De las cosas pequeñas a las cuales honramos y proporcionamos cuidados nacen las cosas grandes.
La vida de todas las personas está hecha de detalles.
La grandeza es una abstracción mental y una fantasía del ego.
La paradoja está en que la base de la grandeza está en honrar los detalles del presente en lugar de perseguir la idea de la grandeza.
El momento presente siempre es pequeño en el sentido de que siempre es simple, pero en él se encarna el mayor de los poderes.
Es sólo cuando estamos en consonancia con el momento presente que logramos acceso a ese poder.
En lugar de esforzarte en pos de la “grandeza”, dale honra y cuidado a lo que forme tu realidad en ese instante.
Haz de esto la práctica espiritual de este mes.
Haz una lista de tus quejas habituales y sobre la frecuencia en la que te quejas de cosas durante el día.
Presta especial atención al quejarse sin un propósito de enmienda, ese tipo de queja que no provoca un cambio positivo en una situación o en una persona.
Por ejemplo, el quejarse del tráfico, el tiempo, el tener que esperar en una cola o al teléfono.
También quejas sobre algo que alguien hizo o dijo (o por el contrario no hizo o no dijo), quejas sobre tu pareja, el trabajo, la economía, la salud y determinados grupos de personas. Nota esa voz que articula la queja en tu mente.
Nota que sólo está intentando llevar la razón, sentirse superior o sentirse más separado del resto.
Cada vez que notes esta voz quejándose, pregúntate si puedes aceptarla como lo que es en realidad: un patrón antiguo en tu mente, la voz del ego.
No es quien tú eres en realidad.
¿Quién eres tú entonces?…
Eres el/la que reconoce la voz.
La mente existe en un estado de «nunca tener suficiente», por lo que siempre ambiciona más.
Cuando te identificas con la mente, te aburres y te inquietas fácilmente.
El aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos estímulos, de más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está siendo satisfecha.
Este mes, cuando te sientas aburrido e inquieto, observa la sensación de estar aburrido e inquieto.
A medida que vayas dándote cuenta de estas sensaciones, empezará a surgir algún espacio y quietud en torno a ellas.
Al principio sólo habrá un poco, pero, conforme crezca la sensación de espacio interno, el aburrimiento empezará a disminuir en intensidad y significado.
De modo que incluso el aburrimiento te puede enseñar quién eres y quién no eres.
Emplea tus sentidos plenamente.
Trata de estar donde estás.
Mira a tu alrededor.
Simplemente mira, sin interpretar.
No son los pensamientos lo que te interesa, sino el acto mismo de la percepción.
¿Puedes separar el pensamiento de la percepción?
¿Puedes mirar sin que la voz de tu cabeza comente, saque conclusiones, compare o intente explicar algo?
Observa la luz, las formas, los colores, las texturas.
Sé consciente de la presencia silenciosa de cada cosa.
Sé consciente del espacio que permite que cada cosa sea.
Escucha los sonidos; no los juzgues.
Algunos sonidos pueden ser naturales –agua, viento, pájaros- y otros son artificiales.
Unos pueden ser agradables y otros desagradables.
Pero no diferencies entre bueno y malo.
Deja que cada sonido sea como es, sin interpretarlo.
Escucha el silencio debajo de los sonidos.
Cuando miras y escuchas de este modo, puede que percibas una sutil sensación de calma, que al principio casi no se nota.
Algunas personas la sienten como una quietud de fondo.
Otras la llaman paz.
Cuando la conciencia ya no está totalmente absorbida por el pensamiento, parte de ella permanece en su estado original sin forma, no condicionado.
Esto es el espacio interior.
Imagina que alguien te dice algo grosero o con intención de molestarte.
En lugar de caer en la reacción inconsciente y en la negatividad, en lugar de atacar, ponerte a la defensiva o retirarte, deja que las palabras te atraviesen limpiamente.
No ofrezcas resistencia.
Es como si ya no hubiera nadie que pudiera sentirse herido.
Eso es perdón.
Así es como te vuelves invulnerable.
Tanto si se trata de una alarma de automóvil, de una persona grosera, de una inundación, un terremoto o la pérdida de todas tus posesiones, el mecanismo de resistencia es el mismo.
Permite que el ruido, la grosería, o cualquiera que sea la causa de la reacción negativa, te atraviese.
Ya no golpea con una “pared” sólida en tu interior.
Siéntete como si te estuvieras volviendo transparente, por así decirlo; como si no tuvieras la solidez de un cuerpo material.
¿Pasas buena parte de tu vida esperando?