El trabajo de algunos físicos sugiere que la conciencia es parte fundamental de la naturaleza, lo cual confirmaría la intuición de antiguas religiones como el hinduismo. Stuart Hameroff y Sir Roger Penrose, dos importantes físicos (especialmente Penrose, considerado uno de los más brillantes de nuestros tiempos), han publicado un paper en el que ahondan sobre una teoría ya esbozada hace unos años y que parece tener una posible comprobación, ya que recientemente se descubrió que existen “vibraciones cuánticas al interior de las neuronas”.
La teoría de Hameroff-Penrose se distingue de lo que comúnmente se cree entre científicos: que la conciencia es un epifenómeno de la evolución de la materia. A diferencia de una visión dualista o espiritualista, H. y P. consideran que la conciencia no está separada de la materia, es intrínsecamente un fenómeno cuántico, lo cuántico es conciencia entrópica que se organiza:
La conciencia resulta de discretos eventos físicos; tales eventos han existido desde siempre en el universo como no-cognitivos, eventos protoconscientes, estos actuando como partes de leyes físicas precisas, no del todo entendidas. La biología evolucionó como un mecanismo para orquestar dichos eventos y aliarlos a una actividad neuronal, resultando en momentos cognitivos conscientes con un significado y por lo tanto un control causal del comportamiento.
En su teoría de Orch-OR (objective reduction), Penrose y Hameroff se proponen describir estos eventos discretos que son la semillas ubicuas, completamente distribuidas por el espacio, de la conciencia coherente que conocemos a través de nuestros cerebros (el caos es un cauce de olas de conciencia aún no decodificadas). Esta teoría, vale la pena recalcar, nos dice que el cerebro está conectado al universo a un nivel cuántico —cerebro y universo son un mismo proceso en el mar cuántico (la teoría tiene su contraparte en la filosofía de Alfred North Whitehead).
Evidencia que podría sostener esto proviene de la investigación de Anirban Bandyopadhyay, quien ha hallado vibraciones cuánticos en los microtúbulos al interior de las neuronas. Estos microtúbulos son microcomponentes estructurales del andamiaje celular. Hameroff y Penrose teorizan que “la conciencia se deriva de vibraciones cuánticas en microtúbulos, polímeros de proteínas en las neuronas, que gobiernan la función neural y sináptica, y conectan los procesos de auto-organización del cerebro a una escala fina, ‘estructuras cuánticas protoconscientes de realidad’.
Nuestro cerebro está formado por estructuras cuánticas protoconscientes de realidad, micromembranas que funcionan como transistores de un proceso universal que es la conciencia, que se transmite como una “realidad”, como un un mundo fenomenológico. Sin duda, un acercamiento interesante a uno de los grandes misterios de la ciencia moderna que es a su vez uno de los grandes principios de la religión o del misticismo. Si la conciencia está embebida en el espacio y ésta se extiende a través del hardware neuronal —parece cumplirse la noción brahmánica de que somos una forma para que el universo se conozca o se experimente a sí mismo.
Hameroff por otro lado ha especulado que
Cuando una persona tiene una experiencia cercana a la muerte, cuando el corazón deja de latir, la sangre ya no fluye al cerebro y los microtúbulos pierden su estado cuántico, pero la información en ellos no se destruye: es distribuida en el universo. Si el paciente revive, la información puede regresar a los microtúbulos.
Al morir completamente, la conciencia regresaría al universo, fundiéndose o quizás tomando un nuevo estado de coherencia, aún desconocido.
La teoría aquí expuesta es especialmente atractiva ya que escapa el materialismo y el dualismo inherente a muchas de las teorías científicas —tiende un puente entre materia e información o materia y mente, y sugiere que la conciencia (al menos como potencia) es tan vieja como el mundo, es parte del caldo cuántico de las condiciones del espacio: espejo abierto entre cerebro y universo.
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