Desde siempre las palabras de los iluminados como Budha o Jesús invitan a buscar la unidad, el amor, y comprender el perfecto equilibrio de todo. Sin embargo, nosotros percibimos nuestro entorno y nos juzgamos dichosos o desdichados en comparación con el otro. Esto lleva inherentemente la idea tanto de un otro diferenciado y casi estanco, separación, así como de una realidad desequilibrada. De esta forma buscamos un equilibrio, justicia, que otorgue al uno y al otro lo que merece. Como veis, todo esto se basa en la separación y el desequilibrio manifestado en el juicio y la acción correctora.
Esta percepción de desequilibrio es cierta, tangible y honda en el ser. ¿De dónde nace? Del ego, nuestro maestro y guía personal en este juego de la separación. El ego se frustra, odia, apega, asusta… Generando en nosotros la aparente sensación de desequilibrio que nos exhorta a sumirnos en una búsqueda para erradicar lo que creemos inadecuado. Comúnmente este desequilibrio es corregido desde el ego ejecutando su don de la ilusión de control, que en otro tiempo pudo incluso tornarse en una forma de control real, pero ya decadente y expuesta en nuestros días como un recurso que vamos dejando atrás por el simple hecho de que ya lo hemos experimentado suficiente tiempo.
La ilusión del control es aquella que lleva a pensar que desde lo material podemos decidir y determinar, controlar a la postre, la realidad. Esto me lleva a eliminar un objeto que me resulta molesto o inadecuado sin darme cuenta de que su energía perdura, se mantiene, y su influencia continúa, entrando este hecho o no en mi rango de conciencia. Ejemplifiquemos para aclarar este punto. Si el gallo me molesta cada mañana con su canto el cortarle la cabeza será ejercer el don de esta ilusión. Aparentemente gozaremos de una hora más de sueño, pero esa energía que en realidad estaba en nosotros y que nos provocaba ese aparente desequilibrio perdurará.
De esta forma quizás me molestarán al mes siguiente los ladridos del perro a la hora de la siesta. ¡Y es que no dormir me pone de mal humor! Puede volver cómo el mismo objeto o con otra forma e incluso presentarse en mil aspectos diferentes cada vez, es indiferente, la energía siempre ha estado ahí, dentro de ti, sólo que al eliminar el objeto o causa aparente creemos por un tiempo habernos liberado de su influencia y cuando vuelve a manifestarse externamente lo juzgamos desde la materia y no vemos contingencia. Lo consideramos un nuevo objeto, un nuevo estímulo, pero una misma respuesta quizás manifestada no de igual forma. En esta respuesta encontramos la contingencia al darnos cuenta de que siempre han sido nuestros sentidos los que han percibido el estímulo, nuestro corazón el que ha latido el enfado... Nosotros, en definitiva, los que hemos creado esta realidad y el displacer o negatividad que de ella emana. De esta forma, todo lo que entra en tu realidad es por el simple hecho de que está dentro de ti, es tu conciencia volcada al exterior.
Tras el velo de separación lo que no entra en nuestra conciencia simplemente no existe y lo que está fuera, lo externo, es indiferente a mi. Este mecanismo perpetúa la ilusión mientras y que el ego nos empuja a conocer, pues es ello que está en nosotros pero que aún no hemos abarcado con nuestra conciencia. Es una realidad interna de nuestro ser que aún no hemos aceptado, y por tanto, integrado. A más tardemos en hacer esto más explícita, grotesca y amenazante se tornará, sólo a fin de que la reconozcamos y reconozcamos la divinidad que hay en ella.
¿Cómo y por qué se habla pues de unidad y equilibrio? ¿Dónde están? La respuesta es que sólo existe una justicia, y es la que podríamos llamar la justicia divina o equilibrio del todo. Siempre perfecto. Esta siempre es y siempre impera. No se puede saltar, evitar ni desequilibrar. Sólo se diferencia la forma en la que esta se lleva a cabo o manifiesta.
Para comprender esto hay que entender que todo lo que existe es parte de la divinidad y que esta carece de juicio moral. A fin de experimentar la infinitud de este todo la hemos dividido en dos fuerzas aparentemente antagónicas, paradójicas y complementarias en realidad, siempre en perfecto equilibrio. Todo, bien y mal, siempre atiende al mismo fin, aunque con manifestaciones diferentes. De la misma forma para poder experimentarlas hemos creado un velo que nos impida ver este equilibrio a fin de que nazca en nosotros la frustración y el juicio que nos sirva de motor para avanzar en esto proceso de experimentación en busca de recuperar el equilibrio que sentimos perder inicialmente. Así recorremos la infinitud que es el todo, que somos. Es una herramienta más, como el tiempo/espacio, cuyo único fin es ayudarnos a experimentar de forma coherente y ordenada.
Esto nos deja débiles, impotentes ante la fuerza mayor de que lo que tenga que ser, será. El destino que pesa como una losa y nada podemos hacer ante él. El ego se duele y retuerce ante su falta de poder, nace un nuevo desequilibrio, la impotencia. Entonces nace la duda ¿qué pinto yo en todo esto? Parezco tan solo un barco a merced del oleaje.
Sí, lo que tenga que ser será. Mientras la ilusión del control me lleva a creer que controlo lo que hay, es e influye en mí, la comprensión de esto y de la infinitud del todo nos otorga un poder muy superior al de la ilusión del control. Nosotros estamos aquí para elegir de eso que es y no podemos negar que sea, el cómo deseamos que se manifieste. De todas sus infinitas, pero acotadas, posibilidades. Esto lo podríamos entender como una manifestación armónica o desarmónica de una misma cosa. Es la dualidad superior existente sobre bien y mal.
La crisis es, y va a ser. Pero crisis significa cambio, y apocalipsis revelación. Este cambio que es y va a ser… ¿Cómo se va a manifestar?
Algunos vivirán esta crisis como un apocalipsis, otros vivirán este cambio como una revelación.
Si nos colocamos en el “eje del bien” y colocamos al otro en “el eje del mal” sólo estamos alimentando la separación, la guerra. Es decir, estamos eligiendo una manifestación desarmónica de las cosas. Paradójico, ¿verdad? De la aceptación, no de la huida, negación o enfrentamiento, nace la armonía. Aquél que manifiesta lo no grato fuera es sólo para mostrarte lo que tienes dentro de forma más distorsionada y explícita.
Esto, en apariencia, nos da poder sobre el cómo pero no sobre el qué. Sin entrar en análisis se debe recalcar que el poder de inferir en el cómo finalmente desemboca en el poder de inferir en el qué… Pero eso vendrá más adelante.
http://acuares.blogspot.com.es/2011/12/comprender-la-unidad-y-el-equilibrio-la.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario.