De la dominación a la tolerancia
Acusar a los demás de los propios infortunios es un signo de falta de
educación.
Acusarse a uno mismo demuestra que la educación ha comenzado.
No acusarse uno mismo ni acusar a los demás demuestra que la educación ha
sido completada
EPICTETO
Soy consciente de que no necesito dominar a nadie con el fin de estar
espiritualmente alerta
Su yo superior quiere que esté en paz. Su ego quiere mantenerle en un estado
de agitación con el fin de conservar su domino sobre su vida. Es probable que
haya escuchado a su ego durante la mayor parte de su existencia.
El resultado de escuchar al ego es que la mayoría de nosotros permitimos que
el ego nos persuada para escoger la dominación en lugar de la tolerancia como
criterio en nuestras relaciones. Pasar de la dominación a la tolerancia requiere
disciplinar el ego y escuchar al yo espiritual.
Estoy escribiendo según mi experiencia personal en este asunto, y se trata de
una de las misiones más difíciles que me ha planteado mi yo espiritual. He
pasado muchos años dominado por mi ego, y sin tener intención de hacerlo he
convertido la dominación y el enjuiciamiento en las piedras angulares de mi
relación con los demás.
Las sugerencias que encontrará en este capítulo provienen todas de mi propia
experiencia al superar las inclinaciones dictadas por el ego. Realizar la
transición de la dominación a la tolerancia reviste una especial dificultad
debido a que el deseo de satisfacer el ego es muy poderoso. El ego se
muestra en extremo persuasivo después de toda una vida de disfrutar de los
beneficios de la dominación. No quiere renunciar a su control.
Su yo superior asumirá el mando fácilmente cuando usted deje de controlar a
otras personas. Comenzará a sentir un amor incondicional, y empezará a
encontrar la paz que ha deseado.
Para encaminarse hacia la tolerancia que fomenta su yo superior y apartarse de
las necesidades de controlar y juzgar impuestas por el ego, necesita examinar
las cualidades que alimentan una forma tolerante de abordar al vida.
REEMPLAZO DE LA DOMINACIÓN POR LA TOLERANCIA
Aquí encontrará las principales características de la tolerancia. Fíjese en que
con la tolerancia entra en sintonía con su yo superior al renunciar a las
constantes exigencias del ego. Dese cuenta de que lo que el ego le ha hechoa
usted, usted se lo ha hecho a otras personas.
El aprendizaje de estos comportamientos para crear una actitud tolerante es
una manera de educar al ego y de educarse a sí mismo. En el proceso, puede
despojarse de las habituales reacciones del ego que le apartan de la verdadera
realización.
Dejar que las cosas sean como son. Para volverse más tolerante y estar menos
controlado por su falso yo, comience a sentirse satisfecho con tal como son
las cosas. Su ego nunca está del todo contento. Si escoge algo, su ego le
convencerá de que considere alguna otra cosa.
Si una persona a la que ama actúa y es muy considerada con todo lo que usted
dice o hace, su ego quiere que esa persona sea más crítica; si esa persona es
más crítica, su ego decide tenerle antipatía. Si come demasiado, usted
comienza a pensar en lo agradable que sería estar más delgado; se pone a
dieta, y todos sus pensamientos girarán en torno la comida. Si se queda en
casa durante un largo período de tiempo, su ego se pone a contarle lo bonito
que sería viajar; póngase en carretera y el ego empezará a hablarle de lo bonito
que sería quedarse en casa. Se encuentra en una relación y comienza a
imaginar que sería más agradable estar libre de ataduras; no disfruta de una
relación y empieza a querer tener una. Sus hijos andan corriendo por la casa y
empieza a pensar en escapar de ella; se ha ido de la casa y no piensa en nada
más que en sus hijos.
Si se identifica con lo descrito, puede estar seguro de que el ego le ha
separado temporalmente de su yo espiritual. Dada su voluntad de convencerle
de que está separado de todo, necesita separarle del centro de su ser.
