“Alguien dice: «Estoy enfermo, como usted puede ver.» Y en efecto, se ve que está enfermo, pero sólo es una parte de su cuerpo la que se encuentra afectada.
Si no cesa de insistir en su enfermedad, es como si se identificase con la parte enferma y le diese a ésta la posibilidad de ocupar la totalidad del terreno, no sólo en el plano físico, sino también en el plano psíquico.
El que esté gravemente enfermo debe decirse:
«Mi cuerpo está enfermo, es verdad, pero yo, un hijo de Dios, una chispa divina, no puedo estar enfermo.»
Y esta convicción le sitúa por encima de su enfermedad: no se identifica con su cuerpo, sino con su espíritu que vive en la luz y en la eternidad.
Al decidirse aplicar esta ley de la primacía del espíritu, producirá, en primer lugar, cambios en la región del pensamiento.
Estos cambios influirán después la región del sentimiento, de la sensación y acabarán concretándose en el plano físico produciendo mejoras y a veces incluso la curación.”
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