“El universo está regido por la ley de causas y de consecuencias.
Cada acto, cada acontecimiento, es una causa que conlleva consecuencias y cada acto, cada acontecimiento es, en sí mismo, la consecuencia de una causa.
Causas y consecuencias están pues indisolublemente ligadas, pero la duración de una vida humana es demasiado limitada para que podamos observar este vasto juego de los encadenamientos.
De igual forma que hoy constatamos hechos que son la consecuencia de causas muy anteriores a nuestra existencia actual y que no conocemos, tampoco podemos prever las consecuencias que ocasionarán ciertos hechos que ahora se están produciendo.
Actualmente nos encontramos pues ante situaciones que son, unas el resultado de causas y otras de consecuencias y por eso hay tantos acontecimientos cuyo sentido se nos escapa.
En cuanto a la reencarnación, sólo es en realidad un aspecto en particular de esta ley de causas y de consecuencias.
Como la vida de los seres no se detiene en el momento en que abandonan la tierra, no sólo las consecuencias de sus actos les siguen al más allá, sino que cuando vuelven a encarnarse, persisten vivas y activas.
No podemos pues afirmar que tal persona no merezca las buenas condiciones con las que se beneficia en esta existencia y que tal otra no merezca la injusticia de la cual es víctima, porque no sabemos nada de sus encarnaciones anteriores.
Hasta que no admitamos la reencarnación, no comprenderemos nada de la justicia divina.”
Omraam Mikhaël Aïvanhov.
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