Entonces puede mantenerle en ese estado de tratar de dominar a otras
personas como manera de intentar lograr el equilibrio y el contento. El
problema radica en que usted no puede alcanzarlos si se halla separado de la
conciencia de su yo superior.
Cuando comienza a escuchar a su yo superior en los momentos
contemplativos y de quietud, empieza a relajarse y aflojar la presión.
Desaparece la falsa creencia de que todas las personas de su vida necesitan
ser dominadas o controladas por usted o de que los demás tienen que estar a
la altura de sus expectativas para ser felices.
Las personas son como soy, y su necesidad de dominarlas o cambiarlas en el
sentido que sea es el dictado de su falso yo. Su ego está, tomo de costumbre,
intentando convencerle de que está separado de los demás. Tampoco quiere
que caiga en la cuenta de cómo hace para dominar su existencia, así que le
convence de que si no domina a los demás ellos le vencerán.
El ego proyecta sus tendencias controladoras sobre los demás para evitar que
lo vea operando dentro de usted. Al mismo tiempo, hace que vea a la gente
tolerante como controlable. El inteligente ego le controla en un sentido y otro.
Le hace comportarse de modo dominante para ocultar cómo le controla a usted
y al mismo tiempo le hace sentir desagrado por las personas tolerantes
controlables. ¿Por qué iba usted a querer decidirse por la tolerancia cuando le
ponen ese modelo delante?
Usted no escogerá la tolerancia si es incapaz de librarse de esas falsas
creencias del ego. Pero cuando adquiere la conciencia de que todos estamos
conectados en el universo –con la misma divina inteligencia fluyen a través de
cada uno de nosotros- y de que el yo superior es cognoscible y real, todas las
satisfacciones superficiales hijas de la dominación, el control y el
enjuiciamiento de los otros pierden su atractivo.
Su yo superior no tiene ninguna necesidad de dominar a nadie ni a nada. Éste
es el pasaje hacia la libertad. Ahora mismo, sin embargo, en este preciso
momento, su ego está trabajando para convencerle de que el yo superior y la
tolerancia son ideas ridículas. El ego argumentará que la tolerancia significa
permitir el comportamiento delictivo y los problemas sociales y de salud. Su
ejemplo favorito es que significaría permitir que los Hitler del mundo
cometieran atrocidades mientras nosotros las contemplamos con actitud
tolerante. Su yo superior puede ver más allá de esta lógica, así que también
usted puede hacerlo. Si está dispuesto a ello.
Su yo superior sabe que despojarse de la intolerancia no significa aprobar el
mal. Los males que existen en el mundo son independientes de la opinión que
usted tenga de ellos. Erradicaremos el mal y traeremos paz al mundo, no
mediante el enjuiciamiento de los demás sino transmitiendo amor. Si se
deshace del enjuiciamiento y de la tendencia a dominar y controlar a los otros,
será capaz de reemplazar el odio y la intolerancia por el amor y la armonía.
Cuando a la madre Teresa de Calcuta se le preguntó si se manifestaba contra la
guerra de Vietnam, ella contestó: “No, pero si celebráis una marcha por la paz,
allí estaré”. Cuando usted consigue la paz en su interior, eso es lo que tendrá
para dar. Cuando uno está dominado por su ego, domina a otras personas. Si
no existe armonía interior, no existe armonía exterior. El ego necesita la ilusión
de los enemigos con el fin de controlarle. Cuando está controlando a otras
personas, es porque ha permitido que el ego tenga el control.
La paradoja en este caso es que usted transformará el mundo de la forma que
quiera cuando deje de intentar mejorar las condiciones mediante la intolerancia
y el enjuiciamiento. Sólo cuando usted no está controlado por el ego puede
decidir no controlar a otros. Lo que creía que era poder cuando dominaba a
otros, era en realidad la actividad externa del ego, que esta controlándole.
