La respuesta suele encontrarse en las palabras de algunos buscadores espirituales extraídas de algunos libros o conversaciones, tales como "me estoy buscando a mí mismo", "estoy buscando a Dios dentro de mí", "estoy buscando la verdad", es decir, la respuesta se resume a frases extremadamente vagas. Algunas veces, me sorprende una respuesta sencilla, honesta, como "quiero estar a gusto conmigo mismo y sé que no lo puedo estar a menos que esté a gusto con los demás".
Mi consejo entonces es que quizá lo que se está buscando es "eso" que trasciende tanto la felicidad de poseer cosas materiales como la ausencia de felicidad por carecer de cosas materiales en la vida; tal vez eso podría llamarse "paz". La experiencia de esta paz se produce durante el sueño profundo y, también, en determinados momentos, al despertar, cuando la mente pensante, con sus expectativas, está relajada y tranquila.
Por tanto, lo que el buscador está buscando realmente es que la paz del sueño profundo permanezca al estar despierto, cuando la mente pensante no está dormida como en el estado de sueño. La paz interior prevalece durante el sueño profundo porque el ego no está activo y el sentimiento de acción personal, acompañado por el sentido de las expectativas, está ausente. La misma paz interior puede perdurar hasta en estado de alerta si el sentimiento de acción personal permanece ausente mientras se participa en la vida.
En otras palabras, mientras la actividad tiene lugar en estado de alerta, la paz interior puede prevalecer siempre que se mantenga la total e incondicional convicción de que no hay ningún hacedor individual detrás de cada una de las acciones que suceden a través de cualquier organismo cuerpo-mente. Por tanto, ello implica la aceptación total e incondicional de Lo-Que-Es en cada momento, ya que no hay ningún individuo capaz de hacer nada: todo lo que sucede es un acontecimiento divino producido mediante algún organismo cuerpo-mente que, simplemente, tenía que suceder en el momento y en el lugar en que ocurrió, de acuerdo con el deseo de la Fuente o Dios —o, si se prefiere, conforme a la Ley Cósmica.
La paz interior aporta al buscador la convicción total y absoluta de que el deseo o voluntad de Dios sobresale en todo momento y, por tanto, carece de sentido hablar de culpa o de pecado en el caso de cualquier persona individual.
Sólo la irritación constante previene u obstruye la paz interior:
"No debería haber hecho lo que hice", "debería haber hecho lo que no hice"... La aceptación "total" de las tres sencillas palabras "Hágase tu voluntad" produce esta paz interior porque el significado de estas palabras —que, en verdad, no necesitan interpretación— remite a que cualquier acontecimiento —que suceda o no suceda— se debe únicamente al deseo de Dios y no a la acción o inacción de alguien. Dicho de otro modo, ser capaz de aceptar el deseo de Dios —que depende, él mismo, del deseo de Dios— supone una inmensa liberación de la monstruosa carga de pecado y culpa de la mente.
Ramesh Balsekar
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