La verdadera sanación que puede ocurrir en nuestras vidas se da desde el interior. Todos nuestros males y enfermedades no son más que manifestaciones de nuestro cuerpo como respuesta a nuestros pensamientos y sentimientos, son la forma en la cual afrontamos realidades y nos adaptamos a nuestro mundo.
Evidentemente hay maneras más amables de adaptarnos a nuestros escenarios, pero a veces nos resulta “más sencillo” enfermar que afrontar algo en particular que nos perturba, pero no encontramos recursos suficientes para darle la cara.
Las heridas que no llegamos a sanar, nos hacen vulnerables a diversas dolencias físicas y enfermedades. Todo aquello que al pensar nos duele es un factor potencial de riesgo de padecimiento físico. Aquello que no nos atrevemos a decir, ese “no” que no llegamos a pronunciar, esa sensación de abandono que arrastramos desde la infancia o la poca disposición que tenemos de perdonar algún agravio, son factores que hacen estragos en nuestro organismo.
Tenemos una mente muy poderosa, que se encarga de manejar toda la información que entra a nuestro sistema y a veces resulta tan arbitrario su comportamiento, que podríamos pensar que pasa a ser nuestra enemiga al momento de procesar la información.
Podemos enfermar por sentir que es la única manera en la que podemos ser merecedores de descanso o de afecto, podemos enfermar para evadir alguna realidad. Las dolencias pueden ser ligeras, un sencillo dolor de garganta, que lo podemos asociar a cosas que no podemos decir, hasta enfermedades capaces de arrebatarnos la vida, donde hemos canalizado heridas que no podemos sanar.
No importa lo que nos ocurra a nivel físico, tenemos la posibilidad de sanarnos a nosotros mismos, yendo adentro, trabajando en nuestro interior, limpiando cargas negativas que vengamos asumiendo, desechando los pensamientos que no nos aportan algo positivo.
Un mecanismo de sanación universal consiste en aceptar, perdonar y dejar ir.
Cuando dejamos de luchar internamente, de resistirnos y negarnos y abrimos paso a la aceptación, se produce una sensación similar a la que pudiésemos sentir al estar una piscina con riesgo de ahogarnos, sin poder alcanzar el fondo, luchando desesperadamente con cada parte de nuestro cuerpo y de pronto decidimos relajarnos tomamos lo que podemos de aire y soltar nuestra musculatura.
La simple calma nos permite idear una solución, el sentir nuestro cuerpo flotar sin mayor esfuerzo nos permite descansar y nos resulta viable salir o permanecer más tiempo sin ahogarnos. Lo mismo ocurre cuando aceptamos y fluimos a través de cada uno de nuestros procesos.
El perdonar lo podemos comparar con soltar el grillete que nos mantiene sin que el avanzar resulte en un problema, el tener esa carga allí no nos aventaja en absolutamente nada. Si se trata de alguien más a quien nos cuesta perdonar, esa persona ni se entera de nuestro sufrimiento y si hablamos de nosotros mismos, la culpa nos puede consumir. No podemos hacer algo para cambiar el pasado, pero sí podemos decidir cómo reaccionar ante lo que hoy sentimos.
El dejar ir todo lo que duela y pese, el aligerarnos de todo el equipaje que no nos aporta nada positivo, es sin duda el cierre para nuestra liberación.
Tenemos la oportunidad de sanar y ello requiere un trabajo interno, un proceso de autoconocimiento y de limpieza, que sí que valdrá la pena, porque es desde la raíz desde donde realmente se atacan los problemas.
Todo lo que necesitas está dentro de ti, el mejor antídoto, la mejor medicina, el mayor alimento. Comienza a dosificarte con mucho amor, aceptación, perdón y respeto y comienza a ver los cambios poderosos en tu vida.
Que todas tus relaciones sanen.
Namasté.
Sara Espejo
https://rincondeltibet.com/blog/p-aprende-a-sanar-desde-tu-interior-30500
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