Su impacto sobre el mundo comienza pro el más pequeño mundo de usted
mismo. Fomentará la libertad y la paz cuando esté libre del control de su ego y
conozca la paz de su yo espiritual mientras recorre la senda de la búsqueda
espiritual. Uno de los primeros pasos por esa senda es aprender la tolerancia
mediante la práctica de ver el mundo como es en lugar de cómo usted exige
que sea.
Escuchar: el ego quiere que hable. Su yo superior quiere que escuche. El ego
es intolerante. Su yo superior es muy tolerante. Ahí está una importante
diferencia para la búsqueda espiritual.
Cuando usted medita y guarda profundo silencio, aprende el arte de escuchar.
Es como si Dios estuviera hablándole en vez de hablar usted con Dios.
Entonces comienza a saber qué se siente al confiar en su guía interior. Será
incluso capaz de comprender el porqué de la charla del ego. Oirá al ego
parlotear, y sabrá que es la expresión del miedo y su deseo de protegerle
manteniéndole a salvo separado de los demás. En ese momento estará
introduciendo la tolerancia en su vida.
El ego quiere que continúe hablando debido a la falsa creencia de que es más
seguro y mejor demostrarles a los demás lo diferente que se es. Cuanto más
hable y sea usted mismo el punto de referencia, más tendencia tendrá a
jactarse y manifestar intolerancia, cosa que satisface al ego.
Pero proteger al ego de esta manera es un ejercicio que le impide alcanzar la
verdadera libertad de conocer a su yo superior, lo cual comienza a suceder
cuando se empieza a escuchar. Así que el ego intensifica su parloteo siempre
que uno trata de meditar o de escuchar a su yo interior.
Mediante el proceso de escuchar, incluso a su intolerante ego, aprenderá a ser
tolerante.
También escuchando abandonará su egocentrismo y la necesidad de dominar
o ser dominado por el ego. Cuando con delicadeza hace que los demás se
vuelquen al exterior al escuchar en verdad sus historias, está manifestando
amor y respeto. Esto también va por el ego. Negarse a escuchar o manifestar
desprecio son actitudes intolerantes.
La necesidad que el go tiene de parlotear y exponer su superioridad queda
convincentemente demostrada por la siguiente historia de The Herat of the
Enlightened (El corazón del iluminado), una edición a cargo de Anthony de
Mello. Lo que dicha historia pone de manifiesto es el éxito que nos llega
cuando escuchamos con actitud tolerante.
Érase una vez una posada llamada La Estrella Plateada. El dueño no conseguía
ganar lo bastante a pesar de que hacía todo lo posible para atraer clientes
haciendo que la posada resultase cómoda, el servicio cordial y los precios
razonables. Así que, presa de la desesperación, consultó a un sabio.
Tras escuchar su relato de desconsuelo, el sabio dijo:
-Es muy sencillo. Tienes que cambiar el nombre de la posada.
-¡Imposible! –dijo el posadero-. Ha sido La Estrella Plateada durante
generaciones y es bien conocida por todo el país.
-No –replicó con firmeza el sabio-. Ahora debes llamarla Las Cinco
Campanillas y poner una hilera de seis campanilla colgadas de la puerta.
-¿Seis campanillas? ¡Pero eso es absurdo! ¿Qué bien haría eso?
-Ponlo a prueba y lo verás –repuso el sabio con una sonrisa.
Bueno, pues el posadero lo puso a prueba. Y he aquí lo que vio. Cada viajero
que pasaba ante la posada entraba para señalar el error, cada uno convencido
de que nadie más había reparado en él. Una vez dentro, quedaban
impresionados por la cordialidad del servicio y se quedaban para refrescarse,
proporcionándole así al posadero la fortuna que había estado buscando en
vano durante tanto tiempo.
Hay pocas cosas en las que el ego se deleite más que corrigiendo los errores
de otras personas.
