Vivir es gozar de la vida. La única razón de la existencia en cualquier plano y Dimensión es esa: ¡gozar la vida!
¿Te imaginas al Dios que es tú encarnándose en su propia Creación para algo distinto? ¿Tanta es tu amnesia consciencial encarnado en el plano humano que lo has olvidado?
Recupera la Memoria y fluye y flota en la vida con Confianza plena en ella y, fruto de esto, con Aceptación, que no es resignación o impotencia, sino el hondo discernimiento de que todo tiene un sentido profundo y un porqué y un para qué ligado a lo que realmente eres y es y, aquí-ahora, a la evolución en consciencia para que lo recuerdes… Ya no hay inquietudes ni quejas… Vivir es ser un “Vividor”. ¿Estás listo para experienciarlo? Claro que, igualmente, puedes seguir actuando como un esclavo integral, que no vive, sino que sobrevive, De hecho, el esclavo integral ha olvidado completamente lo que significa vivir y lo confunde con sobrevivir.
Ha transformado la vivencia en supervivencia y pasa sus días sumido en el miedo a la vida y la desconfianza hacia a ella. A partir de ahí, el sistema socioeconómico vigente se presenta cual salvador que le proporciona los medios para protegerse y obtener seguridad. Pero tales medios son, en realidad, los barrotes de la prisión en la que la gente se auto-encarcela: los instrumentos y mecanismos a través de los cuales el sistema y cada persona alimenta y retroalimenta continuamente ese miedo a la vida, esa desconfianza hacia ella y, desde luego, la inseguridad, que el propio sistema fomenta de forma permanente y subrepticia organizando y financiando los conflictos, guerras, atentados, disputas y demás acontecimientos y situaciones que contribuyen a potenciarla.
Nadie ha encarnado para venderse como fuerza de trabajo. Tu auténtico derecho no es al trabajo, sino a la pereza.
El sistema socioeconómico vigente, por su visión egocéntrica, economicista y materialista de la existencia, persigue y consigue atar la vida de las personas al trabajo. ¿Cómo lo logra? Muy sencillo: debido a las reglas y creencias que el sistema implanta y a la usurpación por unos cuantos de la riqueza social y los recursos colectivos, se hace depender del desempeño de un puesto de trabajo la obtención de los ingresos precisos para cubrir tanto las pocas necesidades vitales básicas como las muchas creadas artificialmente por el propio sistema.
Es así como, finalmente, se encadena al ser humano al ejercicio cotidiano de unas actividades laborales (físicas y/o intelectuales) alienantes y alejadas de sus dones y talentos innatos. Sin embargo, por efecto también del citado sistema de creencias, la mayoría de las personas, lejos de ver el trabajo como la obligación impuesta que obviamente es, lo conciben como un derecho y como tal se proclama solemnemente desde las instituciones que el sistema genera, gobierna y gestiona.
A partir de ahí, quedan convertidas en esclavos integrales que, desde el disparatado convencimiento de que trabajar es un derecho y no una imposición, se auto-explotan voluntariamente a sí mismos y caen en un doble desatino: reclamar (a los políticos, a esas instituciones…) que alguien cree un puesto de trabajo para ellos y sus seres queridos (el esclavo pidiendo que alguien, por favor, le esclavice); y organizar y programar su vida y su existencia no en función de ellos mismos (sus sentires, sus capacidades creativas, sus prioridades vitales…), sino de ese trabajo, con su consiguiente dedicación horaria, que otro le proporciona y de la retribución que éste estima oportuno darle… ¡Uuuffff!… Para un momento y respira: ¿tan ciego estás como para no ver lo tremendamente absurdo de todo esto? Abre tu consciencia… Lo real es que nadie ha encarnado en el plano humano para venderse como fuerza de trabajo.
Y lo real es que a lo que el ser humano tiene verdaderamente derecho, recordando a Paul Lafargue, no es al trabajo, sino a la pereza, sabiendo que ésta no es vagancia ni indolencia, sino el libre ejercicio y el compartir libre y con entusiasmo de los dones y talentos que cada uno atesora para gozarlos y ponerlos en común con los demás… Con estas bases, el quid de la cuestión no radica en trabajar o no (hazlo si así lo consideras necesario), sino en ser consciente de que no naciste para ello y evitar que la actividad laboral te lleve al olvido de tus dones, talentos y auténticas capacidades.
Emilio Carrillo
Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo
fuente:http://www.sinmente.com/
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