, el camino de todos los Maestros que han habitado este planeta.
Y de igual modo, todos los Maestros han dejado el mismo mensaje: lo que yo soy, tú lo eres; lo que yo puedo hacer, tú lo puedes hacer; todo esto, y más, también lo harás tú.
Pero no les habéis escuchado. En cambio, habéis elegido el camino, mucho más difícil, de creer que uno es el demonio, de imaginar que uno es el mal.
Decís que es difícil seguir el camino de Cristo, practicar las enseñanzas de Buda, poseer la luz de Krishna, ser un Maestro. Pero Yo te aseguro que es mucho más difícil negar Quien Eres que aceptarlo.
Eres bondad, misericordia, compasión y conocimiento. Eres paz, luz y alegría. Eres perdón y paciencia, fuerza y valor, ayuda cuando hay necesidad, consuelo cuando hay dolor, curación cuando hay herida, enseñanza cuando hay ignorancia. Eres la sabiduría más profunda y la más alta verdad; la paz más magnífica y el más grandioso amor. Eres todo esto. Y en determinados momentos de tu vida tú te has reconocido a ti mismo como siendo todo esto.
Decide, pues, reconocerte a ti mismo siempre como siendo todo esto.
El camino de la vida y la perfección del alma (Salmos, 16, 11)
Extracto del libro: Conversaciones con Dios
Capítulo: Me enseñaras el Camino de la vida
fuente:http://hermandadblanca.org/2013/09/05/el-camino-de-la-vida-y-la-perfeccion-del-alma-salmos-16-11/#.Uij70jbwl8E
fuente:http://hermandadblanca.org/2013/09/05/el-camino-de-la-vida-y-la-perfeccion-del-alma-salmos-16-11/#.Uij70jbwl8E
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