A medida que cultive la influencia de su yo superior en su existencia, más fácil
le resultará liberarse de las exigencias del ego. Hallará placer en anular sus
impulsos arrogantes y en escuchar a los otros. Comenzará a disfrutar de su
esfuerzo consciente por ser tolerante.
Dar. Puede neutralizar el impacto de su ego con bastante prontitud mediante el
acto de dar. Dar implica algo más que entregar unos objetos. El verdadero dar
implica ser consciente de las necesidades y deseos de los demás.
Retroceda con la memoria hasta el momento en que estuvo más enamorado.
Esa experiencia de amor apasionado hizo que fuera consciente de las
necesidades de su pareja. Esa conciencia también puede encontrarse en el
caso de un padre y un hijo.
Con este amor en el corazón, uno está dispuesto a dar lo que sea necesario.
Los pensamientos de uno no tratan de dominar o controlar a la otra persona.
Sólo está la súplica amorosa de su yo superior que quiere que le dé todo lo que
pueda al ser querido. Los matrimonios a menudo fracasan porque uno de los
cónyuges deja de dar. Si ambos estuvieran dispuestos a dar el ciento por
ciento en su relación, habría razones más que suficientes para un matrimonio
feliz.
Cuando sólo un integrante de la pareja da el ciento por ciento, una persona se
está sacrificando. Es importante distinguir entre dar y sacrificarse. Un
sacrificio por lo general se hace por algo. Cuando usted se sacrifica, está
dando para recibir, y funciona según los dictados del ego, que quiere que crea
que usted es tan importante y especial que merece algo a cambio de lo que da.
El ego quiere que se ensoberbezca y piense que el acto de dar indica su
superioridad: como si su generosidad le diferenciara de los demás que no son
tan generosos.
Si usted da porque tiene la sensación de que de hacerlo, no está
auténticamente motivado por su yo superior. También aquí se encuentra el ego
en acción, diciéndole que es mucho mejor que los destinatarios de sus
dádivas. El ego incluso acepta que se dé de mala gana, porque lo ve como
prueba de superioridad.
Pero el dar como medio de fomentar la tolerancia y el amor es algo diferente.
Este dar se produce cuando uno contribuye a satisfacer las necesidades o
deseos de otros sin ninguna expectativa de retribución o reconocimiento.
Como la madre con su bebé. Es el tipo de dádiva que la tolerancia promueve.
Es la clase de dar que aparece cuando usted aprende a ser tolerante consigo
mismo y los demás.
A medida que cultive el dar, experimentará que dar es recibir y que recibir es
dar. Uno de mis pasajes favoritos del Nuevo Testamento describe este acto de
dar. En San Lucas, 6:35, Jesús dice: “Amad pues a vuestros enemigos y haced
bien, y prestad, no esperando nada de ello; y será vuestro galardón grande y
seréis los hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y
malos”.
La consideración de las necesidades de los otros es la experiencia más
gratificante que pueda conocer. Recuerde lo emocionante que era hacerles
regalos a sus padres, abuelos y hermanos. Se equiparaba y puede que incluso
superara, a la emoción de recibir regalos. Entonces, cuando dabas, estabas
recibiendo.
Es su yo sagrado el que le alienta a dar de modo incondicional. Es su ego el
que quiere recibir una recompensa. Pero esto sólo se debe a que eso es lo que
su ego conoce, y lo que conocerá mientras usted continúe recompensándole
por mantenerle separado de su amorosa esencia divina. Proporciónele a su
ego la experiencia de conocer el amor y la tolerancia de su yo superior, y
comenzará a obrar del mismo modo.
Relaciones placenteras. Cuando uno sigue los dictados de su ego, se
encuentra con que es constantemente necesario ejercer un cierto grado de
influencia sobre otras personas. Eso es lo que le exige el ego porque él cree
que así es como obtiene el poder que necesita. Cuando esto sucede, toda
posibilidad de mantener relaciones en verdad gratificantes se evapora.
El ámbito de la intimidad pertenece al yo superior. No nos estamos refiriendo a
tener aventuras. Lograr intimidades con alguienes es una forma de
comunicarse, lo cual envía un mensaje claro de amor y consideración
incondicionales.
El ego teme todos los encuentros de ese tipo y se muestra activo en extremo
cuando se presentan tales oportunidades. ¡El ego se muestra tan irresistible
en este terreno, que el mero pensamiento de comunicarse con otra persona
con amor incondicional puede infundir más temor que una operación a corazón
abierto!
“Cuidado, intentarán poseerte si intimas demasiado ¡Perderás tu libertad!”.
Éstas son el tipo de frases con las que el ego bombardea sus pensamientos. El
ego lo sabe todo sobre la propiedad y la dominación porque es algo que está
haciendo durante todo el tiempo. El ego le domina y tiene miedo de ser
dominado, y equipara la intimidad con la dominación.
Intimar con alguien es ser tolerante y aceptar a otra persona de forma
incondicional. Significa comportarse con bondad y respetar las necesidades y
deseos de otra persona. Si teme este tipo de relación es porque el ego le dice
que es un peligro.
Cuando uno aprende a transitar por la senda espiritual, descubre que el amor
es la experiencia menos amenazadora que existe. El amor no pide nada ni
nada exige. Requiere dar, compartir y ser vulnerable, con Diso como guía, un
guía que comunica amor infinito.
Este tipo de relación es una forma de comunicarse en la que usted es capaz de
ofrecerle amor a la otra persona sin necesidad de tener razón o de demostrarle
que está equivocada. Cuando una persona con la que habla se siente
aceptada, amada y escuchada, ese vínculo se creará. Si ha tenido que
demostrarle que estaba equivocada para hacer valer su punto de vista, o si la
ha juzgado en algún sentido, es que ha sucumbido a las exigencias del ego.
Si mantiene una relación de pareja con alguien y se encuentra con que evita la
intimidad, puede tener la seguridad de que el ego está venciendo a su yo
espiritual. El miedo de que conozca su yo superior significa que el ego hará lo
que sea necesario con el fin de mantenerle apartado de tal relación.
Convencerse de que es superior es una manera de evitar que llegue al estado
de vulnerabilidad que la intimidad requiere. Así pues, irá de una relación de
dominación/sumisión a otra, evitando las relaciones basadas en el amor y la
comunicación sincera.
Éstos son los fundamentos para hacerse más tolerante y permitir al yo superior
superar los impulsos autoritarios y dominantes del ego. Estos
comportamientos dictados por el ego se manifiestan de muchas formas,
algunas de las cuales reconocerá en el apartado siguiente.
SU EGO AUTORITARIO Y DOMINANTE EN FUNCIONAMIENTO
Hacer un uso excesivo de referencias a uno mismo, y llevar siempre la
conversación hacia la propia persona. En lugar de hacer que otra persona se
vuelque al exterior y conocer sus sentimientos, usted recurre a todas las
excusas posibles para centrar la atención sobre sí mismo.
Adoptar una forma apresurada de abordar la vida, la cual no deja tiempo para la
contemplación y los momentos de quietud. Necesitar siempre adelantar al
conductor de delante, acelerar cuando el semáforo se pone en ámbar en lugar
de reducir la marcha y pararse, usar de modo constante el teléfono, incluso en
teatros y restaurantes... estos y muchos otros comportamientos que le hacen
tener siempre el control y no le permiten participar cortés y adecuadamente en
la vida de otras personas.
Dar órdenes y exigir perfección a los miembros de la familia y los compañeros
de trabajo. Negarse a escuchar cualquier punto de vista contrario . Hacer
cosas como ladrar exigencias en los restaurantes, una manera de dar a
entender que los otros son inferiores.
Estar absorto en las propias preocupaciones, metas profesionales, éxitos y
experiencias cotidianas. Insistir en que los demás escuchen siempre sus
historias y raras veces interesarse por las de ellos.
Corregir en público los errores de otras personas y pavonearse de sus
superiores conocimientos. Corrige cosas como los errores gramaticales, el
uso impropio de las palabras, los errores en los hechos relatados, las faltas de
la etiqueta, los lapsos de memoria y el paso de baile que está de moda (y lo
hace delante de los demás para impresionarlos)
Negarse a la auténtica proximidad y culpar a la otra persona por ello. Negarse
a intimar y no mostrarse amoroso si alguien no está a la altura de las
expectativas. Emplear cualquier error por parte del otro como razón para
negarse a comunicarse de verdad, lo cual le produce un miedo cerval.
Necesidad de ganar en las conversaciones en lugar de comunicarse y
compartir. Usar el tiempo que otra persona emplea en hablar para preparar las
propias reacciones en lugar de escuchar lo que el otro está diciendo y
responder a sus sentimientos y preocupaciones.
Ensalzarse a costa de otros. Recurrir a la jactancia, la fanfarronería y el
egocentrismo como principales motivos conversacionales.
La incapacidad de dar sin recibir. Llevar la cuenta de quién responde a sus
tarjetas de felicitación y negarse a enviárselas a los que no corresponden.
Hacer una obra de caridad o ayudar a otra persona, y luego molestarse si el
agradecimiento no llega dentro del tiempo estipulado. Dar para recibir en lugar
de dar incondicionalmente.
Usar los propios criterios para juzgar cómo tendrían que ser los demás. Tratar
como personas menos importantes a aquellos que no han actuado de acuerdo
con los propios criterios.
Dominar a los otros que son más pequeños, más jóvenes o tienen una
educación inferior. Someter a otros mediante la amenaza de repreariasl, por la
prepotencia o retirando el apoyo económico.
Éstos, junto con una lista potencialmente infinita de otros, son algunos de los
ejemplos más comunes de cómo la necesidad de ser dominante y superior se
presenta en la vida. Estos comportamientos del ego los utiliza la práctica
totalidad de la gente en uno u otro momento.
Con el fin de dejar atrás estos pensamientos y comportamientos dirigidos por
ego, resulta útil conocer el sistema de recompensas que su ego ha establecido.
Cuando uno sbe qué está obteniendo mediante estos comportamientos,
cambiarlos se convierte en una meta mucho más accesible.
QUÉ BENEFICIOS OBTIENE SU EGO DE ESTA DOMINACIÓN, Y POR QUÉ
TEME LA TOLERANCIA DE SU YO SUPERIOR.
Su ego es un viejo compañero y no quiere que lo abandone. Su falso yo sabe
que no necesitará que desempeñe un papel dominante en su existencia si se
vuelve tolerante y hace hincapié en servir a los demás. En consecuencia, su
ego le dice, una y otra vez: “Estás separado de quienes te rodean y eres mejor
que ellos. Con el fin de demostrarlo, tienes que ejercer algún control sobre su
comportamiento. Sé dominante y ganarás el respeto de los otros. El respeto
de los demás es la forma en que te haces valer”.
El ego quiere ser cada vez más soberbio para que sólo lo escuche a él y crea
sus falsos mensajes.
El ego crece con su sensación de estar incompleto y su miedo a no ser digno
de aprecio. Por lo tanto, le convencerá de que evite las relaciones íntimas por
miedo a que revele quién es. Usted se protege a sí mismo de dichas
revelaciones por el sistema de escuchar a su ego y evitar las relaciones
íntimas.
Al mirar al exterior, a todas las cosas y personas que quiere controlar, usted
llena su vida con la tarea que tiene entre manos. Así que llena su tiempo
dominando y controlando el mundo externo, y no le queda nada de tiempo para
mirar al interior. El ego gana cuando usted necesitad ominar, y ganar es muy
importante para él.
Al ser reticente a dar algo de sí y al ser consciente de las necesidades y deseos
de los otros, puede centrar la atención en sí mismo. Su ego se siente
amenazado cuando se desprende del egocentrismo y mira al exterior para ver
cómo puede servir a otras personas. En consecuencia, su ego le alienta a que
continúe siendo egocéntrico.
Si da, el ego hace que se centre en su propia persona exigiendo que se le
reconozca y aprecie por su generoso comportamiento. En cualquiera de los
dos casos, el ego –y no su yo espiritual- vuelve a ganar la partida y su
búsqueda espiritual queda relegada.
Cuando domina a otras personas, garantiza la existencia de conflictos. El
conflicto es el medio natural del ego.
Nadie, y quiero decir nadie, quiere que le digan cómo debe vivir, qué debe ser,
cómo debe pensar. En pocas palabras, nadie quiere ser dominado. Cuando se
asume este papel, se crean conflictos de inmediato. Entonces el falso yo se
pone a trabajar para convencernos de que necesitamos ganar y demostrar
nuestra superioridad.
Su yo superior evita los conflictos y fomenta la tolerancia y el amor. Al ego le
encantan los conflictos y los fomentará.
Hay pocas cosas en las que el ego se deleite más que corrigiendo errores de
otras personas. El ego aprovecha esta doble oportunidad para señalar errores,
y de modo simultáneo, sentirse más importante que otros.
Esto es lo que obtiene a causad e su ego. Ahora que entiende por qué ha
escuchado las exigencias de control y dominación de su ego, puede comenzar
a cambiar algunas de esas actitudes.
Ser un apersona autoritaria puede proporcionale esas apariencias
gratificadoras, pero no le conduce a una experiencia más satisfactoria y
profunda de su existencia cotidiana. Sus relaciones siempre sufrirán y usted
tendrá una sensación de vacío y de ausencia de propósito mientras acepte
esas exigencias del ego.
Al desplazar su atención hacia el yo superior, descubrirá un sendero más
satisfactorio.
ALGUNAS SUGERENCIAS PARA PERMITIR QUE SU YO SUPERIOR LE GUÍE
HACIA UNA MAYOR TOLERANCIA
Refrene su necesidad de tener razón. Puede conseguirlo conteniéndose justo
cuando está a punto de hablar, y preguntándose si quiere ser guiado por su
ego o por su yo superior. Si de verdad quiere limitar la acción de su ego,
limítese a responder a lo que la persona acaba de decir sin ponerse a discutir
ni aconsejar. A medida que practique esta técnica, su ego se desvanecerá y
sus relaciones mejorarán.
Escuche a los demás. Intente oír las emociones que haya en la conversación
de alguien. Libérese de su actitud defensiva y de la necesidad de corregir o
explicar. Limítese a escuchar y parafrasee lo que el otro ha dicho. Escuche lo
que la otra persona está sintiendo y reaccione en función de ello. Comenzará a
eliminar la intolerancia.
Demuestre tolerancia y amor haciendo caso omiso de lo que pueda haber
sucedido en el pasado. Evite la inclinación a demostrar que alguien está
equivocado señalando sus falacias con ejemplos de su pasado. Despójese del
deseo de ganar y cultive el deseo de comunicarse.
Concédase tiempo para hablar con Dios y para buscar la ayuda de guías
espirituales. Hacer esto a diario le llevará a ser más pacífico y calmado.
Descubrirá que la energía que antes usaba para dominar a la gente pasará a
servir a los demás.
Deténgase justo cuando esté a punto de intervenir en una disputa de negocios
o familiar. Cuente hasta veinticinco y escuche. La pausa por lo general
permitirá que la disputa se resuelva sin su interferencia. Si le resulta difícil
reprimirse, aléjese un poco.
Aprenda a permitir que los demás solucionen sus dificultades sin sentir que
usted es el único que puede arreglar las cosas. Su ego le insiste para que
intervenga y demuestre lo bueno que es, mientras que su yo superior quiere
que experimente paz y armonía. Escoja esto último.
Suprima todas y cada una de las tendencias a corregir. Establezca como regla
que nunca corregirá a alguien delante de terceros. A nadie le gusta lo corrijan
en público.
Si siente la necesidad de enseñarle a alguien los errores de su manera de
hablar o actuar, guarde silencio y pregúntese cómo manejaría Dios la situación.
Si la persona es un adulto, en privado y con delicadeza pregúntele si quiere
que la corrijan. Se sorprenderá descubrir lo carente de importancia que es
para algunas personas saber la manera apropiada o correcta de decir o hacer
las cosas. Suele ser la persona que hae las correcciones la que le confiere una
gran importancia a la forma correcta.
Intente dar a los necesitados de forma anónima. Si insiste en ser reconocido
por sus actos de generosidad, entonces quien le impulsa a dar no es su yo
superior. ¡Abandone el dar y reciba!
Sea generoso y siéntase contento de saber que sus contribuciones están
ayudando a otros. Celebre el dar que no está basado en el ego.
Cuando se sienta tentado a juzgar a otros, recuerde que ellos forman parte de
la misma divina creación que usted. Despójese de algunos de esos
enjuiciamientos originados en el ego y basados en las apariencias y
adquisiciones.
Ha de ver la plenitud de Dios en todas las personas con las que se encuentre y
recordar que el mundo de lo manifiesto no es lo único que hay. También existe
Dios en el interior de cada persona. Si puede verlo de esta manera, se sentirá
menos tentado a juzgarlos por sus posesiones o apariencia.
Si tiene dificultades en sus relaciones íntimas, sienta el miedo y hágalo de
todas formas. Reconozca que está pasando un momento difícil al ofrecer su
amor., pero resístase a las exigencias que el ego le impone. Por el contrario,
ábrase a la persona a la que ama y dígale cuánto significa para usted. Hágalo
aunque tenga la impresión de que no lo merece o de que no responderá de la
forma apropiada. Corra el riesgo y luche contra el impulso de retraerse. Se
sentirá más lleno y realizado por el hecho de haber corrido ese riesgo.
Su yo superior le implora que entregue su amor y no tenga miedo a ser
vulnerable. El amor tiene que ver con el dar. Si es correspondido, bien; pero si
no, de todas formas usted se merece el amor.
Recuerde que nadie de este planeta quiere compartir sus conflictos. La gente
quiere la paz, que es el camino del yo superior.
Al ego le encanta la agitación y los conflictos, razón de que haya tantos
confictos en el mundo. Son el ego luchando contra el ego.
Si sabe en su corazón que está siendo guiado por su falso yo cuando fomenta
conflictos, entonces quizá pueda guardar un poco de silencio y dirigirse a su
interior justo cuando esté a punto de implicar a alguien en una disputa. Yo he
descubierto que cuando medito aunque sólo sea durante treinta segundos
antes de estar a punto de trabarme en un conflicto, consigo ponerme en
contacto con mi yo superior... y la necesidad de tener razón sencillamente
desaparece.
En la obra The Man’s Eternal Quest (La eterna búsqueda del hombre),
Paramahansa Yogananda escribió: “Dios es el depositario de toda felicidad; y
tú puedes contactar con Él en la vida cotidiana. Sin embargo, el hombre se
ocupa principalmente en seguir lo que conduce a la infelicidad”.
La actividad que más conduce a esa infelicidad es la necesidad de demostrar
que los otros están equivocados y la tendencia a dominar. Consulte con Dios y
tenga presente que esa presencia amante está a su disposición. Abandone la
costumbre de confiar en el ego y en toda su falsa lógica, y viva la tolerancia, el
amor y la paz de su yo sagrado.
WAINE W. DYER
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